Un radical es alguien con los pies
firmemente plantados en el aire.
Franklin D. Roosevelt
En un año electoral
José Fonseca
Arrecian las críticas y reclamaciones al gobierno del presidente Enrique Peña Nieto. Algunas provienen de grupos que se sienten agraviados por las políticas del actual gobierno. Otras son presiones de grupos internos y externos para posicionarse mejor en eventuales negociaciones con el gobierno.
La mayoría, sin embargo, son las críticas normales, las esperadas en épocas de procesos electorales. No olvidemos que faltan menos de cinco meses para las elecciones en las que, además de renovar la Cámara de Diputados, en 17 estados los votantes tendrán que escoger nueve gobernadores y más de 2 mil alcaldes y diputados locales.
De los políticos, uno debe esperar que sus discursos, declaraciones y críticas reflejen sus prejuicios hacia el partido en el gobierno. Aunque debe reconocerse que muchas de las mentes más lúcidas de la opinión ilustrada y de la opinión informada no dejan de reflejar un antipriismo que a veces parece nublar las inteligencias.
Para algunos fanáticos de la izquierda les parece inmoral negociar con el gobierno priista. Han olvidado la máxima de Lenin sobre cenar o negociar con cualquiera.
Hacia el centro derecha, hay un cierto tufo de intransigencia, como si los ideólogos del centro derecha y de la derecha hubieran sido fantasiosos soñadores y no políticos realistas.
Por supuesto que en tiempos electorales el rol de los partidos de oposición, de sus ideólogos mediáticos, hasta de los más solapados, lo normal es que se oponen al partido en el poder, que peleen en su contra con todo.
Esa es la razón para argumentar que la oposición tiene que oponerse al partido en el poder, oponerse en todo, pelear por todo. Un sofisma.
Lo sorprendente es que hasta los políticos más inteligentes suelen dejar que los prejuicios nublen, oscurezcan su inteligencia. Por eso escuchamos narrativas escandalosas, las que más titulares ganan, como esa que sugiere que los tiempos actuales son como aquellos de las luchas de las guerrillas alzadas contra el gobierno de la república y violentamente reprimidas. Eso no es un despropósito —y lo saben—, es más que una estupidez, es una perversidad que le apuesta a la corta memoria de esta sociedad, pues más de la mitad de los mexicanos del siglo 21 no habían nacido cuando las guerrillas de hace 40 años.
Tienen vocación para la victimización. Cosa que nunca tuvieron los viejos cristeros. Ellos se alzaron contra el gobierno y sabían que el costo se pagaría en vidas. Quedaron agraviados, pero los que conocí no se la pasaron llorando porque el gobierno los derrotó. Gran diferencia.
jfonseca@cafepolitico.com
