Bernardo González Solano

No es la primera vez que cito, para empezar un reportaje sobre un asunto trascendental, las palabras que acompañan las singulares viñetas del caricaturista español que se firma “El Roto”. Las del sábado 10 de enero son de antología. El dibujo muestra a un hombre muerto bocabajo con el brazo izquierdo semiflexionado, y en el globo se lee: “—Dicen matar en nombre de Dios…—¿Y qué dice Dios?…—Hace tiempo que huyó despavorido”. Nada más. Ni falta hace decir que “El Roto” se refiere a la matanza que cometieron tres radicales islamistas de nacionalidad francesa en la redacción parisiense de la revista satírica Charlie Hebdo, además de otros asesinatos en la periferia de la Ciudad Luz, durante tres días que pusieron de cabeza a Francia entera, así como a todo Europa y al resto del mundo occidental. El terror yihadista se cebó en una semana negra en Francia, en cuatro criminales actos que en total sumaron la muerte de una veintena de personas en París y en sus goteras, situó al país galo ante el peor de sus escenarios.

El miércoles 7 del mes y el año que apenas comienzan el mundo recordó, una vez más, que el terrorismo es el talón de Aquiles del siglo XXI. Nadie olvida, al iniciarse el nuevo milenio, los atentados de Al Qaeda, el 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, la capital económica del Tío Sam —el derribo de las Torres Gemelas del World Trade Center—, y en las cercanías de Washington —la capital política del imperio—, el avión dirigido contra las instalaciones del Pentágono, el centro del poderío militar estadounidense. Ahora, al grito de “Alahu Akbar” (“¡Alá es grande!”), el fanatismo religioso —el radicalismo islámico—, dirigió sus propósitos criminales contra el periodismo satírico (con caricaturas y textos analíticos), arrebatándole la vida a cuatro dibujantes (incluyendo al director de la revista que ya había sufrido otro atentado junto a sus compañeros de trabajo), cinco periodistas, dos policías y un economista. En suma doce personas. Otros trabajadores del medio de comunicación están graves, en estado crítico y pueden morir.

Matar a estos personajes de los medios fue fácil. Mientras les disparaban hasta los llamaban por su nombre. Los radicales sabían a quienes iban a asesinar, mientras les disparaban con Kaláshnikov nuevecitas, aceitadas y repletas de balas. Sin duda, asesinar es más fácil que hacer reír. Y sin duda es más fácil matar a las personas que a la risa. Los bárbaros que balearon a los hombres del lápiz y la pluma, aunque causaron mucho dolor e indignación, no lograron su principal objetivo: aniquilar la risa que siempre ha sido lo mas cercano a la libertad, el “bien más preciado que tiene el hombre”, dijera Don Quijote a Sancho. Por eso, el fanatismo y la intransigencia siempre han perseguido a la risa. Ahora, pese al dolor, hay que reírse de los fanáticos radicales islamistas.

En 72 horas, Francia sufrió una de sus peores pesadillas. En un Estado europeo con cinco millones de musulmanes  que además tiene un renaciente Frente Nacional, ultraderechista y xenófobo, con varios miembros de la familia Le Pen al frente, parece resquebrajarse la unidad política convocada por el trastabillante presidente François Hollande frente a una violencia de origen religioso que marca los nuevos tiempos en la problemática Unión Europea.

Recuperada de la sorpresa (que resaltó sus fallas), el sistema antiterrorista francés logró el viernes 9 parar el horroroso baño de sangre matando a tres terroristas —los hermanos Said y Chérif Kouachi, de 34 y 32 años de edad respectivamente, y a Amedy Coulibaly, de 32 años—, en una doble operación en la que también murieron varios rehenes. Por el momento las autoridades francesas pusieron el punto final a la racha terrorista, pero la amenaza yihadista del Estado Islámico (EI) subsiste. Desde hace tiempo el EI lanzó amenazas contra Francia y otros países europeos, además de Estados Unidos de América.

Mientras, la opinión pública francesa reaccionó inmediatamente, así como el resto de Europa y de otras partes del planeta. El domingo 11 de enero, por lo menos 3.7 millones de personas se movilizaron en todo Francia, y solamente en París más de dos millones llenaron el centro de la Ciudad Luz en contra de los asesinatos de los yihadistas de nacionalidad francesa. Esta Marcha Republicana —convocada por las propias autoridades municipales—, ha sido, la más grande manifestación popular en la historia de Francia. Ni la del 26 de agosto de 1944, el día de la Liberación de París, encabezada por el general Charles de Gaulle, el héroe de la Cruz de Lorena, fue tan concurrida: un millón de personas.

En opinión de muchos analistas, la actividad terrorista desarrollada por el radicalismo islámico no terminará pronto, pues aparte de organizaciones como Al Qaeda y sus derivaciones como el Estado Islámico en pleno desarrollo y con enormes recursos económicos, están empeñados en continuar con la Yihad (Guerra Santa) contra los incrédulos pese a todo. Así, el mismo día de los atentados en París, el EI calificó como “héroes” a los asesinos de los periodistas y policías a través de su emisora radiofónica por la Internet, Al Bayán. El locutor anunció que “combatientes heroicos mataron a doce periodistas e hirieron a otros diez que trabajaban en la publicación Charlie Hebdo, en apoyo al profeta Mahoma”. Se acusó además que la revista “no ha dejado de socavar la figura del profeta” desde el año 2003 y subrayó que, entre los fallecidos, “hay dibujantes de caricaturas que se burlaron del Islam”.

El hecho es que antes del brutal y frío ataque terrorista de días pasados en París, doce caricaturas satíricas del fundador del Islam (Alá es Alá y Mahoma su profeta), publicadas por primera vez el 30 de septiembre de 2005 en Dinamarca, fueron la piedra de escándalo de la polémica transformada por los radicales islámicos en casus belli contra Occidente.

Las caricaturas en cuestión ya han dejado tras sí —por disposición de ese radicalismo— un largo rosario de protestas en las calles, soldadas con muertos, ataques contra redacciones periodísticas e intentos frustrados de asesinatos. En defensa del derecho de expresión y de la libertad de prensa, los gobiernos occidentales no se han doblegado ante el chantaje terroristas y no han imputado como delito la publicación de caricaturas o escritos contra las religiones, tal como lo exigen gobiernos de países de mayoría islámica.

Las primeras caricaturas, reproducidas en febrero de 2006 por la revista Charlie Hebdo (de izquierda) aparecieron por primera vez en el periódico danés Jylland-Posten (de derecha), como ilustración satírica de un artículo sobre autocensura y libertad de expresión. Hasta ese momento, ningún caricaturista se atrevía a dar el paso en Occidente por miedo a posibles represalias islamistas. El Islam prohibe la representación de Dios y de su profeta Mahoma, por considerar que puede dar paso a la idolatría; y los fundamentalistas se toman muy en serio esa prohibición. Ojalá también tomaran en serio lo que escribió la pequeña Sana Labide, de 14 años, en la pancarta que blandió en la manifestación dominical parisiense el domingo 11: “Quien mata un hombre…mata a toda la humanidad”, que dispone la sura del Corán, 5. v 32.

La ruta mortal de este tipo de caricaturas todavía seguirá tiñéndose de sangre. Por eso acudieron alrededor de 50 dirigentes de otros tantos países europeos a París el domingo 11, convertida, por algunas horas, la “capital del mundo”, para protestar contra el terrorismo islámico. No hizo acto de presencia Barack Obama, pero sí Angela Merkel. VALE.