Carmen Galindo
Se fue Raúl. Falleció Raúl Álvarez Garín, el principal dirigente del Movimiento Estudiantil-Popular de 1968. Alejandro Álvarez, su primo, me contó dos de sus últimos momentos. A su propia recámara le llevaron un concierto de lujo con Asaf Kolerstein al cello y el hijo de Raúl, Santiago, al clavecín.
Otro día, me sigue contando Alejandro, el doctor les indicó que, aunque Raúl parecía ya inconsciente, era importante que le platicaran, y Félix Gamundi, su lugarteniente en el Comité 68, y Alejandro mismo comenzaron a planear la marcha del 2 de octubre, una de las responsabilidades de Raúl cada año. Pronto, cuenta Alejandro, Raúl comenzó a aprobar o desaprobar lo que iban diciendo con movimiento de los dedos, porque ya no podía hablar, y cuando comentaron el paro del Politécnico, Raúl levantó el pulgar hacia arriba en señal de triunfo.
La manifestación del 2 de octubre, apenas unos días después del fallecimiento de Raúl, llevaba a los del Comité 68 en la desplegada, y el mitin comenzó con un minuto de silencio por Raúl. Durante la marcha, se coreaba: “2 de octubre no se olvida, es de lucha combativa” y “se ve, se siente, Raúl está presente”, mientras algunas mantas y pancartas recordaba al líder que evitó siempre el protagonismo.
Un breve recuento de su vida política
Como contó Daniel Molina, en este suplemento, Raúl comenzó su militancia política con la huelga camionera en Ciudad Universitaria, aunque Doña Manuela Garín de Álvarez, en sus memorias, la remonta a una vez en que Raúl y Daniel buscaban a Alfonso Zelaya, que estaba desaparecido, y por buscar al compañero los aprehendieron a los dos hasta que sus respectivas mamás los fueron a buscar a la Procuraduría y a demandar, llorando, su liberación.
Al margen de la trayectoria de Raúl, quiero contar, como ya lo hice hace unas semanas en estas páginas, que el ingeniero Álvarez, padre de Raúl, recibió una llamada pidiéndoles que dejaran de buscar al “desaparecido” porque podrían perjudicar una acción que se estaba preparando. El que llamó se identificó con un nombre: Fidel Castro. El que buscaban, Alfonso Zelaya, fue el único mexicano que participó en la expedición del Granma.
Y regreso a la trayectoria de Raúl. En el 68, se crearon los comités de lucha con un representante y un suplente por escuela, y éstos integraban el Comité Nacional de Huelga, órgano que era la dirección del movimiento estudiantil. Raúl era el representante de la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Politécnico y pronto se comenzó a distinguir por su liderazgo.
El pliego petitorio del 68 era político de principio a fin. Demandaba la libertad de los presos políticos, de los cuales los principales eran los líderes ferrocarrileros, Valentín Campa y Demetrio Vallejo. Se exigía la destitución del jefe y subjefe de la Policía capitalina, y la desaparición del cuerpo de granaderos e igualmente la destitución de su jefe. Indemnización a las víctimas de la represión o a sus familiares en caso de víctimas asesinadas. Derogación del artículo 145 bis del código penal federal sobre el llamado delito de disolución social que era empleado para aprehender y condenar a los presos políticos. Los contingentes, pues, eran mayoritariamente estudiantiles, pero como se puede apreciar, las demandas eran políticas. Al pliego petitorio se sumaban dos actitudes, el diálogo público para evitar “los acuerdos en lo oscurito” y la consecuente venta de los líderes al sistema. La dirección del movimiento, como ya se dijo, era el Comité Nacional de Huelga.
El 68 significó una politización masiva de miles de personas y, sobre todo, que muchos vieran, por primera vez, el temible rostro del Estado.
