Gonzalo Valdés Medellín
En el Centenario del nacimiento de José Revueltas (1914-1976), resulta más que pertinente emprender un breve recuento acerca de la incursión en el teatro del autor de novelas tan excepcionales para la literatura mexicana del siglo XX, como Los días terrenales, Los errores y Los muros de agua.
La dramaturgia de José Revueltas está integrada por las piezas Israel, El cuadrante de la Soledad, Pito Pérez en la hoguera, Nos esperan en abril y Doña Lágrimas (ésta última aún inédita, junto a la que se considera la primera versión de Nos esperan en abril: Los muertos vivirán).
Con cierta frivolidad, se ha tendido a descalificar y desacreditar al teatro revueltiano con argumentos tales como “falta de teatralidad” o “carencia de una visión escénica”; o bien adjudicándole “confusión” entre los términos propios del teatro y los del guión cinematográfico, debido al oficio que como guionista Revueltas ejerció en gran parte de su vida. En realidad, lo que ocurre, como con muchos otros autores que han corrido con mejor fortuna en la narrativa o el ensayo, incluso en la poesía, a Revueltas se le ha confinado al olvido como dramaturgo.
Por ello, es injustificable que su teatro no sea analizado como se debiera y que, además, el interés por montarlo, aun entre los jóvenes de hoy, sea parco, cuando no totalmente nulo. Muy por el contrario a lo que se reprocha comunmente al teatro revueltiano (su “melodramatismo”), es evidente que una lectura acuciosa y desprejuiciada nos enfrenta a un dramaturgo nada ortodoxo y expresamente anticonvencional en sus contenidos. Al respecto, muchos de sus detractores pretendieron ignorar el ahínco con que Revueltas fusionó experimentalmente —de manera deliberada— técnicas de innovación narrativa y cinética en sus dramas, tal cual lo hizo en sus relatos, cuentos y novelas, como una voluntad estéticamente explorativa, que se tornó irrenunciable.
Heredero del realismo norteamericano —y sobre todo del Tennessee Williams de Un tranvía llamado Deseo quien lo marca en forma notable para la concepción de El cuadrante de la Soledad—, Revueltas contribuyó a su modo en el andar teatral vanguardista del México de los años cuarenta. Incide en la búsqueda del rostro nacional, a través de un teatro que plantea una identidad popular y cívica tasajeada por la Revolución.
Crítica y concientizadoramente enclavado en su momento histórico, el teatro de Revueltas se reafirma en la vigencia de sus señalamientos éticos. Israel, por ejemplo, conmueve por su apabullante denuncia del racismo y la domeñación imperialista, de los horrores de la marginación y el terror que provoca la relegación de negros y mexicanos en Estados Unidos, donde la criminal xenofobia ha provocado actitudes inhumanas que aún ponen en el ojo del huracán el espinoso tema de los valores morales (¿mayor actualidad temática puede seguírsele exigiendo al dramaturgo Revueltas aún hoy?).
La realidad en el teatro de Revueltas juega un papel primordial; sus personajes son arquetipos de los vicios morales, sexuales, políticos, económicos e intelectuales, incluso religiosos, que engendran la debacle de los tiempos modernos. La influencia del expresionismo de August Strindberg, que él aceptó en más de una ocasión, convierte a sus piezas en golpes certeros a la conciencia del espectador.
Pito Pérez en la hoguera y Nos esperan en abril completan el universo circular de observación y denuncia de una realidad “deformada y deformante” que al autor de El Apando y Material de los sueños, le valió la estigmatización en su tiempo.
Si en El cuadrante de la Soledad la estampa urbana entreteje un cosmos psicológico de la marginalidad citadina, Pito Pérez… abunda en la psicopatología engendrada por la miseria, pero que no es menos dolorosa y asfixiante que aquella que se genera entre las clases privilegiadas. Pito Pérez… es quizá la obra más autobiográfica de Revueltas, quien se asume aquí como un ente marginal, pero también automarginado, de un mundo que desconoce como suyo.
Israel es un canto a la libertad y una defensa incondescendiente de los derechos humanos; una honda reflexión antiracista de profundas raíces cristinas y un angustiante grito de alerta contra la represión.
Nos esperan en abril desenmascara con agudeza las contradicciones de quienes osan asumir un carácter contestatario sin renunciar a los dogmas, intereses creados y contubernios con el poder. En esta obra, como en la novela Los errores, “el mal de partido”, una de las obsesiones de Revueltas, sostiene un discurso desesperanzador, pero de libertaria y compulsiva elocuencia.
Hoy que se recfuerda el Centenario del nacimiento de José Revueltas, uno de nuestros más agudos escritores, bien valdría la pena que el valor de su teatro volviera a ser confrontado con la juventud, con el lector y con el público actual.
Las obras han sido publicadas por Editorial ERA y están al alcance de todos. La dramaturgia nos permite reencontrarnos con José Revueltas y revivirlo en la fascinación de su escritura, de su desgarrado humanismo y su visionaria universalidad.