El gobierno que nos merecemos
Félix Fuentes
Convertido en figura mundial por sus Óscares, Alejandro González Iñárritu sacudió la política mexicana con un deseo: “rezo para que podamos hallar y construir el gobierno que nos merecemos”.
Fue un impacto con efecto demoledor. A través del PRI, el gobierno de Peña Nieto respondió así: “coincidiendo en el orgullo mexicano, es un hecho que más que merecerlo estamos construyendo un mejor gobierno. Felicidades, González Iñárritu”.
Frase débil y propicia al escarnio, como se advirtió en comentarios de algunos medios sobre ese rezo y la respuesta priista.
El concepto de González Iñárritu fue de trascendencia mundial, si el galardonado se convirtió en personaje principal de uno de los eventos más vistos en el planeta y que esta vez alcanzó una audiencia de 43 millones en Estados Unidos y otros tantos en América Latina y Europa.
La misma transmisión dio lugar a 14 millones de twitts y 25.4 millones de imágenes en Facebook. Esto superó el récord de los Óscares de 2004.
Es de las ceremonias más vistas, solo rebasada por el Super Bowl, que este año pasó de los 114 millones de telespectadores.
Imaginemos una mención positiva del presidente Peña Nieto en ese acto hollywoodense. Habría alcanzado una audiencia equivalente a por lo menos dos años de la publicidad pagada en Los Pinos.
Sin embargo, el primer mandatario carece de un comunicador capaz de proponer un encuentro previo con González Iñárritu y sugerirle, por ejemplo, que al recibir el Óscar mencionara la defensa del gobierno mexicano en pro de los migrantes.
Es creer en los milagros. El encargado de la comunicación de ese nivel se prodiga en los chistecillos y a instruir a su segundo para el reparto de “chayotes” a incondicionales que se esfuerzan en emitir elogios… ya con voces débiles.
Y si en Los Pinos no cayó bien lo dicho por González Iñárritu, menos gustó a los republicanos conservadores de Estados Unidos, entre ellos el multimillonario Donald Trump, porque el cineasta mexicano dijo: “espero que podamos ser tratados con la misma dignidad y respeto que aquéllos que llegaron antes y construyeron esta increíble nación de inmigrantes”.
A Trump y a los de su ralea les encantan los privilegios de la clase racista, la que quiso someter por siempre a migrantes de África y hoy a los de América Latina. La esclavitud humana es su deleite.
Se le hizo más verde el hígado a Trump cuando vio “subir, subir y subir” a González Iñárritu al estrado para recibir sus trofeos. Hubiese preferido a Clint Eastwood, quien con otro de sus churros, American Sniper, sólo obtuvo el premio de Mejor Edición de Sonido y fue borrado del escenario.
Después de las premiaciones a mexicanos en dos años consecutivos —autores de películas hechas con escasos recursos y sentido social—, los racistas califican de liberal la Academia de Hollywood y se empeñarán en someterla al viejo estilo, de premiar lo espectacular y el tecnicolor.
Para los políticos fue una lección del buen decir en pocas palabras, sin necesidad de discursos tortuosos.
Si de publicidad se trata, The Washington Post destacó que González Iñárritu “barrió con los principales premios” y apareció su fotografía en primera plana de The New York Times. Otra lección de las cosas bien hechas.
