El rey de Arabia Saudí, Abdalá Bin Abdelaziz al Saud, falleció este jueves por la noche en Riad a los 90 años; el monarca fue ingresado en el hospital, el pasado 31 de diciembre, por una neumonía, desde entonces los rumores sobre su salud persistieron, a pesar de que los medios saudíes informaban casi a diario de visitas de miembros de la familia real intentando transmitir una imagen de recuperación.

La televisión estatal difundió un comunicado oficial de la Casa Real saudí en el que anunciaba su muerte; poco antes había interrumpido la programación para emitir versos del Corán. Su sucesor será su medio hermano Salman, de 79 años.

Abdalá era hijo de Abdelaziz y descendiente de Saud, que es lo que significan los nombres que siguen al suyo propio, en referencia al fundador del moderno Estado saudí y al precursor de la dinastía, respectivamente, aunque cuando nació no existía un registro, luego se dijo que había nacido en 1924, seis años antes de que la unión de los reinos de Nachd y Hiyaz diera lugar a Arabia Saudí.

Abdalá sucedió como rey a su medio hermano Fahd, en agosto de 2005, pero, en realidad, estaba a cargo del mayor productor y exportador de petróleo desde que éste sufriera una embolia cerebral una década antes.

Austero en sus gustos y alejado de los escándalos que solían acompañar otros miembros de la familia real, Abdalá se esforzó durante su reinado por mejorar la imagen de su país; no fue una tarea fácil, principalmente después de los atentados del 11-S.

El descubrimiento de que 15 de los 19 autores de los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono eran, al igual que el extinto Osama Bin Laden, saudíes, hizo que se etiquetara a Arabia Saudí de “cuna del terrorismo islamista”.

Abdalá, que tuvo una educación tradicional en una escuela coránica, se convirtió en heredero en 1982, entonces ya contaba con una base de poder en la Guardia Nacional, la milicia tribal formada para proteger a la monarquía, que dirigió desde 1962 y cuyo mando sólo traspasó a su hijo Mitab en mayo de 2013; también fue durante algún tiempo viceministro de Defensa.

Asumió la regencia en 1996, su modo de vida discreto en comparación con otros príncipes, su reputación de incorruptible y su sensibilidad para las causas árabes suscitaron en Estados Unidos y Europa el temor de que adoptara una política exterior nacionalista y ultrarreligiosa; valores que despertaban simpatías entre los saudíes.

Convencido de la necesidad de reformas económicas y sociales, o al menos bien asesorado por su equipo de tecnócratas, lo cierto es que al hacerse cargo del reino restringió los gastos tanto en el Gobierno como en la Corte; también introdujo Internet (cuyos contenidos luego se intentarían controlar), habló en alto sobre la dignidad y los derechos de la mujer, e impulsó una ley de inversión extranjera, aprobada por los empresarios.

Cuando se produjeron los atentados del 11-S, Abdalá rechazó las críticas internacionales al régimen saudí resultado del “rencor contra el islam”, pero acudió en apoyo de su aliado EU con petróleo.

Dos años más tarde, el terrorismo golpeó el reino, entonces, el instinto de supervivencia de los Al Saud se antepuso a la histórica alianza de la familia real con los ulemas, que había permitido el florecimiento y difusión de una de las interpretaciones más oscuras y radicales de esa religión. Abdalá reforzó un proceso de reformas aplaudidas y criticadas tanto en el interior del país, como en el extranjero.

Nada más ascender al trono, liberó a varios disidentes, tendió la mano a la minoría chií, prometió mayores derechos para las mujeres y abrió el país a la inversión extranjera; enseguida se verían los límites a tal situación.

Cada paso adelante, chocaba con la oposición radical del búnker religioso y los procesos (diálogo nacional, centro internacional para la lucha contra el terrorismo, etc.) fueron estancándose; los cambios necesarios sólo se han llevado a cabo en el límite, como sucedió después de los atentados de 2003.

“No me veo a mí mismo como un líder que simbolice la reforma, tal como me describen en los periódicos; soy un hombre sencillo”, confío a esta enviada durante una entrevista en 2007.

