Peligrosa, la fuga de capitales
Por si fuera poco el virtual estancamiento de la economía, el desempleo creciente, el aumento de la pobreza y la caída de los niveles de ingreso de los trabajadores, que hemos vivido durante la actual administración, el Banco de México publicó recientemente información sobre dos aspectos relacionados con el movimiento de capitales que resultan realmente alarmantes. En primer lugar, que la deuda interna representada por la venta de bonos a inversionistas nacionales y extranjeros, se ha incrementado a ritmo galopante, de tal modo que durante los gobiernos panistas, es decir desde 2000 para acá se ha multiplicado en un 355 por ciento, al pasar de 714 mil 773 millones a tres billones (millones de millones) 257 mil 85 millones de pesos, lo que equivale aproximadamente a un cuarto del producto interno bruto.
Como un ejercicio ilustrativo del significado de ese altísimo saldo de la deuda, el periodista de La Jornada, Roberto González Amador, señalaba que mientras en 2000, el monto de la deuda por habitante era de 7 mil 331 pesos, para mayo de 2011 cada mexicano debería 28 mil 993.9 pesos.
Se trata de un fenómeno que se inició ciertamente antes de los gobiernos panistas, pues a raíz de la llamada crisis de la deuda que vivió toda América Latina a partir de 1982, que se inicia en México, cuando nuestro país cae en la insolvencia, el gobierno de Miguel de la Madrid establece una política que puede describirse como internalización de la deuda. Como la banca internacional había cerrado la posibilidad de cualquier nuevo crédito, pues el gobierno mexicano, como otros latinoamericanos, no podía pagar el servicio de la deuda externa, se recurrió entonces a dos vías de financiamiento, la inversión extranjera que se procuró atraer otorgándole toda clase de facilidades, y la emisión de Cetes y bonos que constituyen una deuda interna. Desde entonces comenzó a crecer rápidamente el monto de la deuda interior, pero a partir de la llegada de los panistas ese aumento ha sido desmedido, de tal modo que hoy representa, como decíamos, casi un cuarto del producto interno bruto, es decir de todo lo que produce la economía en un año.
El otro fenómeno del que se informó la semana pasada es la fuga de capitales. Resulta que en lo que va de la administración panista, los ricos de México han enviado al exterior nada menos que 93 mil millones de dólares, lo que representó un aumento en la fuga de capitales de 436.5 por ciento. Si se suma la salida de divisas durante el gobierno de Fox, tenemos que durante las administraciones panistas, han huido del país 110 mil 431.2 millones de dólares.
Por supuesto que en esta fuga de capitales sin precedentes tiene que ver la inseguridad alarmante, intensificada a partir de la guerra contra el narcotráfico decretada por Calderón, pero no sólo se debe a eso, sino está relacionada con el estancamiento de nuestra economía y con las caídas de 2008 y 2009 que, como todos sabemos, fueron más drásticas que en los propios Estados Unidos donde se inició la crisis financiera de esos años. Y, sobre todo, la fuga de capitales está vinculada a la notoria desigualdad existente en el país que permite la acumulación de fortunas que necesitan campos de inversión, en un extremo, mientras en el otro el aumento de la pobreza y los precarios salarios de la inmensa mayoría de la población determinan la permanencia de un mercado interno deprimido que no resulta atractivo para los grandes capitalistas mexicanos, que prefieren enviar sus dólares al exterior.
Los dos fenómenos, el crecimiento desmedido de la deuda interna y la cuantiosa fuga de capitales, constituyen dos graves peligros que pueden estallar en cualquier momento y arrastrar a la economía a una recesión profunda.



