Entrevista a Xochiquetzal Panuhaya Chagoya/Profesora del CICS-Santo Tomás

Moisés Castillo

Tan sólo una semana le duró la felicidad a Yoloxóchitl Bustamante, directora del Instituto Politécnico Nacional. Luego de ser considerado uno de los 300 líderes más influyentes de México por una publicación de negocios, le estalló un conflicto estudiantil que rechaza las modificaciones al nuevo reglamento interno del IPN, así como el plan académico de la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura (ESIA) que afectaría el conocimiento de los futuros ingenieros de esta casa de estudios.

Finalmente, la multitudinaria manifestación de los politécnicos del pasado 30 de septiembre provocó su renuncia ante el secretario de Educación, Emilio Chuayffet.

Opiniones

Existen otros puntos que han generado la inconformidad de los estudiantes, como reducir el tiempo para aprobar una o más materias reprobadas (de no hacerlo, tendrán prohibido estudiar otras asignaturas hasta que pasen las que deben); según los alumnos el reglamento limita su libertad de expresión, ya que estipula que causa baja participar en algún acto o manifestación propensa a alterar el orden; exigen que haya cuotas fijas y no se eleven cada año, la salida de la Policía Bancaria e Industrial de las instalaciones, así como la eliminación de las pensiones vitalicias de los exdirectores generales.

Asimismo, la comunidad estudiantil impulsa otras aspectos para alcanzar la democratización del IPN: no a la represión académica contra quienes participen o no en el movimiento; aumento del presupuesto a la educación superior, la ciencia y la tecnología para que se les brinde al menos el 2 por ciento del PIB; que se transparenten “las formas de injerencia del sector privado” en la casa de estudios; y la expulsión definitiva de los grupos porriles.

La entonces directora del IPN, Yoloxóchitl Bustamante, aseguraba que el nuevo plan de estudios para la ESIA-Zacatenco es una mejora y no busca eliminar materias clave en la formación de los estudiantes.

“La mayoría de los estudiantes de bachillerato se siguen a nivel superior  y en ese nivel las carreras se completan y los jóvenes obtienen el título que les corresponde: ingenieros, médicos, pero es un título de licenciatura. Pero no es sólo el título: va con una formación sólida que corresponde a una educación terciaria de altísimo nivel y si no concluyen sus estudios de ingeniería o licenciatura, estos estudiantes pueden quedarse como técnicos, pero ésa es su opción”.

En tanto, la ESIA y la Unidad Profesional Interdisciplinaria de Ingeniería y Ciencias Sociales y Administrativas (UPIICSA) iniciaron un paro de labores indefinido. Entre las peticiones de los alumnos están la abrogación del reglamento interno y que el IPN detenga el nuevo modelo educativo basado en competencias y las modificaciones al plan de estudios que, según los estudiantes, busca “volverlos cada vez más técnicos”.

La Asamblea General Politécnica ya había exigido la destitución de la directora Yoloxóchitl Bustamante, derogar los nuevos planes de estudio de los Centros de Estudios Científicos y Tecnológicos (Cecyt) y garantizar la seguridad física, legal, administrativa y académica.

Ante la manifestación de miles de estudiantes y profesores del IPN del pasado 25 de septiembre, autoridades del IPN informaron, a través de un comunicado, que el reglamento interno aprobado por el Consejo General Consultivo no entrará en vigor hasta su publicación en la Gaceta Politécnica. Además quedaría suspendida la reforma al plan de estudios de la ESIA para someterla a un nuevo proceso de consulta entre la comunidad politécnica.

En un manifiesto a la comunidad politécnica, René Torres Bejarano, profesor-investigador de la SEPI-ESIME, lamenta que los egresados del Politécnico no reciban ninguna consideración por parte de las autoridades y advierte que tras las reformas estructurales, el Instituto se encuentra cuesta abajo y en una crisis altamente destructiva.