De hecho, hasta su muerte ha seguido siendo el representante de una monarquía absoluta que tiene pendiente la incorporación al proceso de toma de decisiones de una clase media cada vez más numerosa y crítica con el sistema.

Incluso en ausencia de voluntad modernizadora de la familia real, los cambios demográficos, sociales y políticos exigen abrir el Gobierno a la participación ciudadana.

Aun así, Abdalá ha dejado su legado en la universidad que lleva su nombre King Abdullah University for Science and Technology, una de las mejores dotadas del mundo y donde no se aplica la segregación que impera en el resto del país, y en la decisión de abrir las puertas del Consejo Consultivo a las mujeres.

Dar contenido legislativo a esa Cámara y hacerla electiva por sufragio es una de las tareas pendientes, como lo es también romper con el tabú de que las mujeres no puedan conducir, una prohibición que se ha convertido en símbolo del anacronismo saudí.

Su muerte evidencia la urgencia a la necesidad de que Reino del Desierto modernice el sistema sucesorio para rejuvenecer a sus gobernantes y conectar con los ciudadanos.

A diferencia de las monarquías europeas, el trono saudí no lo hereda el primogénito del rey fallecido sino que ha ido pasando de uno a otro de los hijos (varones) de Abdulaziz por orden de edad, salvo algunas excepciones.

Abdalá se convirtió en rey con 81 años en un país donde dos tercios de la población tienen menos de 30, sus dos primeros herederos, los príncipes Sultán y Nayef, murieron antes que él y aún quedan vivos varios de sus 42 hermanos. El monarca ahora fallecido tuvo 15 hijas y 7 hijos de sus cuatro esposas.

Salman: el nuevo rey Saudí

El nuevo rey de Arabia Saudí, Salman, de 79 años, prometió continuismo a sus súbditos y a sus aliados en una comparecencia televisada, “seguiremos adhiriéndonos a las políticas correctas que Arabia Saudí ha seguido desde su fundación”, dijo este viernes el que fuera gobernador de Riad y miembro desde hace años de la cúpula gobernante.

Salman ha sido ministro de Defensa desde 2011, Arabia Saudí participa junto a aliados árabes y occidentales en los ataques aéreos para tratar de frenar al autoproclamado Estado Islámico en Siria; en ese contexto, Salman declaró en su discurso, “las naciones árabes y musulmanas tienen gran necesidad ser solidarias y estar cohesionadas”.

La rápida actuación de Salman parece querer acallar los rumores sobre su estado de salud, los saudíes han sido convocados a presentar su compromiso de lealtad al nuevo monarca.

El anuncio sobre la sucesión se produjo poco antes del entierro de Abdalá, tras las plegarias de mediodía, uno de los hombres más ricos de la historia, fue enterrado en una tumba sin nombre envuelto en una mortaja blanca en el cementerio de Riad, donde están enterrados muchos de sus súbditos.

Líderes árabes y musulmanes han decretado jornadas de luto y varios de ellos han cambiado inmediatamente sus planes para desplazarse a Arabia Saudí; el rey Abdalá de Jordania ha cancelado su viaje a Davos, el presidente egipcio, Abdelfatá al Sisi, ha acortado su presencia en el foro suizo y el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha cancelado una visita a Somalia para dirigirse a Riad.

Argelia ha anunciado que su delegación no estará encabezada por el presidente, Abdelaziz Buteflika, ausente de la vida pública por motivos de salud, sino por el presidente del Consejo de la Nación, Abdelkader Bensalá.

El Rey de España, por su parte, viaja este sábado a Riad para asistir a las exequias del rey Abdalá; tanto Juan Carlos I como Felipe VI han enviado un telegrama a Salman en el que expresan su pesar y su compromiso de reforzar los lazos de amistad y cooperación que unen a ambos países.

También sucesión de príncipe saudí

El monarca saudí también resolvió la sucesión de la monarquía al designar como segundo en la línea al trono a su sobrino Mohammed Bin Nayef; el salto de los hijos del fundador del reino, Abdelaziz al Saud, a la tercera generación era una de las dudas que alentaba la especulación sobre luchas en el seno de la familia real. Mohammed sucederá al actual príncipe heredero, Muqrin, y se cierra el debate sucesorio para los próximos años.

