Nuestros derechos humanos
Yazmín Alessandrini
No es una pregunta relacionada con la reciente partida del entrañable Roberto Gómez Bolaños, Chespirito, y uno de sus personajes más emblemáticos, El Chapulín Colorado, curioso superhéroe que siempre pasaba las de Caín para hacer valer su condición de paladín de los más desválidos.
La interrogante que encabeza esta colaboración tiene que ver directa y contundentemente con aquellos ciudadanos (en los que me incluyo) que día a día, en cualquier punto del país, principalmente la ciudad de México, sufrimos los despiadados ataques, hacia nuestras personas y posesiones, de delincuentes protegidos y solapados por organismos supuestamente defensores de los derechos humanos.
Cierto, la justicia se ha encarecido en nuestro país de varios años atrás a la fecha y los llamados ciudadanos de a pie son presa ya de la desesperación porque a las instituciones y los funcionarios encomenados a impartirla y administrarla, de plano, ya se les hizo bolas el engrudo, lo que ha detonado que los reclamos, protestas y manifestaciones ciudadanos se hayan convertido en verdaderos muestrarios de delincuentes que de maléfica forma se han parapetado detrás de los legítimos usufructuarios de la paz social para vandalizar, destruir y secuestrar la tranquilidad de todos aquéllos que con el rostro descubierto salen a las calles a exigir respuestas a sus autoridades.
Movilizaciones, bloqueos de calles y carreteras, tomas de casetas, destrucción de la infraestructura urbana, asquerosos robos y asaltos a establecimientos comerciales, reducir a cenizas sucursales bancarias, tiendas y vehículos… todo cortesía de cobardes enmascarados que se dicen revolucionarios. ¿Y nuestras autoridades?, ¡bien, gracias!
Ya nadie puede reclamar ni exigir justicia so pena de que estos entes derechohumanistas nos juzguen y nos señalen como enemigos de la democracia y de las libertades individuales. ¿Dónde están los derechos humanos de los que no incendiamos, de los que no destruimos, de los que no robamos, de los que todos los días salimos a la calle para ganarnos el pan de manera honrada, de los que creemos en el cambio a través de la vía pacífica del diálogo y el respeto hacia los demá? ¡¿Dónde están?!
¿Por qué si un ciudadano de a pie comete algún delito (ya sea del fuero común o federal) en automático se va a la cárcel y difícilmente sale de ahí, uno de estos delincuentes solapados hace y deshace en bienes y personas y, al cabo de unos días, mediante el pago de una ridícula suma impuesta seguramente por un juez coludido y el turbio trabajo de un abogado (pagado por el PRD, el PT, Morena o alguna de estas apéndices de la mal llamada “izquierda mexicana”), sale como un héroe de prisión, con cobertura mediática incluida para enseguida seguir haciendo de las suyas? ¿Qué parte de la historia me perdí?
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