BERNARDO GONZALEZ SOLANO
Después de 12 años de dictadura militar, el 1 de marzo de 1985 la República Oriental del Uruguay empezó a ser gobernada por un mandatario elegido en las urnas, Julio María Sanguinetti Coirolo (1936) que ocuparía la presidencia en dos periodos, cada uno de cinco años. Desde entonces, el país del río del urú, de los caracoles o de los pájaros pintados, ha vivido tres décadas ininterrumpidas de democracia. El domingo 1 de marzo del año en curso, la segunda nación más pequeña de Sudamérica inició su tercer lustro de gobierno de la coalición izquierdista Frente Amplio, repitiendo en el Ejecutivo, el doctor Tabaré Ramón Vázquez Rosas (17 de enero de 1940), que sustituye en el cargo al exguerrillero fundador del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, José “Pepe” Alberto Mujica Cordano (20 de mayo de 1935), que no buscó, a diferencia de otros dirigentes de izquierda iberoamericanos, cambiar la Constitución para reelegirse en la presidencia.
El “comandante Facundo” –nombre en clave cuando luchaba como tupamaro, lo que le valió recibir seis balazos y permanecer en la cárcel casi quince años–, desde el día de su asunción al poder anunció que únicamente sería presidente el periodo de 2010 a 2015, y abur. Muchos seudoizquierdistas latinoamericanos no lo creían. Se los cumplió y salió del cargo con más del 65% de la aceptación popular. Regresó a su vieja chacra (granja), con la misma mujer –la también exguerrillera y actual senadora de la República, Lucía Topolansky–, y con el mismo Volskwagen Escarabajo (un viejo Fusca de casi treinta años de antigüedad) que le regalaron un grupo de amigos que hicieron para ello una colecta. Por si hicieran falta mayores pruebas de su desprendimiento por el dinero y las cosas materiales, hace pocos meses Mujica rechazó la oferta de un jeque árabe que le ofrecía un millón de dólares por el ahora histórico vehículo convertido en un símbolo nacional que no debe salir de Uruguay. Para que nada falte, en el jardín de su descuidada “residencia” le esperaba su tullida perra Manuela, “una perra raza perro” de tres patas que le acompaña desde hace muchos años y que siempre se hace presente en las entrevistas que su dueño concede a los periodistas de todo el mundo. Una entrevista a Mujica sin la presencia de la famosa Manuela no es entrevista.
Lo que ha sucedido en la República Oriental del Uruguay en los últimos treinta años es fuera de serie, y no solo por las excentricidades de Pepe, el expresidente y exguerrillero que sale del poder sin escándalos de por medio, con la certeza de que “situó” a su país, para muchos antes casi desconocido, en el mapa del mundo. Ahora, en todas partes se habla (bien) de Uruguay, gracias al propietario de un viejo Volskwagen y una perra tullida. Por eso se entiende mejor el juramento del doctor especialista en cáncer: “Hace exactamente diez años, desde este mismo lugar me dirigía a la Asamblea General del Poder Legislativo en ocasión de asumir la presidencia de la República Oriental del Uruguay. Hoy la vida me da una segunda oportunidad de celebrar 30 años ininterrumpidos de democracia”. Sobre el futuro político de Mujica, ahora senador, el nuevo presidente uruguayo lo describió como “una figura importantísima en el contexto nacional e internacional…Es inteligente…será un punto de referencia de primer orden”. Tabaré sabe que tendrá que consolidar las radicales medidas adoptadas por Mujica –“el presidente más honrado y pobre del mundo”, como lo calificó la prensa mundial–: la legalización del aborto, el matrimonio de homosexuales, la regularización del consumo de la marihuana y la recepción de refugiados sirios y ex-prisioneros de la cárcel de Guantánamo. Uno de los asuntos que deberá atender Tabaré Vázquez, es el referente a la producción y venta legal de la cannabis, que se aprobó hace un año con la consabida discusión mundial, pero que ha tenido problemas de implementación.
Aunque el desempeño de Pepe Mujica como presidente ha recibido el reconocimiento de propios y extraños, también es cierto que le hereda a su sucesor una serie de promesas incumplidas. No podía ser de otra manera. En un solo periodo presidencial no se pueden resolver todos los problemas de un país, por más honrado que sea un mandatario. Así las cosas, para empezar, la educación era uno de los retos más importantes del expresidente. En 2010, al iniciar su gobierno, se propuso una educación moderna, pero lo cierto es que no la mejoró. Los datos así lo indican en la repetición y la deserción de la enseñanza media. Peor, Uruguay tiene uno de los menores índices de finalización del bachillerato y se ha convertido en uno de los países iberoamericanos con mayor brecha de rendimiento entre alumnos de clases altas y bajas, lo que resulta negativo en el combate contra la desigualdad social.
Tabaré Vázquez ya adelantó su propósito de lograr “una educación de calidad para todos”…”Nos comprometemos a crear un sistema integrado para la educación básico de 3 a 14 años, con el fin de que para 2020, el 100% de jóvenes de hasta 17 años esté en el sistema educativo y el 75% termine el ciclo de enseñanza media”.
La economía es otro de los aspectos que tampoco mejoraron durante el gobierno de Mujica aunque se empeñó en ello y terminó con un déficit fiscal que el año pasado llegó a 3.5% del PIB, algo que Uruguay no veía desde la grave crisis económica y social del año 2002. Por lo que Vázquez manifestó que su país “puede y debe plantearse como objetivo fundamental progresar en su nivel de desarrollo con crecimiento inclusivo apostando a la calidad, a la sostenibilidad ambiental y apertura al mundo”. Por tanto, dijo, que continuará la línea trazada a través del control de equilibrio fiscal y tomando las medidas “pertinentes” para mantener la inflación en un rango meta entre un 3% y 7%.
Revitalizar la infraestructura del país era otro de los objetivos de Pepe Mujica, pero él mismo reconoció en la entrevista concedida al periódico Búsqueda, que fue “poco” lo que se hizo en este campo. “Ese fue otro estupendo fracaso” lamentó francamente, muy a su manera. Asimismo, aparte de las peliagudas cuestiones económicas, el doctor Vázquez Rosas deberá seguir enfrentando el que ha sido quizás el principal problema de Mujica: la delincuencia. Por el momento, la seguridad pública es uno de los temas que más preocupan a la población uruguaya. El nuevo mandatario indicó: “Existe un fuerte compromiso en reducir drásticamente el delito de rapiña y se continuará con lucha frontal al narcotráfico, al lavado de activos y la corrupción”, al tiempo que pondrá en marcha un plan para fomentar la convivencia ciudadana y la seguridad pública.
Triunfos y fracasos aparte, José “Pepe” Alberto Mujica Cordano, el primer exguerrillero tupamaro en lograr la presidencia de la República Oriental del Uruguay, algo que ni él mismo imaginó años atrás cuando un periodista le interrogó sobre la posibilidad de gobernar su país, contestó: “Eso es tan difícil como el silbido de un cerdo”. Con talante campechano, Mujica entregó la presidencia a quien se la dio hace cinco años, sin turbulencias políticas de por medio, con la fama pública de ser “el hombre más honrado del mundo”, con el respeto de todos y con la autoridad moral de poder declarar: “a los que les gusta mucho la plata (dinero) hay que correrlos de la política, porque si no terminamos hipotecando la confianza de la gente. Una sociedad para que funcione necesita creer en algo”. Ojalá y el caso de Mujica sirviera de ejemplo para todos los políticos de la Tierra, especialmente en México. Al despedirse, Pepe manifestó que no”se consideraba el mejor presidente de Uruguay”. Nada más, nada menos. VALE.
