Jaime Luis Albores Téllez
La novela Blanco Trópico, de Adrián Curiel Rivera, atrapa al lector desde la primera página, al dejarnos claro que el personaje Juan Ramírez Gallardo, va en busca de la felicidad y que todo lo que hace tiene ese fin. Trabaja arduamente, viaja, escribe, trata de mantener a una familia y sin embargo no alcanza la felicidad, simplemente sus deseos no se cumplen o se cumplen a medias. Y al seguir leyendo empezamos a preguntarnos: ¿habrá algo que no hagamos en busca de la felicidad? ¿Por qué queremos un mejor trabajo? ¿Un nuevo amor? ¿O, ganar un premio en la lotería o en lo que sea? Siempre queremos que algo se cumpla para ser felices. En fin, el autor hace un retrato de los seres humanos a través del personaje al mostrarnos que los deseos de Juan Ramírez Gallardo son válidos para todos, sin excepción, pues todos tenemos deseos, y que se van perdiendo en la cotidianidad
—como le sucede al personaje de Blanco Trópico— sobre todo cuando las circunstancias difieren de la imagen que hemos hecho del deseo.
La novela también es un itinerario, un camino por donde han de pasar los personajes en busca de cumplir sus sueños, y es así que conocemos que Blanco Trópico es una isla extraviada en el Atlántico, rodeada por “Las Antillas y el Caribe, al oeste. Al este, Cabo Verde y las costas de África. Al norte, la inmensidad oceánica. Más arriba, desde los confines polares, Groenlandia amenaza con caer a plomo”. Y es en este lugar donde las circunstancias llevan a Juan poco a poco a la aceptación de su cotidianidad, como una aprobación que se tolera, simplemente porque no hay de otra, y mientras espera un mejor trabajo escribe un libro y cree estar disfrutando los momentos más felices de su vida, pero todo acaba arruinándose cuando ingresa a una universidad para prestar sus servicios y nuevamente no logra conciliar su realidad con sus deseos, al mismo tiempo que vive los vicios actuales de cualquier universidad latinoamericana.
Blanco Trópico es una novela que retrata al ser humano en su búsqueda de la felicidad, y que tal vez podría alcanzarla cuando acepte sus circunstancias en el diario vivir, no con impotencia, sino como un destino que se va formando con los hechos o circunstancias, de los cuales sólo podemos ser observadores desapegados hasta cierto punto, tal y como sucede cuando vemos una obra de teatro. Esta es la sensación que deja el final de la novela, escribo parte del último párrafo: “¿Eso es, entonces? Ya no seré más cuentista ni investigador sino burócrata en Blanco Trópico. ¿Qué es lo que hace exactamente un secretario académico? ¿Podré destripar a Garfio desde mi flamante puestito? ¿Resarcirme del sufrimiento? Por lo pronto saldré de aquí e iré a casa a prepararnos para recibir al huracán Martina…”.
Adrián Curiel Rivera, Blanco Trópico. Alfaguara, México, 2013; 372 pp.


