Michel Duquesnoy*
(Segunda de tres partes)
Amalgamar a los musulmanes y ridiculizarles en lo que ellos estiman como parte integral de su ser tanto social como íntimo –su devoción total, su sumisión a su religión-, no es combatir el extremismo violento y aterrador de una minoría, sino atizar el resentimiento entre la mayoría.
Veamos que en la sociedad francesa y europea en su aplastante mayoría, el musulmán inmigrado aún establecido desde varias generaciones, es tornado en objeto de burla, reprobación y rechazo por los medios masivos, por (buena) parte de una clase política que sólo se distingue por su mediocridad así como por la ciudadanía formateada en su insípida falta de mirada crítica. De ahí a estigmatizar y humillar a estos estratos de la población en cada rumbo de la vida cotidiana, el paso se franquea fácilmente. La historia europea de la primera mitad del siglo XX es repleta de este tipo de “caricaturas”. Y todos conocemos el drama de las “soluciones finales” que acabaron con la vida de millones de seres humanos.
Francia es una de las naciones del planeta más implicada en guerras: Irak, Siria, Libia, Afganistán, Mali, Chad, etc. Con el falaz pretexto de defender la libertad y una soberbia manera de sembrar la muerte y la desolación, pugna por mantener sus privilegios y saqueos en la extracción de minerales estratégicos. ¿Quién evaluó en sus justas consecuencias la declaración del presidente François Hollande cuando se proclamó “amigo perpetuo” de Israel, en 2013? Ello en la continuación de su predecesor Nicolas Sarkozy… Ambos coincidiendo con los dictados de la política imperialista neocapitalista preocupada de robustecer el eje de fortalecimiento incondicional al Estado sionista gobernado por Netanyahu, como base de control en la región. De otro lado, el Estado francés apoya incondicionalmente las petromonarquías poco democráticas del Golfo. Como lo planteaba en su momento Ramón Grosfoguel en su reflexión sobre los atentados a las torres gemelas en Nueva York, cuando un gobierno imperialista, masacra a millares en nombre de la libertad o financia a dictadores o gobernantes asesinos, no hay porque extrañarse que “algún día alguien le pase la cuenta”, de acuerdo con la revista Nueva Sociedad en su artículo de Colonialidad global y terrorismo antiterrorista, No.. 177, del 2002.
La islamofobia refleja unos reflejos incontrolables y miedos gregarios alimentados por el terror primal al otro, a lo desconocido y a lo diferente. ¿Quién nos habla de las vejaciones que enfrentan diariamente los musulmanes en los países europeos? ¿Quién se conmueve verdaderamente de los insultos que se vomitan sobre las mujeres que hacen del chador su signo identitario? ¿O de las adolescentes que se segrega por tener faldas largas? ¿Son aceptables los controles policiales abandonados a la sola apreciación de las facciones supuestamente “árabes” de o de la que sólo le queda doblegarse a la arbitrariedad del agente?
*Antropólogo de la Universidad Bernardo O Higgins, Observatorio Regional de Paz y Seguridad
Santiago, Chile.