Las consecuencias del 68
Las mujeres se liberaron con la invención de la píldora anticonceptiva y con los movimientos feministas que coincidieron con la década de los sesentas, la matrícula universitaria aumentó notablemente, se crearon los Colegios de Ciencias y Humanidades, la educación se democratizó, los estudiantes no se conformaron con que los maestros les contaran los libros, sino que fueron a la lectura directa. Los jóvenes dependieron menos de sus padres. Al mismo tiempo que se liberaban las costumbres y hasta la vestimenta, se daba un paso fundamental al reivindicar, como lo había hecho el movimiento, el trabajo colectivo. Se crearon masivamente cuadros políticos para todos los frentes, desde la guerrilla hasta la lucha partidaria de los años siguientes. Muchos militantes se convirtieron en profesores y algunos en revolucionarios. Por eso, los historiadores ven al 68 como un parteaguas o como el movimiento político más importante de la segunda mitad del siglo XX. Raúl estaba en la cresta de la ola, en la cabeza del movimiento. Varias décadas después, escribe su versión de los hechos en un libro que se titula La estela de Tlatelolco: una reconstrucción histórica del movimiento estudiantil del 68.
Lo aprehendieron en Tlatelolco y se convirtió en el representante de los presos políticos ante las autoridades de Lecumberri. Finalmente, luego de más de dos años, fue excarcelado y enviado fuera del país, junto con 20 compañeros, (los que tenían las condenas más largas), primero a Perú, y luego a Chile. (Cuando en este suplemento se comentaron las memorias de Manuela Garín, se explicó en detalle la salida de los “muchachos” y también, antes, el apoyo que de Mane y Raúl recibió Elena Poniatowska, como lo ha manifestado la escritora en estos días, para escribir nada menos que La noche de Tlatelolco).
Cuando regresa, Raúl crea la revista Punto Crítico, que al modo ortodoxo de Lenin, en Iskra, era el germen del partido político. Se integran unos cien compañeros, el director de la revista es Adolfo Sánchez Rebolledo, aunque la publicación aparece con textos, anónimos todos, y un único responsable: Raúl Álvarez Garín. Los textos son pensados colectivamente y, a veces, hasta escritos a dos o tres manos. Se apoyan y hasta asesoran luchas en los más diversos frentes, la tendencia democrática de Rafael Galván, la lucha de los nucleares, se le brinda solidaridad y espacio para la denuncia a Rosario Ibarra o a Julio Pliego. Se acompaña la lucha de los indígenas trikis, se apoya o se asesora a varios sindicatos y movimientos urbanos o, entre otros, al Comité de Defensa Popular de Chihuahua, (que trae a la revista a Marcos Rascón que estaba preso), el movimiento de un grupo de obreras, (las famosas medallitas de oro) y con mucho tiento se saluda a la revolución pobrista de Lucio Cabañas.
Las escisiones
La primera etapa de Punto Crítico comienza en 1972 y termina en 1977, cuando nombran a Carlos Tello Macías, Secretario de Programación y Presupuesto, y un grupo de compañeros deciden ocupar puestos en esa dependencia. Salen de la organización Punto Crítico 49 compañeros, que, como Raúl es aficionado al futbol americano, les pone de inmediato el sobrenombre de los 49ers. (Pronunciado los forinainers o simplemente, en apócope, los foris). Algunos de ellos, como Fito Sánchez Rebolledo o Roberto Escudero, (y no porque, aunque se fueron de la revista, nunca entraron al gobierno), siguieron siendo nuestros amigos y a ratos, hasta compañeros de alguna acción. Los 49 se involucran en otros proyectos, como la revista Nexos o el Movimiento de Acción Popular (MAP).
