Es vital para el futuro del país tomar una decisión
Mireille Roccatti
México vive tiempos difíciles. Hace ya casi un mes que estamos inmersos en una grave crisis político social que detonó con la agresión a balazos por la policía de Iguala a un contingente de estudiantes normalistas rurales de Ayotzinapa, y que produjo seis muertos y la desaparición de 43 estudiantes más. Este acto de barbarie agravó la ya muy evidente descomposición que sufría esa entidad por la nefasta infiltración del crimen organizado en los cuerpos policiacos y su innegable cobertura desde el poder político.
Esta crisis, que hoy reventó en Guerrero, ha estado latente desde hace ya un poco más de una década. Su origen es el crecimiento de la delincuencia organizada, en especial el narcotráfico, que extendió sus brazos de hidra en diversos estamentos sociales, desde luego había sentado sus reales en los cuerpos policiacos desde el último cuarto del siglo anterior, cuando mutó de ser una protegida y las propias corporaciones se dedicaron a delinquir y traficar, con apoyo desde el poder político y también con la complicidad de algunos empresarios y comerciantes que hicieron negocios con las exorbitantes ganancias que genera el tráfico de drogas.
La estrategia adoptada desde los años setenta del pasado siglo, influenciada por las decisiones del gobierno estadounidense en la materia, nos llevaron en los últimos sexenios a exacerbar la línea militarista y los métodos empleados en Colombia; los resultados están a la vista, cientos de miles de jóvenes muertos por otros jóvenes enrolados en los cuerpos militares y policiacos, miles de desaparecidos y desplazados. Es triste y lamentable, pero las desapariciones forzadas y las tumbas colectivas clandestinas con decenas y, en ocasiones, cientos de muertos las encontramos en todo el país.
El cambio de régimen trajo consigo una adecuación a la estrategia e incorporó líneas de prevención del delito, complementada con acciones de desarrollo social, que maduran a mediano y largo plazo; con todo, de manera lenta se observa un paulatino descenso de los indicadores delictivos, en especial en los de alto impacto, que sólo los críticos irredimibles niegan.
La terca realidad impone con urgencia un replanteamiento a fondo de la política en materia de seguridad pública. Las condiciones político económicas rozan ya con la razón de Estado. Es un tema de seguridad nacional.
Estimo que debe abandonarse la línea militarista, que se empleó con relativo éxito en Colombia y aquí actualmente, y tomar como referente la decisión adoptada por el Estado italiano, al encontrarse en una crisis similar y destaparse cómo el poder político, los circuitos financieros, empresariales, comerciales y hasta la propia Iglesia se encontraban permeados por la mafia.
La respuesta de Estado en Italia fue total e integral, se procesó y condenó a destacados políticos, como secretarios de los diversos gabinetes de los gobiernos italianos desde la posguerra, entre ellos diversos ex primeros ministros, banqueros, empresarios, jueces y magistrados, y por supuesto policías y militares.
La respuesta del Estado mexicano debe ser contundente, sin cálculos políticos, sin temor de lastimar intereses. Se requiere erradicar de raíz el mal que corroe, junto con la corrupción y la impunidad, el cuerpo de la republica. Es impostergable, porque es vital para el futuro del país tomar la decisión.