“La crisis actual del IPN se inscribe entonces en la crisis por la que está pasando todo nuestro país… Los profesores, especialmente los jóvenes maestros de nuevo ingreso, son tratados de manera prepotente y sin ningún interés tanto por las autoridades como por sus propios sindicatos. Los trabajadores del Instituto son cada vez más escasos y han estado siendo desplazados por otros trabajadores explotados por empresas de outsourcing”.

Hay que recordar que en esta protesta en contra del nuevo reglamento interno, estudiantes del IPN paralizaron las actividades en 34 de 41 planteles de esa institución en la ciudad de México. La mayoría de los Cecyt, también conocidos como vocacionales, se declararon en paro pese a que los alumnos no pudieron tomar las instalaciones, lo que sí ocurrió en el caso de las escuelas de educación superior.

Fernando Arellano, ¡un horror!

Para Xochiquetzal Panuhaya Chagoya, profesora del Centro Interdisciplinario de Ciencias de la Salud (CICS)-Unidad Santo Tomás, la renuncia de la directora no necesariamente solucionaría el problema de fondo, ya que urge fomentar una cultura democrática en el IPN.

“Grupos de profesores hemos luchado durante mucho tiempo para la democratización del IPN, la transparencia y rendición de cuentas. La destitución de la directora no sé si está bien y solucione el problema de fondo. A mí lo que me asusta es que vaya a llegar, según la Ley Orgánica, el secretario general, Fernando Arellano. A mí me da horror.”

¿Por qué esta repulsión hacia Fernando Arellano?

Es un señor autoritario y sí tiene esa tradición priista de viejo cuño. Tenemos mecanismos para suplir a la directora. Pero tendríamos que empezar a reflexionar e incluso discutir el perfil de las personas que llegan a la dirección general.

¿Apoyan las demandas de los estudiantes?

Son legítimas sus peticiones, en el sentido de que efectivamente los más afectados son los estudiantes y son a quienes menos se les ha incluido en todo este proceso. No hay mecanismos democráticos formales para que ellos estén incluidos dentro de la discusión. Incluso tienen que tener voz y voto los egresados, porque ellos están sufriendo el acceso al mercado laboral.

¿Las autoridades del IPN consultaron e informaron adecuadamente sobre los cambios al reglamento interno y planes de estudios?

Necesariamente, no. Nosotros tenemos órganos de representación, cada escuela conforma un consejo escolar consultivo y de ahí sale un representante para el Consejo General. Las representaciones se toman como democráticas porque sí hay auscultación. Sin embargo, al final las personas que quedan, por una incultura política, saben de antemano que están eximidas de rendir cuentas. Los planes y programas de estudio se elaboraron, por lo menos en mi escuela, hace cinco años, se cambió el plan de estudios de las carrera de psicología, optometría y odontología. Tuvimos que participar los profesores con ciertas directrices. Hubo un cambio de modelo educativo hace 10 años. Colaboramos los académicos pero con ciertas restricciones y sobre la marcha hicimos los contenidos. La generación que tenía que cursar prácticamente tuvo poco tiempo para que se implementara. Los que ingresaron sufrieron esa modificación y realmente sí se requiere de un mayor trabajo, porque estamos viendo contradicciones. Cuando hablamos de mecanismos democráticos tiene que ver con el espíritu politécnico, con qué perfil y proyecto educativo se conforman los planes de estudio. Y es lo que ha sido poco cuidado y hasta ahora no se ha evaluado. Las transformaciones de las que estoy hablando se dieron hace 10 años, pero los planes de estudio en casi todas las escuelas comenzaron a operar hace 5 años.

¿Cuáles son los puntos que atentan contra los derechos de trabajadores y plazas de profesores?

