Al alza

Humberto Musacchio

Muchos mexicanos vimos en la docena trágica del PAN —sexenios de Fox y Calderón— la prueba más contundente de la ineptitud de esos “gobernantes”. Sin embargo, en abono de ese par de incapaces, hay que decir que llegaron cuando la organización política del país estaba en crisis y, en varios sentidos, rotundamente en quiebra.

Cuando las instituciones no funcionan los gobernantes fracasan. En México la salud, la educación, la seguridad, la impartición de justicia, el empleo, el régimen salarial, la industria, el campo y prácticamente todo lo público está dentro de un panorama de desastre. Lo confirma el regreso del PRI a la Presidencia de la República, un retorno sin gloria, con alarmante endeudamiento y resultados muy por debajo del mínimo indispensable.

Como resultado de lo anterior, México vive un retroceso del Estado, un periodo en el que se entroniza la violencia, pese a las cuentas alegres que nuestras autoridades presentan a los señores de Washington. Las actividades delictivas siguen al alza y cada día nos desayunamos con la triste constatación de que estamos expuestos a la agresión de los delincuentes, y que de eso nadie se salva.

El lunes 22 de septiembre, en Guadalajara, el diputado federal priista Gabriel Gómez Michel fue secuestrado por un comando que viajaba a bordo de varios vehículos. Horas más tarde, el automóvil del representante popular fue hallado en Zacatecas con dos cadáveres quemados en su interior. Como en otros casos, alguien podría pensar en un ajuste de cuentas de la delincuencia, pero esta vez no parece ser el caso.

De acuerdo con la opinión general, Gómez Michel era un personaje honorable, un político sin cola que le pudieran pisar y un pediatra que solía atender gratis a niños de familias sin recursos, y no eran pocos los chamacos que recibían su atención médica, pues se dice que en ocasiones daba consulta a más de cien niños en un día.

El homicidio parece inscribirse dentro de la ola delictiva que azota Jalisco, donde en los últimos dos años se han descubierto varias fosas con los restos de personas ejecutadas, un alcalde fue asesinado y en marzo del año pasado mataron al entonces flamante secretario de Turismo del gobierno estatal, José de Jesús Gallegos Álvarez, él sí señalado como lavador del narcotráfico.

Con las estadísticas delictivas al alza, el problema de Jalisco es el de México. En un país de economía estancada desde hace 30 años, simplemente no hay empleos y la gente busca ingresos de cualquier manera. Sin eximir de responsabilidad a los asesinos materiales, el gran criminal es un modelo económico que condena a grandes masas a la pobreza y la desesperación. Lo demás son consecuencias.