Mi hermana Magdalena pasó a ocupar el lugar de directora de la revista. Raúl, por supuesto, siguió apareciendo como “responsable”. Así comienza la segunda etapa de Punto Crítico que va a correr de 1977 a 1982. En este último año, Salvador Martínez de la Rocca, el “Pino”, con Carlos Imaz, Imanol Ordorika, Ana Esther Ceceña, Edur Velasco y otros compañeros, nos advierten que se rumora que Raúl no quiere a mi hermana en la dirección de la revista, porque ha decidido que Daniel Molina sea el nuevo director. En las elecciones internas se vota y, en efecto, mi hermana pierde, respecto del último compañero que forma parte de la dirección, por un voto. Alejandro Álvarez pide la palabra y dice que nada nos obliga a formar la dirección con diez compañeros, que mi hermana puede unirse como la número once. Raúl opina en contra. Al día siguiente va toda la dirección a nuestra casa e invitan a mi hermana a integrarse a la dirección. Demasiado tarde. Ya está en marcha un nuevo proyecto político con los que salimos ese día de Punto Crítico. La acción más importante de este nuevo grupo, es el Consejo Estudiantil Universitario de 1986 que lucha por la gratuidad de la enseñanza en la UNAM, ya que entonces y en 1999, estaba seriamente amenazada. Raúl y Alejandro siempre señalan como motivo de esta escisión la conducción del movimiento en Guerrero, donde ciertamente había dos cuestiones importantísimas: la Universidad-Pueblo de Guerrero y algunos guerrilleros amnistiados, como Fierro Loza, (a quien matarían poco después). El señalar este motivo ponía a Salvador Martínez de la Rocca a la cabeza de la escisión. Ni con el Pino, ni con mi hermana y yo, hubo nunca una ruptura, siempre continuamos colaborando unos con otros y recuerdo que al menos en dos ocasiones, Alejandro nos felicitó por nuestras acciones políticas. Ahora que Raúl estaba enfermo, el Pino se decidió a ir a verlo. Al rato de conversar, Raúl dijo:” Pino, perdóname por las fregaderas (ya saben que palabra empleó) que te hice”. A lo que el Pino respondió: “siempre hay pleitos, entre hermanos”. Casualmente, cuando mi hermana y yo llegamos al velatorio del ISSTTE, el Pino estaba haciendo la guardia ante el ataúd de Raúl. Cuando terminaron los minutos de una guardia renovada incesantemente, el Pino se acercó y lloramos abrazados. Enseguida, el Pino dijo “rafaguearon a los normalistas en Guerrero y con la policía municipal que se supone del PRD. Pinche Estado. Y enseguida, le pregunté cuándo era el homenaje a José Revueltas en que voy a participar y me dijo sin titubear: el 29 de noviembre a las 12 del día. Como es sabido, Revueltas fue otro preso del 68.
Corre la voz y el Comité 68
Después de esta segunda escisión, Raúl y su grupo impulsan el periódico Corre la voz, pero no lo dirige Daniel Molina, que está ahí con ellos, sino Carolina Verduzco, una activista y maestra del Poli. Se unen todos, primero, con el Frente Cardenista y luego, con el Partido de la Revolución Democrática. Imanol Ordorika, de nuestro grupo, se convierte en vocero de Cárdenas en su primera (¿o segunda?) candidatura presidencial. Raúl es diputado federal y Daniel Molina suplente en otro período legislativo. No recuerdo si en este momento de la diputación o tal vez cuando entra a la dirección del PRD, despiden a Raúl de su trabajo en la Comisión Federal de Electricidad, donde realiza un tarea técnica y muy especializada que es calcular, entre otros eventos, las probabilidades de lluvia y la presión en las presas. Raúl demanda a la Federal de Electricidad y luego de un largo pleito gana su indemnización, su jubilación y creo que hasta salarios no pagados.
En el Comité del 68, aunque no es la única acción, logran el arresto domiciliario del ex presidente Luis Echeverría y en el texto que escribió Carolina Verduzco con motivo de la muerte de Raúl, asegura que el arresto, al contrario de lo que afirman los medios de comunicación, sigue en pie.