El reglamento interno tiene una frase repetitiva que nosotros la contamos 21 veces: “de acuerdo a la normatividad vigente” se van a establecer tales cosas… Nunca sabemos cuál es nuestra normatividad vigente, cuando en el nuevo reglamento interno tiene unos considerandos donde se dice que se cambia el reglamento orgánico. Queda abierto a que nosotros pensemos, como han sido las prácticas en el Politécnico, que las autoridades se erijan como juez y parte en torno a los asuntos académicos, estudiantiles, y de los propios administrativos. Francamente hay palabras que espantan.

Tiene que ser totalmente derogado el reglamento interno porque sí lesiona, por sus omisiones, derechos fundamentales, constitucionales y politécnicos. Abrir a la interpretación una ley es peligroso. Sí es lesiva a nuestros derechos y también irrespetuosa de lo que es la academia, de cómo debemos relacionarnos con los alumnos, parece un reglamento militar. Estamos en un momento coyuntural y muchos compañeros se tuvieron que ir a raíz del modelo educativo, muchos estuvieron en el ostracismo por ser tan críticos, por querer reivindicar el espíritu politécnico y seguramente están felices por lo que está pasando en estos momentos. El espíritu politécnico es “formar a personas que luchen por la democracia y la libertad.. para el desarrollo de nuestra sociedad y de nuestra nación”.

La tirada que tienen las autoridades es modificar después la Ley Orgánica, ya lo advirtieron varios directores pero el espíritu politécnico se debe mantener. Tenemos la suficiente madurez, experiencia y sufrimiento de lo que ha sido la violencia institucional para hacer mejor las cosas. Tenemos que ponernos a trabajar en nuestros planteles, pedirles rendición de cuentas a nuestros representantes y si no que se vayan.

 

IPN, sin tradición de autonomía

¿Es por eso urgente la autonomía del IPN que en el sexenio de Vicente Fox se propuso?

Sí, pero necesitamos de un proceso de cultura política. Me parece que en el momento en que se gestó la idea se hablaba de la cuestión presupuestal, porque el IPN es un órgano dependiente de la SEP, y se tienen problemas también en la generación de recursos. Con la poca cultura democrática en el IPN era perjudicial pensar en la autonomía, porque sabíamos qué grupos iban a dificultar ese paso. Para muchos no era tan confiable la autonomía con la entrada de Fox al poder, porque finalmente el académico es de los personajes que permanece, los muchachos se van, es nuestro capital y razón de ser. Nosotros permanecemos entre esos grupos en pugna por el poder, es muy complicado.

La UNAM, por ejemplo, tiene una tradición de autonomía, su propia junta de gobierno, hay un espíritu de autonomía y democracia interna con todas sus contradicciones, pero la tienen. Nosotros, no.

¿Existen riesgos de un estallido social como el de la UNAM en 1999? Claro, guardando el contexto social y electoral se hablaba en ese año de una “privatización de la educación superior”. ¿Cuáles son sus escenarios?

Es incierto. Si se responsabiliza cada quien con la parte que le corresponde vamos a tener mesas de diálogo para hacer cambios y transformaciones. Los estudiantes son personas que tienen una historia con sus padres y el impacto de lo que sucedió en el 68, los veo asustados si participan o no en las manifestaciones. Esto pudiera quebrar la tentación de mantener un paro indefinido de un año, incluso hay mucho más la convicción de querer cambiar las cosas porque todos sufrimos lo que omitimos como profesores: no pedimos rendición de cuentas, ni transparencia a nuestros inmediatos y directivos. Estamos sufriendo lo que no hicimos, ahora es un resurgir de querer hacer mejor las cosas, de estar más abiertos y flexibles, incluso alejarnos de las tentaciones autoritarias. Tengo mucha esperanza de que las cosas no sean por tiempo prolongado y que sean más serias, con más participación y responsabilidad de todos. Los muchachos lo están haciendo, muy cautelosos, porque quieren regresar a la escuela, a atender a sus pacientes los de optometría, odontología, psicología. Muchos están en contra del paro pero aceptan apoyar a sus compañeros. Tenemos actividades pendientes y ese espíritu de servir a la sociedad está muy interiorizado en los jóvenes y profesores.