Declaraciones de el Cepillo
Félix Fuentes
Antes de cumplirse cuatro meses de la desaparición de los 43 normalistas, el gobierno federal debió enviar a los medios del mundo la declaración de Felipe Rodríguez Salgado, “el Cepillo” o “el Terco”, por ser el testimonio más sólido de lo sucedido el 26 de septiembre en Iguala, Guerrero.
El homicida confeso, capturado en el estado de Morelos, afirmó que él y varios de sus cómplices “mataron a balazos a unos 15 normalistas de Ayotzinapa que le entregaron con vida jefes policiacos de Iguala y Cocula”.
Según “el Cepillo”, cuando eso sucedió “ya habían muerto por asfixia” al menos 25 estudiantes y sus cadáveres fueron trasladados en un camión de redilas.
Confeso en la PGR, Rodríguez Salgado precisó que el día de la matanza recibió una llamada en su celular del Cabo Gil (Gildardo López, lugarteniente del líder de la mafia Guerreros Unidos, Sidronio Casarrubias) y éste le ordenó “moverse con su gente a la entrada de Iguala para que lo apoyara” porque mantenía un enfrentamiento con Los Rojos, adversarios de Guerreros Unidos.
Aceptó “el Cepillo” que con “el Pato”, “Jona”, “Bimbo”, “Duvalín”, “Huasaco” y “Guerreque” llegaron a la Loma de Coyotes, donde los esperaban “Cabo Gil” y los mandos de las policías de Iguala y Cocula, en cinco patrullas y una camioneta blanca de redilas, donde tenían a los jóvenes.
Agregó el homicida que subieron a los normalistas al camión en que “unos 25 ya iban muertos por asfixia”, y se dirigieron al basurero de Cocula, donde ejecutaron a balazos a “unos 15 que quedaban vivos”.
Según esa versión, en la madrugada del 27 de septiembre empezaron a incinerar los cuerpos inertes, y a las 17:00 horas del mismo día, “no acababan de calcinarlos”.
Horas después, continuó el asesino, “limpiaron las cenizas y recogieron algunos restos que colocaron en bolsas negras de plástico y las lanzaron al Río San Juan de Cocula.
La declaración de “el Cepillo” coincide con las de policías y algunos Guerreros Unidos, capturados días después del homicidio colectivo.
O sea, inmolados los 43 estudiantes, sus cuerpos fueron quemados y los escasos restos de la fogata terminaron en el Río San Juan.
Es brutal decirlo así, y funcionarios de Gobernación y de la PGR no se han atrevido a hacerlo, de frente, ante familiares de las víctimas. De inmediato debieron señalar a los responsables, a perredistas y narcotraficantes.
Presuntos maestros de la CETEG y la Sección 22 oaxaqueña, alineados a la CNTE, aprovechan el dolor de los padres de estudiantes para exigir al gobierno de Peña Nieto la “aparición con vida” de los victimados, lo cual no sucederá.
José Mora preguntó: “¿Qué sentirían los del gobierno federal si fueran sus hijos?”. Acusa al régimen de Peña Nieto y pasa por alto a los perredistas.
El vocero de las familias en desdicha, Felipe de la Cruz, afirmó: “Todo es un montaje y los normalistas están vivos… vamos a revisar todos los cuarteles”. Falsea. Infortunadamente, los estudiantes fueron ultimados, según declaraciones de los homicidas.
Son engañadas las familias con la historia de culpar por “desaparición forzosa” al exalcalde José Luis Abarca y a sus esposa, María de los Ángeles Pineda. De todos modos van a ser condenados a más 100 años de prisión.
En una marcha se pidió que los policías detenidos en Iguala y Cocula sean puestos en libertad. A este punto de confusión se ha llegado y los jefes de familia se aferran a lo imposible, la aparición con vida de sus hijos.
En las marchas del lunes pasado hubo otra novedad: el bloqueo de las elecciones en Guerrero, mientras continúan los atracos en las casetas de peaje.
Los bloqueos en el Distrito Federal son consecuencia del caos imperante y los capitalinos pagan culpas que no deben.
