Sara Rosalía

 En su columna que escribe desde París, la escritora Vilma Fuentes comenta una novela Sumisión, de Michel Houllebecq, quien incursiona en lo que ha dado en llamarse política-ficción: Imagina que en el año 2022, que está más cerca de lo que suponemos, Francia está gobernada por un presidente musulmán. Su autor, como muchos hoy, asegura, muy quitado de la pena, que: “La gente crea polémicas para vender sus programas de televisión, cierto tipo de revistas… Yo utilizo eso, pura y simplemente, porque soy entrevistado en esos medios y hablan de mi obra según esos mecanismos”. No es casual que Vilma Fuentes, al comentar su obra, la catalogue en el tipo de libro-kleenex y aclare, desechable. Apenas Houllebecq anunció el tema de su novela, los medios cayeron sobre él con entrevistas que se sucedían una tras otra sin que faltaran las acusaciones de islamófobo, vale decir “el que odia el Islam”.

La mala suerte (aunque no tal vez para las ventas) fue que el día en que la novela se colocó en los estantes de las librerías, fue el miércoles 7 de enero. Sí, el día en que a las 11 de la mañana, los hermanos Said y Cherif Kouachi, con fusiles A K 47, una escopeta y un lanzagranadas, irrumpieron, embozados, y al grito de “Ala es grande” y “Vengamos al profeta Mahoma”, abrieron fuego contra la junta de redacción de la revista satírica Charlie Hebdo. Entre los muertos, cuatro de los famosos caricaturistas (Cabu, Tignous, Georges Wolinsky y Philippe Honoré, además del editor en jefe Stéphane Charbonnier, “Charb”. También murieron una columnista, Elsa Cayal y Michel Renaud, un economista (por cierto amigo de Houllebecq) que desafortunadamente había sido invitado a esa junta. Dos policías, una escolta de Charb, un conserje, otro empleado del edificio y un transeúnte también murieron. Los heridos sumaron una docena, entre ellos una mujer que chocó su automóvil con el Citroen robado cuando los hermanos Kouachi huían.

A las dos y media de la tarde, miles de franceses se manifiestan en la calle con la consigna, repetida en pancartas y voces, de Todos somos Charlie y con bolígrafos en alto simbolizaban la libertad de expresión.

Como es sabido, otro islamista, Hamyd Mourad, después de disparar contra dos policías, se entrega a las autoridades a las 2 de la madrugada del jueves 8 de enero y reveló los nombres de los atacantes. Ya de día, ese mismo jueves, una persona, al principio se habla de una pareja, toma 5 rehenes en un supermercado de comida kosher y demanda el cese de la persecución de los hermanos Kouachi. Un fuerte desplegado militar acaba con la muerte de cuatro de los rehenes y el secuestrador, Amedig Coulibaly, el viernes 9. Ese mismo día, y casi a la misma hora, fueron abatidos los hermanos Kouachi en una imprenta en donde se habían refugiado.

La marcha de repudio, encabezada por el presidente francés Francois Hollande, reunió millón y medio de personas encabezada por unos cincuenta líderes mundiales. Sin embargo, las protestas también fueron numerosas y no sólo se manifestaron en Níger, Pakistán, Jordania y Líbano, sino que numerosos intelectuales en el mundo señalaron el carácter xenófobo de algunos líderes mundiales y muchos, contrastaron la libertad de expresión con la intolerancia religiosa o simplemente intolerancia a otras costumbres. Se atentó contra iglesias cristianas (con victimas) y también contra mezquitas. Por cierto, Charlie Hebdo ha publicado caricaturas ofensivas contra la virgen María y éstas, en efecto, no han ocasionado ningún atentado, pero habría que preguntarse si hubiera sido así en otros tiempos o en otras latitudes geográficas. Charlie Hebdo tira en Francia 60 mil ejemplares, pero ahora se calcula se venderá en millones en unos 16 idiomas.

Vilma Fuentes aporta otro dato fundamental, hay seis millones de musulmanes franceses. Cuando a quien esto escribe le preguntaron en una entrevista, en días previos al año 2000, cuál consideraba el fenómeno cultural más importante del nuevo milenio, respondí sin titubear: el neonomadismo. Me refería a las oleadas humanas que van de un país a otro en busca de trabajo: los peruanos que viajan a Tokio, los migrantes latinoamericanos que se dirigen a Estados Unidos, los españoles que se trasladan a Alemania. Ese choque de culturas es lo más importante de nuestro tiempo. Chocan, con la cultura receptora, los hombres y mujeres que llegan a vivir en las capitales de los mercados continentales. Los migrantes viajan sin ninguna posesión material, pero se trasladan con su cultura a cuestas y se encuentran (se tropiezan) con otras, como ya se dijo, la del país al que llegan y las de los otros migrantes. Lo fundamental de las culturas de un grupo social son la religión, la comida, la vestimenta, las costumbres todas.

Cuando se presentó la discusión del supuesto fin de las ideologías, de inmediato, con la mente en el neonomadismo, pensé la ideología que va a predominar (y que hay que combatir) es el racismo. En Francia, país por cierto en donde surge la palabra chovinismo (del apellido Chauvenne) para referirse al ultranacionalismo, se prohibieron las manifestaciones antiislámicas que ya se apresuraban a organizar los grupos de ultraderecha neofascistas. Estas agrupaciones, por cierto, han quemado en Alemania edificios habitados por migrantes. El New York Times acaba de pintar su raya respecto de Charlie Hebdo al decir que sus caricaturas “son una ofensa innecesaria”. En efecto, hay que poner en balance la libertad de expresión, pero igualmente la libertad de cultos y la tolerancia religiosa.

No tengo el dato preciso, pero creo que en Francia, por razones de seguridad, está prohibido cubrirse el rostro a las mujeres musulmanas. A las mujeres occidentales les está prohibido no cubrirse la cabeza en Irán, (donde, por cierto, son persas, no árabes). En la globalización, el mayor peligro es la intolerancia a otras culturas y la mayor riqueza de los pueblos es igualmente su cultura.