Buscan sus restos en Madrid

 

Marco Aurelio Carballo

Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), el creador de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, “siempre escapó de algo”, dijo José Manuel Caballero Bonald, escritor español, Premio de Literatura Miguel de Cervantes 2012.

“Escapaba de  la justicia del desamor, de la penuria, del hastío”, aunque “no huía, se ausentaba, se desamarraba de un puerto ineficiente para amarrarse a otro defectuoso”. “Las consecuencias —agregó— señalizaron una continuidad narrativa que conducía a la casa del perdedor.  Padeció guerras, cautiverios, descalabros, desdenes, familia quebrantada, voluntad consumida, destino trunco, fueron las únicas credenciales con las que pretendió lo no alcanzado. Nunca medró en una cofradía, porque no era adicto a la lisonja ni condescendió con la iniquidad de los desaprensivos”.

“Amigo de perseguidos, abominaba de los perseguidores, fatigado de privaciones, regresó al refugio equívoco de los suyos como un combatiente menoscabado por la fatalidad. Publicó, casi sexagenario, un libro que habría de constituir hasta hoy una cima triunfante de la literatura universal. Ni siquiera se conoce el paradero de sus huesos. Aunque un día se encuentren, nunca remediarán la obstinación de la injusticia”.

Caballero Bonald ha publicado las novelas Ágata, ojos de Gata  y Toda la noche oyeron pasar pájaros.

Un equipo de expertos forenses busca los restos del manco de Lepanto, llamado también El Príncipe de las Letras, en la cripta de la parroquia las Trinitarias de Madrid.

Según la historia, Cervantes, por un altercado de espadas, hiere a Antonio Sigura en 1568, algo así como el encargado de Obras Reales, y el rey Felipe II dicta “un castigo severo”, escribe la periodista Carmen Morán en El País, “que detengan a Cervantes, se le destierre 10 años y se le corte la mano derecha”.

Cervantes huyó a Italia y, enrolado en “los tercios comandos por Juan de Austria,  en vez de la derecha perdió su mano izquierda en la batalla de Lepanto. Recibió tres arcabuzazos (el arcabuz era un fusil antiguo al que se le prendía la pólvora con una mecha móvil puesta en la misma arma), dos en el pecho y uno en el brazo. No le amputaron la mano, pero le quedó paralizada”.

Y estas son las pruebas para identificar los restos en unos treinta nichos. Un escritor propuso reconstruir el cuerpo, que lo embalsamen y exhiban en la Plaza de España, como a Lenin en la Plaza Roja de Moscú.

El escritor Antonio Orejudo dijo que al margen de reconstrucciones fetichistas se trata de explicar su obra, de ponerla al día y mostrarla a los niños. Lo demás es negocio de espectáculos.

La escritora Rosa Navarro dijo que si uno solo de los que lo visiten lee su obra,  bien empleados serán los esfuerzos, porque la forma de honrar a un escritor es leerlo.