Tres homenajes para el líder
El primero, es el 9 de agosto de 2013 en la Sala Covarrubias en la UNAM. El texto que Raúl envía, además de un video, está escrito a cuatro manos, con Félix Gamundi y es un recuento de las luchas populares de la segunda mitad del siglo XX. El otro texto, que habla de Raúl, es de Daniel Molina y se puede leer en un número anterior de este suplemento. Raúl pide, además, rehuyendo el protagonismo, que el acto se llame Homenaje a Raúl Álvarez Garín y la generación del 68. Ese día el discurso central es de Cuauhtémoc Cárdenas, que está al lado de Imanol Ordorika. La música es por cuenta de su hijo Santiago al clavecín, Asaf Kolesrtein al cello y Horacio Franco a la flauta. También Los Nakos (o una parte de ellos) cantan las canciones y parodias más famosas del 68. Se entona, por todos los presentes, la Internacional. El organizador y maestro de ceremonias es Marcos Rascón. María Emilia Caballero, la esposa de Raúl, no se coloca en primera fila, está en la sección de prensa, en el segundo piso. Ahí estamos nosotras, porque la sala Covarrubias está llena y no nos dejan pasar hasta que argumentamos que somos prensa de la revista Siempre y amigas de Raúl. Nos responden todos somos amigos de Raúl, y nosotras añadimos de inmediato, pero nosotras somos de Punto Crítico-
El siguiente homenaje es en la Casa Lamm. De nueva cuenta, Raúl se aleja del centro y le pide a Cuauhtémoc Cárdenas y a María Fernanda Campa, quien fue su segunda esposa y madre de Santiago y Manuela, que no hablen de él, que se refieran a la contrarreforma energética, y Cuauhtémoc y la Chata Campa cumplen el deseo de Raúl. En la mesa anterior, estoy segura que por casualidad, está Rolando Cordera, que encabezó la primera escisión de Punto Crítico, y mi hermana y yo que participamos en la segunda. Sé que no fue intencional, porque mi hermana ya ha sido invitada al Comité 68 a reflexionar, como ponente, sobre algunos problemas políticos, y en especial, porque nos han convidado a los desayunos, con chilaquiles, chicharrón guisado y otras delicias que organizan cada Corpus y San Juan.
Retrato personal
Raúl no tiene esa risa de cortesía, automática, obsequiosa. Siempre parece que le gana la risa, que lo invade sin que él ponga nada de su parte. A cada rato, usa su “órale”. Nunca de sorpresa, sino de acuerdo, de vamos a ponernos en acción. Cuando escribe un texto o incluso su libro sobre el 68, pide opinión aquí y allá a gente de su confianza. Pero no pide opiniones por inseguridad, ni porque no tenga ideas propias. Como lo hace con absoluta sinceridad, escucha las sugerencias y les hace caso. Nunca lo vi quererse salir con su idea, ni siquiera tratar de ganar la discusión. Escucha el consejo y suele seguirlo. El día que le otorgan la medalla Amalia Solórzano de Cárdenas, envía un texto esta vez escrito a cuatro manos con Alejandro Álvarez, es también un texto exclusivamente político. Él permanece innombrado, sin un rasgo de vanidad o protagonismo. Él inventó la marcha del silencio, él sugirió que se pusieran héroes nacionales, como Zapata y Villa, en las manifestaciones del 68. En un discurso del 2 de octubre importante, el de los diez o veinte años, le pidió a mi hermana que le ayudara a escribirlo. No eran gestos para congraciarse con nadie, se trata de una fe en el trabajo colectivo, en los otros, en lo que piensan otras personas. Cuando Carlos Monsiváis presentó su libro La estela de Tlatelolco (por cierto él también es el promotor de la estela) en el teatro del centro Cultural San Ángel, ante miles de personas, lo que el escritor le dijo, y a Raúl le encantó, es: “la pregunta que me queda es ¿dónde estás tú?” Refiriéndose precisamente a que al reconstruir el 68 no habla de sí mismo.
