Después de que se dio a conocer el ataque deliberado contra la historia y la cultura milenaria de Irak, al ser destruidas grandes estatuas del lugar arqueológico de Hatra, que eran exhibidas en el Museo de Mosul; se da a conocer que Militantes del Estado Islámico en Mosul, la tercera ciudad más grande de Irak, al norte del país árabe y bastión del grupo yihadista, han emprendido también la quema de bibliotecas y con ellas, miles de documentos y manuscritos con siglos de legado científico y cultural, muchos, con información irrecuperable.
De acuerdo con el diario británico The Independent, han sido destruidos alrededor de 112 mil 700 documentos y libros, entre lo que perecieron ejemplares registrados en la lista de antigüedades de la UNESCO. Según un testimonio anónimo, los encargados de quemar las bibliotecas tuvieron como prioridad quemar las ediciones “que promueven la infidelidad y llaman desobedecer a Alá”. Entre los documentos que se perdieron se encuentra una colección de periódicos iraquíes desde principios del siglo XX, además de mapas y colecciones del Imperio otomano.
La Biblioteca Central de Mosul fue el primer recinto en ser saqueado y devastado, ya que después le siguieron otros recintos como la Biblioteca Mulsulmana Suní, la Biblioteca de la Iglesia Latina –con 265 años de historia- y la del Monasterio de los Dominicos. Así como también se sabe que han destruido la antigua muralla de la localidad de Nínive utilizando explosivos, uno de los monumentos más característicos de Irak y de Oriente Próximo.
Por otra parte, todo esto apunta que las destrucciones por parte del Estado Islámico se enmarca dentro de un plan para acabar con la memoria de todos los que pasaron por ahí, de los que formaron la cultura iraquí.
Los mazazos al Museo de Mosul recuerdan sin duda alguna la voladura de los budas de Bamiyán, destruidos por los talibanes en 2001. Para los historiadores, Afganistán es el símbolo máximo del cruce de culturas, allí se encuentra Ay Janum, la ciudad griega más oriental del mundo, fundada por Alejandro Magno y con la que Kipling soñó en El hombre que pudo reinar. Las estatuas gigantes representaban un testimonio de la expansión del budismo, de la Ruta de la Seda por la que circularon las mercancías, las lenguas y la cultura durante siglos.
Hoy los budas ya no existen, Ay Janum ha sido arrasada y lleva décadas sin ser excavada; a la vez que borraban la historia con dinamita, los talibanes, como el Estado Islamico, lanzaron una persecución implacable contra otros pueblos de Afganistán, como los hazaras, chiíes de origen mongol, que fueron masacrados sistemáticamente. Pero para los talibanes —como para el Estado Islamico o para los ultranacionalistas de los Balcanes—, la historia no existe, la memoria no importa: sólo hay un presente de destrucción sin pasado, sin cultura.
Sin embargo, el Estado Islámico no es el único grupo terrorista que destruye el patrimonio cultural en Oriente. Uno de los acontecimientos más sonados fueron los sucesos que tuvieron lugar en la ciudad histórica de Tombuctú (Mali) entre enero de 2012 y enero de 2013. Durante estos 6 meses, grupos islamistas radicales, agrupados principalmente en las organizaciones Ansar Dine y Al Qaeda en el Magreb Islámico destruyeron mezquitas, bibliotecas, mausoleos y otros edificios históricos de la ciudad, además de miles de manuscritos preislámicos y medievales por considerarlos ‘impíos’. Está destrucción se produjo en el marco de la Rebelión Tuareg de 2012, cuando la ciudad de Tombuctú cayó en manos de varias organizaciones islamistas encabezas por el Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA) y al que se unió posteriormente el grupo islamista Ansar Dine, al tiempo que el Estado de Malí perdió el control de la misma. Finalmente, la ciudad fue liberada por tropas francesas y por el Gobierno de Malí a finales de 2013.