Complicada la crisis de opinión pública
Pesimista es aquel que cuando puede
escoger entre dos males, elige ambos.
Oscar Wilde
José Fonseca
Es innegable que el entorno internacional, los reacomodos geopolíticos y la volubilidad de los mercados financieros constituyen un desafío a la pericia de los gobiernos, pero a nosotros lo que nos importa es el desafío para el gobierno de México.
Así como los puertos tienen sus pilotos especializados para conducir los buques hasta los muelles donde atracan, con un manejo a base de leves giros de timón que les permiten librar los obstáculos, el gobierno de México habrá de estar atento a las eventuales turbulencias de 2015 y de 2016.
Al mismo tiempo habrá de lidiar con las dificultades de su crisis de opinión pública. Para resolverla necesitará perseverancia, pero también sortear las trampas de la impaciencia meticulosamente cultivada por sus adversarios.
Por supuesto que sería ingenuo suponer que las reformas estructurales no dejarían damnificados. Más ingenuo aún sería no calcular la virulencia de las reacciones de los sectores que se consideran afectados por los cambios realizados. Desafortunadamente hay indicios de que el actual gobierno sí consideró en la ecuación política esas reacciones, pero las subestimó.
Es razonable, por lo tanto, esperar que el gobierno de la república acelere la implementación de las reformas estructurales, y hasta que ajuste algunas de las premisas que llevaron a la aprobación de dichas reformas.
Si esos ajustes exigen reacomodos en el equipo, pues sea.
Porque la crisis de opinión pública será complicada por la sinrazón y las estridencias propias de las campañas por las elecciones federales y locales del próximo 7 de junio, el gobierno de la república está obligado a actuar para que poco a poco se empiecen a notar los resultados esperados de las reformas. Es el único camino para sortear las cotidianas trampas de los malquerientes.
Las acciones son el contraveneno para el insidioso pesimismo que se intenta inyectar entre los y las ciudadanas; son muchos, cada uno por sus propias y egoístas razones, hace tiempo que se envenenaron con su propia bilis y quieren que la sociedad toda se envenene.
Contrarrestar los mensajes pesimistas significa también una responsabilidad para los medios y los comunicadores. Hace casi siete años, durante la entrega del Premio de Periodismo José Pagés Llergo se dijo algo que es válido para medios y comunicadores:
“Debemos precavernos para que el encono, la crispación y el rencor no nos contagien, porque si los periodistas nos contagiamos corremos el riesgo de convertir el oficio en una despreciable tarea de sicarios al servicio de los profetas del odio”.
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