Sin embargo, no se mantenía a la sombra. No buscaba la clandestinidad, era aguerrido en serio, no le daba ni tantito así de miedo la confrontación. Por eso, en su homenaje en casa Lamm, mi hermana y yo coincidimos en destacar su valor a toda prueba. Ya dije que en Punto Crítico, él aparecía como el único responsable y, por lo tanto, era que el corría con todos los riesgos. Por eso, el editorial mínimo de la Jornada, la Rayuela del día de su muerte, era lo que copio al pie de la letra: “Dice una pancarta de los politécnicos de hoy: En el 68 no tenían internet, tenían güevos. Esos le sobraban a Raúl Álvarez Garín, su gran dirigente.”
En el velatorio del ISSSTE
Su ataúd estaba cubierto por una bandera con la hoz y el martillo, otra del movimiento estudiantil y una más de Cuba. Además del Pino, hacía guardia el Güero González Garza. Su hija Manuela “parecía” tranquila. Dijo que su mamá, María Fernanda Campa había estado toda la mañana. Al paso de Félix Gamundi todo mundo se ponía de pie y expresaba sus condolencias. Mane, su mamá, no quiso ir a la funeraria. Tania, su hermana se quedó a acompañarla. Betty Gispert prometió ir a relevar a Tania, para que pudiera ir al velatorio de San Fernando, pero como a las ocho de la noche que nos fuimos no había llegado. Ahí estaba, entrevistando a nombre de canal once, Federico Campbell Peña que estaba esperando la llegada de su mamá Margarita Peña y de Selma Beraud, quien los visitó cada domingo mientras estuvieron presos. Selma y Margarita son muy amigas de Laura Oseguera, la primera esposa de Raúl, y madre de su hijo mayor, Raúl, que no reconocí, porque sólo lo he visto una vez. Carolina Verduzco se quedó fuera del velatorio, me dio algunas notas sobre Raúl que llevaba y que no sé qué les hice. David Vega, el que estaba en el uso del micrófono en Tlatelolco cuando las luces de bengala, nos contó que ahora era maestro y vivía fuera del DF. Otro ingeniero textil, Pepe Valle, el hermano del Búho (quien ya falleció), decía que Raúl se merecía un velorio popular. Edmer Santín y Citlali Hernández acompañaron a Alejandro Álvarez a comer. Mi hermana y yo le dijimos que Raúl y él, siendo primos, eran en realidad hermanos, mientras nos contaba los últimos días de Raúl. Lourdes Velasco, ex esposa de Alejandro, se turnó con Edur Velasco, su hermano, para no dejar sola a Begoña, su mamá. Edur, que ha quedado muy débil después de su huelga de hambre por la defensa de la UAM; y en general, de la educación pública, nos confesó que estuvo horas llorando cuando supo la muerte de Raúl. Se pasó lista de presente a los abogados que los defendieron en el 68, a petición de una mujer de pelo blanco que dijo que fue presa política. El primer nombre que se evocó fue el de Carlos Fernández del Real. Roberto Escudero, que aunque anda enfermo está organizando el homenaje a Revueltas en la UNAM, estuvo en algún momento, igual que Mónica Mora y Mike Breceda, quien fue el que nos avisó del fallecimiento de Raúl. Mike fue amigo y correligionario de Raúl, desde que se conocieron en el Multifamiliar, donde Raúl vivió con sus papás antes de casarse. Manuela, la hija de Raúl, estaba rodeada de afecto. Un cantante, que alguien dijo era hermano de Lucio Cabañas, entonaba con una excelente voz y acompañado de su guitarra, canciones del 68 y revolucionarias. Una mujer lo secundaba a ratos con una voz igualmente como de cantante profesional. No faltó la Internacional, ni los “2 de octubre no se olvida, es de lucha combativa”, ni “Hasta la victoria, siempre”.