Félix Fuentes
Así debió ser. Resolver los conflictos mediante el diálogo como lo planteó el presidente Enrique Peña Nieto. Pero en varios casos ingentes faltó decisión, se dejó correr el tiempo y los problemas se agrandaron.
En política, los tiempos son de precisión. Parece exagerado, pero no se debe perder un minuto en cada asunto, máxime si son fundamentales de la nación.
Hoy, grupos de izquierda y radicales insisten en que la desaparición de los 43 normalistas es un crimen de Estado y lo imputan al régimen peñista. Ese reclamo resonó en las marchas del 20 de Noviembre.
Cierto, funcionarios del gobierno federal incurrieron en omisiones. Gobernación y en particular el Cisen debieron saber cuánto sucedía en Guerrero, en lugares como Iguala, e informar a sus superiores.
Si ningún colaborador del presidente Peña es culpable material de lo sucedido a los estudiantes, la tragedia pudo evitarse si el régimen de Peña Nieto hubiese exigido al hoy gobernador con licencia, Ángel Aguirre, imponer orden en la entidad bajo su mando.
Sobre los desaparecidos, diez mil elementos entre militares, marinos, agentes y personal de inteligencia no han establecido, en dos meses, lo sucedido a los 43. Es el peor fracaso del gobierno federal y paga las consecuencias.
El tiempo perdido dio oportunidad a gente del PRD y a anarquistas para imputar culpas al presidente. No habría ocurrido si desde los primeros días de octubre anterior se hubiese sabido qué sucedió a los normalistas y señalar a los responsables. Pero no llega al final de tan grave problema por incapacidad política y de investigación.
Lo del Politécnico fue otro error gubernamental. Pudo ser suspendido el reglamento propuesto, sin llegar al show de Bucareli, donde el titular de Gobernación, Osorio Chong, dijo sí a cuanto exigieron los alumnos.
Despedida la directora del Politécnico y cancelado el reglamento del conflicto, el subsecretario de Educación, Fernando Serrano, soportó el diálogo durante un mes y creyó que las clases serían reanudadas el martes pasado, lo cual no ocurrió.
Así, un grupo menor impide que 170 mil politécnicos hayan perdido clases en más de 50 días.
Los radicales atizan incendios y la autoridad tarda en sofocarlos. El presidente Peña Nieto dijo que las protestas por los desaparecidos responden a un interés de generar desestabilización y desorden social. Esto es sabido en exceso.
El desorden se debe a la falta de decisiones de Estado y que los conflictos se alarguen, como el de la CNTE, el cual va a cumplir año y medio de diálogo y ya inició otro plantón frente a Gobernación.
En el diálogo debe sentirse autoridad, fuerza de la palabra. Porque si un funcionario se sienta a escuchar insultos y rechazos a todo, el fracaso es inminente.
En el enésimo puente vacacional de este año, Acapulco recibió menos de 50% del turismo. El vandalismo cometido en Chilpancingo e Iguala, sumado a los cierres de carreteras, espantaron a los viajeros.
La situación de miedo se repitió en los demás centros turísticos del país. La gente teme asaltos en carreteras, secuestros, bloqueos, todo ese mundanal de calamidades que de pronto nos cayó encima.
En el gobierno también se advierte temor. Por ello fue cancelado el desfile del 20 de noviembre y en voz baja se dijo que fue por razones de seguridad.
La conmemoración de la Revolución Mexicana fue en el Campo Marte, con accesos cerrados, mientras en las calles y en el Zócalo fueron escuchados insultos graves al gobierno.
Es el panorama del momento y no se le ve pronta solución.
