EDITORIAL
A México, al sistema político, al Estado, se les olvidó el municipio. Es el eslabón perdido.
Ésa es la razón por la cual estalló Iguala. Eso es lo que explica por qué dejó de ser símbolo de la Independencia para convertirse en unas cuantas horas en emblema de la complicidad con el crimen organizado.
Si “todos somos Ayotzinapa”, también “todos somos Iguala”, porque reflejó con toda crudeza las consecuencias de un grave error que no es coyuntural, sino de esencia, de un equivocado modelo estructural de desarrollo y diseño administrativo.
La asignación del presupuesto, la inversión pública y privada, las reformas, las políticas públicas, los proyectos de todo tipo se diseñan pensando en las grandes urbes. Los funcionarios acostumbran decir que los recursos deben llegar a los centros más poblados.
Pues sí, el sentido común, que luego resulta ser el peor de todos, así lo dicta. Sin embargo, ¡vaya paradoja!, de los 2 mil 440 municipios que existen en la república mexicana, más del 50 por ciento viven en pobreza o en pobreza extrema.
Para decirlo de otra manera, en las poblaciones más alejadas y menos pobladas están concentrados los problemas más profundos de la realidad nacional.
¿No valdría la pena revisar, replantear la forma como hasta hoy la federación y los gobiernos estatales se relacionan política y presupuestalmente con el municipio?
La iniciativa que envió el presidente de la república para disolver los ayuntamientos infiltrados por el narcotráfico provocó todo tipo de críticas y descalificaciones en la oposición.
El PRD dijo en voz de su diputado Miguel Alonso Raya que la reforma presidencial “atenta contra las facultades de los Congresos locales, debilita los municipios y fortalece innecesariamente a los gobernadores”.
Tal vez, en parte, tenga razón el diputado, sin embargo, hoy, en este momento, con o sin reforma, el municipio es monumentalmente débil.
La pobreza y pobreza extrema que existe en 2 mil 12 municipios del país exige que los partidos superen la discusión academicista y la paranoia.
No hemos escuchado hasta este momento una voz que exija revisar de manera integral la figura del municipio. Más aún, llevar a cabo una reforma que pudiera cambiar la estructura económica, política, electoral y social de la institución municipal.
Cambiarla desde lo más complejo hasta lo más simple, pasando por algo que no tenemos los mexicanos y que no existe en el pensamiento político nacional: la cultura del y hacia el municipio.
Abandono —olvido— es la palabra que explica la pérdida de soberanía del Estado mexicano sobre los poblados que hoy controla el crimen organizado.
No hace falta que venga un genio para que nos explique las razones de la violencia.
Pero hay algo final que también se debe decir: el abandono del campo o su desigual desarrollo también radiografía con todo detalle los orígenes de un municipio rural carcomido por el narcotráfico.
El presidente de la república presentó un decálogo de seguridad que tendrá que ser punto de partida para comenzar a discutir el futuro del municipio.