El nombramiento confirma a Mohammed Bin Nayef, nacido en Yeddah en 1959, como el príncipe saudí más poderoso de su generación. De acuerdo con el decreto, difundido por los medios oficiales, está previsto que se mantenga como ministro de Interior, un puesto que su padre, Nayef, ejerció durante 37 años y al que accedió meses después de que éste falleciera hace dos años cuando era príncipe heredero.

El primer nieto de Abdelaziz en acceder a línea de sucesión estudió Ciencias Políticas en Estados Unidos y se especializó en asuntos militares y de lucha contra el terrorismo, terreno en el que ha cultivado su base de poder y su prestigio, ampliado por un intento de asesinato de Al Qaeda en 2009.

Esa dedicación le ha dado fama de hombre duro, pero analistas y diplomáticos admiten desconocer su postura sobre el principal reto que afronta el reino: cómo reconciliar el cambio social y las exigencias de una población muy joven con las tradiciones ultraconservadoras del país.

Bin Nayef, cuyo hermano Saud fue embajador en España, pertenece a la influyente rama familiar de los Sudairi, siete de los 42 hijos de Abdelaziz, nacidos de una de sus esposas favoritas, Hasa al Sudairi; desde que Abdalá relevará a Fahd a su muerte en 2005, han tratado de asegurar para otro de los suyos el camino al trono.

Con una actitud que parece querer equilibrar el peso de las distintas ramas familiares, el rey Salman también ha nombrado a su hijo, el príncipe Mohamed Bin Salman, como nuevo ministro saudí de Defensa, que mantendrá su cargo de jefe de la Corte Real.

El comunicado oficial destaca también que el resto de los ministros se mantendrán en sus cargos, además, el heredero, Muqrin, ha sido designado vicepresidente de la Shura, una cámara designada sin poderes legislativos.

Obama enaltece “cálida relación”

La Casa Blanca tardó menos de una hora, desde que se anunció la muerte del rey de Arabia Saudí, Abdalá Bin Abdelaziz al Saud, en difundir un comunicado de condolencia del presidente de Estados Unidos, Barack Obama; la rapidez refleja la alianza estratégica entre ambos países, aunque se haya mejorado en los últimos años.

Obama enalteció la contribución del monarca a la búsqueda de la paz en Oriente Próximo y a la promoción educativa en Arabia Saudí, “siempre valoré la perspectiva del rey y aprecié nuestra genuina y cálida relación”, señaló el presidente.

Obama destacó la “convicción” de Abadalá de que la relación entre Washington y RIAD, que calificó de “cercana y fuerte”, supone una “fuerza de estabilidad y seguridad” en Oriente Próximo y en el mundo.

El presidente vio por última vez al rey en marzo pasado cuando hizo una visita fugaz a Arabia Saudí tras una gira por Europa, que buscaba revertir el malestar que había causado en Riad la posición de Washington respecto a las revueltas de la Primavera Árabe, y su política hacia Irán y Siria; EU admitió que surgieron “diferencias tácticas” durante la reunión, pero que ambos países destacaron el componente estratégico de su relación.

La seguridad es clave en la relación, como demuestra la contribución saudí a la campaña de bombardeos contra posiciones del grupo yihadista Estado Islámico en Siria o el hecho de que se haya ofrecido a acoger el entrenamiento estadounidense a rebeldes sirios moderados.

En el pasado, el suministro energético era otro elemento central, pero el boom petrolero que vive EU, gracias a la técnica de la fracturación hidráulica, ha disminuido su dependencia del mayor exportador de petróleo del mundo.

La decisión de Arabia Saudí de mantener su nivel de producción de crudo, pese al desplome de los precios en las últimas semanas, es percibida como un pulso para expulsar del mercado a los nuevos productores estadounidenses.

Al mismo tiempo, la menor dependencia energética, Washington se ha referido duramente sobre las vulneraciones de derechos humanos en el país árabe; el Departamento de Estado instó hace dos semanas a Riad a no aplicar una condena judicial a un bloguero opositor, la primera ronda de castigo se efectuó al día siguiente, pero la segunda se pospuso.

Información de El País, España