Más de 300 mil personas visitaron la exposición Códices de México: Memorias y saberes, en el Museo Nacional de Antropología con motivo de los 75 años del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y los 50 años del Museo.
Entre los valiosos códices estaban la Tira de la Peregrinación (azteca) o códice Boturini (desde la salida de la mítica Aztlán hasta el encuentro del águila y el nopal), el del médico Martín de la Cruz o códice Badiano sobre plantas medicinales (restituido por Juan Pablo II), la Matrícula de Tributos (a los mexicas) un híbrido escrito como códice pero con frases en español y en forma de libro). Otros códices que pudieron apreciarse fueron el Colombino (mixteco), el Sigüenza, el García Granados (con el nopal genealógico de señores de Tenochtitlan y Tlatelolco), el Lienzo de Coixtlahuaca (que establece linderos), el Huamantla (sobre los otomíes), las Genealogías de Tlaxcala, el Dehesa de Oaxaca y el de Huejotzingo (sobre abusivos impuestos de los españoles).
Dos libros del Chilam Balam y el de Chimalpain, que, como se sabe relata la fundación de México-Tenochtitlan y fue recientemente recuperado por el gobierno mexicano. La obra está integrada por tres volúmenes que reúnen manuscritos del siglo XVII de Domingo Chimalpain y otros autores, y de Fernando de Alva Ixtlixóchitl, ambos historiadores de ascendencia indígena. Se compraron los libros a la Sociedad Bíblica de Londres, por intermedio de la casa de subastas Christie´s en 14 millones y medio de pesos Los tres volúmenes llegaron a México apenas en agosto de 2014. Los expertos que intervinieron fueron Miguel León Portilla, Baltasar Brito, Alfredo López Austin y Eduardo Matos Moctezuma. Se ocupó de la transacción César Moheno, secretario técnico del INAH. Habían salido del país hace 187 años como un intercambio de José María Luis Mora con un representante de esa sociedad bíblica a cambio de un conjunto de biblias protestantes que se emplearían para alfabetizar.
Si usted está a punto de llorar por haberse perdido semejante exposición, no se preocupe, la puede ver, aunque sólo sea virtualmente, y no de bulto, en la siguiente dirección: www.inah.gob.mx y a disfrutarla.
Sergio Pitol, hospitalizado
Si hay un escritor que admiro es él. No me gustan (peor para mí) ni La vida conyugal, demasiado fársica para mi gusto, ni Domar a la divina garza porque le rinde demasiado culto a Bajtin. (Y esto a pesar de que creo en lo que dijo Carlos Monsiváis cuando presentó algún libro de Sergio: los críticos detectan la influencia de Bajtin en la obra de Pitol, pero yo lo conocí antes de que leyera a Bajtin y ya era y escribía así). Si esas dos novelas que mencioné al principio de este párrafo no me gustan, sus primeros y enigmáticos cuentos, su autobiografía toda, muchos de sus ensayos y El desfile del amor, me parecen, para decirlo en breve, obras maestras (gozables). Por cierto, esta última novela, mi preferida, le valió, al ahora Premio Cervantes, como dicen el Nobel de la lengua española, el Premio Herralde que lo consagró.
Hospitalizado por una úlcera gástrica, su enfermedad se convirtió en una disputa sobre sus facultades mentales. Uno de sus primos, Luis Demenegui, aseguró que el neurólogo ordenó un juicio de interdicción para que alguien se haga responsable de la tutela del escritor, pero, aseguró el primo, una camarilla lo tiene secuestrado, por lo cual quedó como tutora, no él, su primo, quien la solicitaba, sino Adelina Trujillo, procuradora del DIF estatal, la cual, luego de eludir a los periodistas, al final afirmó que el escritor está lúcido. Sergio salió de terapia intensiva y pidió escuchar ópera. Rigoletto de Verdi y Las bodas de Fígaro de Mozart fueron las elegidas.
Días antes, sus amigos protestaron, todos alegando que Sergio tiene una afasia en el habla, que no merma sus facultades mentales. Margo Glantz, Rosa Beltrán y Juan Villoro, atestiguaron que su ironía persiste. Luis Prieto y Luz del Amo, sus amigos de toda la vida, también corroboraron la lucidez del escritor.
Amigos y colaboradores que están cerca de él en Xalapa, donde vive desde hace años, hablaron con la prensa. Elizabeth Corral Peña y Nidia Vincent, maestras universitarias de literatura, y Rodolfo Mendoza, director del Instituto Veracruzano de Cultura comentaron que trabajan y conversan con él frecuentemente y que algunos fines de semana se reúnen para escuchar ópera en su casa.
Muy revelador, me parece, fue el comentario al respecto de Agustín del Moral, quien aseguró se reúne con Sergio más o menos cada 15 días para los trabajos de una colección que dirige Pitol. La última vez, y aquí cualquiera reconoce los gustos literarios de Sergio, se eligieron una novela de Machado de Assis y otra de Joseph Conrad. Sergio, como recordamos sus lectores, tradujo, para la UNAM, Nostromo.
La última vez que vi a Sergio fue en el vestíbulo de Bellas Artes despidiéndose, creo recordar, de Luz del Amo. Lo noté inquieto porque no localizaba a alguien, tal vez su fiel chofer, que ahora por los diarios me entero que se llama Guillermo Perdomo. Debo confesar que como Sergio no podía comunicarse con mi hermana y conmigo, yo me puse más inquieta que él y respiré tranquila cuando apareció la persona que buscaba Sergio y nos despedimos. Una vez anterior que lo vislumbré fue durante su homenaje por sus no sé cuántos años. En esa ocasión, Carlos Monsiváis me comentó que Sergio no había podido escribir un texto para la ocasión por su afasia verbal, pero que con tijeras y pegamento había hecho un collage con textos anteriores y que esa iba a ser su intervención. Al final del homenaje, Sergio sólo dijo “Muchas gracias” y no leyó el texto que Carlos me había dicho que llevaba preparado. El festejado estaba visiblemente emocionado. (Carmen Galindo)