Camilo José Cela Conde

Madrid.-Cuando un político —el que sea— recurre a la muletilla de los ajustes técnicos, lo que está diciendo es que va a hacer lo contrario de lo que puso en el programa, lanzó en los mensajes publicitarios y bramó en los mítines para ganar las elecciones. Syriza arrasó en Grecia mediante la fórmula tan tramposa como común de prometer cosas imposibles. Que se alivie la situación de miseria de una gran cantidad de gente, que se aumenten las pensiones de vergüenza y que se garantice la sanidad pública universal son una parte esencial del Estado benefactor que la socialdemocracia logró imponer, con no pocas dificultades y sinsabores, a lo largo del siglo XX. No en todas partes, desde luego; los Estados Unidos, cuya economía es tomada hoy por modélica, carece de casi todos esos logros. Pero quienes primero los lograron, es decir, los países norteños de Europa, lo hicieron con sus propios recursos, no con cuentos de hadas a beneficio de incautos.
El drama en el que andamos metidos los griegos, portugueses, españoles y en buena parte italianos es culpa nuestra. No de todos los ciudadanos, como pretende decirse, sino de quienes nos administraron con incompetencia y, como ahora comienza a verse, con altas dosis de corrupción. Decir que es así, que no somos todos los responsables por haber vivido por encima de nuestras posibilidades —como proclamaron los gurús de la derecha cerril— sino sólo aquellos que permitieron enriquecerse a los ladrones, ha llevado a Syriza al poder en Grecia y a Podemos en España a los primeros lugares en la intención de voto. Pero una cosa es decir la verdad y otra muy diferente creer que nos lloverá maná del cielo sólo por que nos hayamos quitado la venda de los ojos. Como le dijo el ministro alemán de finanzas a su homólogo griego, no se pueden hacer promesas a cargo de terceros. Syriza prometió negarse a un nuevo rescate, reducir la deuda actual mediante una quita importante, cambiar la parte restante por deuda perpetua —no pagarla, vamos— y acabar con la troika. Podemos hizo promesas aún más serias como torpedear las hipotecas y dejar de pagar la deuda, sin más. Ninguno de los dos aclaró nunca de qué forma se consigue eso.
Por ahora, sólo sabemos en qué está quedando el programa que llevó a la presidencia del gobierno griego a Tsipras. Ha bastado una semana para que ya ni se mencione lo de liquidar la troika o la quita de deuda y se hable de un tercer rescate aunque, eso sí, llamándolo extensión técnica. Ya estamos salvados y listos para la fotografía del acuerdo europeo, que se demorará una quincena más para salvar las formas. Todo el resto, es decir, el volver al Estado del bienestar por la única vía posible, que es la de un presupuesto realista que detalle de dónde van a salir los fondos necesarios para hacerlo, pertenece a la ciencia ficción de momento. Por desgracia, en España al menos aún no hemos tocado el fondo necesario para entender que nos engañan tanto quienes roban de forma descarada como quienes recurren a los cuentos de hadas para convencernos.