Ahora sus críticos van a decir…
En política, lo importante no es
tener razón, sino que se la den a uno.
Konrad Adenauer
José Fonseca
Decidió el presidente Enrique Peña Nieto no esperar a que el Congreso apruebe un sistema anticorrupción y lanzó una serie de medidas ejecutivas para enfrentar la ofensiva desatada con acusaciones de conflictos de interés.
Se ha desatado una oleada de críticas porque la investigación sobre eventuales conflictos de interés la vaya a realizar la Secretaría de la Función Pública, para la cual designó a Virgilio Andrade.
Se critica que un miembro del gabinete realice tan investigación. Quizá tengan razón, aunque es injusto que la sinrazón y la mal fe pongan en tela de juicio la integridad del nuevo funcionario. Sin embargo, es la única vía institucional, en tanto no se cree la fiscalía anticorrupción que contempla la iniciativa en poder del Congreso.
No hay que perder de vista que la susodicha fiscalía, al formar parte de la Fiscalía General de la República, gozará de autonomía. Esa sería una vía para la investigación, pero en tanto no exista, sólo quedan la Secretaría de la Función Pública y la Auditoría Superior de la Federación.
Mientras, nada más se puede hacer. Nada nuevo que una poderosa corriente de opinión de los medios cree la percepción de que todo está podrido. Nada nuevo, pues hace mil 600 años, el filósofo Estobeo de Macedonia lamentó: “desgraciadamente la opinión tiene más fuerza que la verdad”.
Ante esa realidad, el gobierno peñista tiene que lidiar con las realidades legales y constitucionales, mientras que sus implacables críticos se atrincheran en aspiraciones máximas e ideales absolutos.
Y lo peor, parecen desconocer que el contexto político y, peor aún, se niegan a desconocer la sola posibilidad de que sus ideales absolutos sean debatibles. Es la táctica del todo o nada.
Hoy sobran quienes, por protagonismo, por convicción o por seguir la corriente, rechazan lo que haga el presidente Peña Nieto.
Quizá olvidaron los miembros del equipo de Los Pinos que todas las decisiones políticas tendrán resistencia. Ese error de cálculo los coloca en la incomodidad en que nada que hagan puede satisfacer a sus adversarios o críticos.
Como el cuento narrado aquí, el cual decía que si el presidente atraviesa la bahía de Acapulco caminando sobre las aguas, sus críticos dirán: “Lo ven, Peña Nieto no sabe nadar”.
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