El derecho de ser candidato
Humberto Musacchio
Rasgamiento de vestiduras, burlas y descalificaciones ha desatado la posible candidatura del futbolista Cuauhtémoc Blanco a un puesto de elección. La Federación Mexicana de Futbol (FMF) ya salió a declarar que “el Cuau”, como le dicen sus admiradores, tendrá que escoger entre el futbol y la política porque así lo dicen sus normas, las del negocio de las patadas.
Para respaldar su dicho, la FMF —¡faltaba más!— invoca un peregrino “principio de neutralidad” y cita su Estatuto Social y Código de Ética, según el cual “cualquier integrante del futbol federado… tendrá que elegir entre el ejercicio de las actividades relacionadas con el futbol o el activismo político o religioso, a efecto de no contravenir dicho principio de neutralidad”.
Es que, sabe usted, en la cancha “cualquier integrante del futbol federado” puede coser a puntapiés a sus rivales, partirle una ceja de un golpe de cabeza o dejarlo sin nariz con un buen codazo. Importa poco que ese empleo de la violencia constituya delito fuera de las canchas, porque sobre el césped manda la Federación, el negocio, pues.
Para la FMF, que organiza, promueve y gana con la violencia, se vale invocar el principio de neutralidad en política o religión, pues ¿qué tal si un buen día resulta que los Xolos de Tijuana o los Jaguares de Chiapas son equipos formados por puros protestantes y se enfrentan al Atlas o a las Chivas, que tienen sede en una urbe archicatólica como Guadalajara? En la lógica de la Fede, un partido nocturno entre esos equipos sería poner en escena la noche de San Bartolomé, y la sangre salpicaría el principio de neutralidad.
¿Y qué tal si el Cruz Azul estuviera formado por puros comunistas y se enfrentara al América, representante como ninguno de los poderes del capital? Entonces, sin necesidad de invocar a Karl Marx, presenciaríamos uno de los episodios más enconados de la lucha de clases, y eso también contraviene el principio de neutralidad.
Los alegatos de la Federación son absurdos y resulta anticonstitucional restringir los derechos de un trabajador (el futbolista lo es, aunque gane mucho dinero) invocando la neutralidad obligatoria en un país donde existe libertad religiosa, el derecho de militar en uno u otro partido y ser candidato a puestos de elección cumpliendo con las condiciones que establece la propia Carta Magna, no los reglamentos de la Federación futbolera.
Por supuesto, nadie sabe si Cuauhtémoc Blanco será un buen alcalde de Cuernavaca o resultará tan malo como sus antecesores, pero tiene todo el derecho a ocupar el cargo. Salvo la clase política, que gusta de cocerse en su propio jugo, los mexicanos queremos ciudadanos politizados y participantes en la cosa pública. Bienvenidos, pues, los futbolistas como el Cuau, músicos como Jaime Rodríguez Calderón, el Bronco, payasos como Guillermo Cienfuegos, Lagrimita, o actores como Carlos Villagrán, el Quico del Chavo del Ocho. Nadie les puede quitar ese derecho ni tomar represalias contra ellos por ser candidatos. Bájenle a la prepotencia partidocrática y futbolera.