La democracia se nos ha atragantado
Es más fácil luchar por unos principios
que vivir de acuerdo con ellos.
Alfred Adler
José Fonseca
En la mesa política del noticiero de Joaquín López Dóriga en Radio Fórmula, frecuentemente quedan evidenciadas las diferencias con mis compañeros y amigos René Casados y Roy Campos.
Son particularmente intensas las discusiones con Roy, pues para eso son los amigos, para discutir y casi nunca ponernos de acuerdo.
Concedo, sin embargo, que tiene razón Roy Campos cuando sostiene que es tiempo de que los mexicanos decidamos exactamente qué queremos como futuro para el país.
Quizá bastaría para ello ponernos de acuerdo en decidir qué queremos de nuestra democracia y qué entendemos por Estado de derecho.
Empecemos por la democracia. Nos hicieron creer que era la panacea. No es cierto. Es sólo un sistema mediante el cual los ciudadanos elegimos quién nos gobierna, dando así un marco jurídico civilizado para resolver los conflictos políticos, siempre presentes en una sociedad.
Pero la democracia, al involucrarnos a todos en la lucha por el poder, hace que los partidos y sus políticos estén dispuestos a todo con tal de ganar nuestro voto.
Así ocurre en todas las democracias, aun en las más consolidadas.
Si hablamos del Estado de derecho, es un tema que se ha discutido tanto tiempo que parecen siglos. Todos decimos estar a favor de su consolidación, para que así la ley trate por igual a todos los ciudadanos.
A veces uno duda de esa devoción al Estado de derecho. Duda cuando leo de la gran indignación provocada por la exoneración de Raúl Salinas de Gortari. Después de un largo proceso, un tribunal decidió que las pruebas aportadas en su contra fueron insuficientes. Conste, no se pronunció sobre la culpabilidad o la inocencia, sólo concluyó que no hay evidencias para acreditar las acusaciones. Y lo exoneró.
Así es como funciona el Estado de derecho. Hay presunción de inocencia, la fiscalía investiga y aporta evidencias y, de acuerdo con la jurisprudencia y con el marco jurídico vigente, el juez escucha a la fiscalía, a los defensores, y evalúa si la evidencia es suficiente para declarar culpable al acusado. Todo de acuerdo con la ley y la Constitución.
Pero no, como el acusado ya fue juzgado por la opinión pública, en el caso de Raúl Salinas de Gortari lo que se pide al juez es que no cumpla con la ley, que lo declare culpable, aunque las pruebas hayan sido insuficientes.
Por eso sostengo que la democracia se nos ha atragantado y que el Estado de derecho no termina por dársenos, porque aceptarlo significa cumplir con la ley. Nada más, pero nada menos.
Quizás esta temporada de fin de año pudiera ser utilizada para que reflexionemos y empecemos el nuevo año con la decisión de buscar ponernos de acuerdo sobre cómo queremos que sea México dentro de diez, veinte o treinta años. En suma, qué México queremos dejarles a nuestros hijos y nietos.
Como sea, que el mensaje de paz que trajo el Niño que nació en Belén reine en los hogares de mis compañeros de Siempre! y en los de todos los lectores.
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