Democracia y anarquía

 

 

 

 

La democracia es la peor forma de gobierno,

excepto todas las demás.

Winston Churchill

 

José Fonseca

Persiste en un sector de las elites mexicanas un cierto desencanto con la democracia, quizá porque al ocurrir nuestra transición nos creímos que la democracia era la panacea para todos los males, no sólo una forma civilizada de resolver pacífica y civilizadamente los conflictos que en toda sociedad crea la disputa por el poder.

Por esa razón desde la opinión publicada y la opinión ilustrada se ha desacreditado la política, porque no se adecua a las expectativas ni se ajusta a las exigencias de quienes se creyeron lo de la panacea.

Explica también la nostalgia con la que ven la irrupción en los escenarios políticos de otras naciones de movimientos antes marginales que captan a los descontentos con la democracia.

Uno de esos movimientos que han inflamado la imaginación de un sector de las elites mexicanas es el partido Podemos, que inusitadamente amenaza con romper con el bipartidismo existente en el sistema político español desde el establecimiento de la democracia hace ya casi cuatro décadas.

Olvidamos el contexto social, político y económico en que surge en España un movimiento creado al margen de todas las formaciones políticas tradicionales.

Desde que el gobierno de Felipe González logró el ingreso de España en la Comunidad Europea, los españoles fueron beneficiarios de la generosidad europea.

Y durante casi tres décadas España disfrutó de una prosperidad generalizada, tan generalizada que el pueblo español no la disfrutó ni cuando eran aquel imperio donde no se ponía el sol.

La crisis financiera de 2008 trastocó el confort social, económico y político de los españoles, empezó a erosionar no sólo la macroeconomía, sino a dañar las economías familiares, por una obligada austeridad a la que ya no estaban acostumbrados.

Eso los tiene en pie de guerra. Ya no quieren saber quién se las hizo, sino quién se las paga.

A pesar de las dificultades provocadas en México por la baja del petróleo, la verdad, reconozcámoslo, aquí no hemos disfrutado de treinta años de prosperidad generalizada como para añorarla.

El descontento tendría que ser creado artificialmente para generar un movimiento como Podemos. Aquí, digámoslo francamente, existe una conjunción de circunstancias, muy distintas a las de España. Desde errores del gobierno hasta sinrazones y prejuicios ideológicos de un sector casi genéticamente predispuesto contra el priismo.

Entonces, impedir que crezcan los movimientos anarquistas depende del temple y talento político del gobierno peñista para sortear los obstáculos mil que todavía les esperan en los próximos años.

Y, claro, evitar nuevas equivocaciones. O al menos no cometer los mismos errores.

 

                                                             jfonseca@cafepolitico.com