El tesorero del gobernante Partido de los Trabajadores (PT), Joao Vaccari, y otras 26 personas han sido acusados formalmente en Brasil, de corrupción ligada a la petrolera estatal Petrobras, en un nuevo golpe contra la presidenta Dilma Rousseff.
Hay “pruebas más que suficientes” de que Vaccari solicitó donaciones al ex director de servicios de la petrolera estatal, Renato Duque, y a ejecutivos de empresas de ingeniería acusadas de destinar capital de la empresa, explicó el fiscal Deltan Dallagnol.
Vaccari “estaba al tanto” de que las donaciones que pedía se generaban con dinero de los sobornos, detalló Dallagnol, y que buena parte de la evidencia se obtuvo de los acuerdos con ejecutivos acusados y encarcelados a finales del año pasado, que han generado que unos 500 millones de reales (154 millones de dólares) vuelvan a las esferas públicas.
El PT asegura que todas las donaciones que recibió eran legales, mientras Rousseff ha negado tener conocimiento de los actos de corrupción que se produjeron cuando ella ocupaba la presidencia de la compañía entre 2003 y 2010.
Por lo pronto, la Policía brasileña ya arrestó a Renato Duque, ex director de servicios de Petrobras, en su casa en Río de Janeiro, después de que los fiscales descubrieran transferencias de carca de 20 millones de euros desde las cuentas en un banco suizo que él manejaba y depósitos a otras cuentas en bancos de Estados Unidos y Hong Kong; el ex ejecutivo ya había estado detenido durante tres semanas a finales del año pasado como parte de la Operación Lava Jato.
“Las pesquisas mostraron transferencias por millones de dólares desde Suiza hacia otros países”, declaró el Ministerio Público a través de Twitter, al anunciar el arresto de Duque.
La detención de Duque ha sido una de los seis arrestos que realizó la Policía Federal brasileña de un total de 18 órdenes de búsqueda y detención en Río de Janeiro y Sao Paulo.
El escándalo ha afectado intensamente las acciones de Petrobras, que en el último año han perdido alrededor de un 30 por ciento. Los fiscales dicen que varias firmas de ingeniería y construcción pagaron sobornos para ganar contratos de Petrobras, encomendando una parte de los proyectos sobrefacturados a ejecutivos, vendedores y partidos políticos, incluyendo al gobernante Partido de los Trabajadores.
Incautan a hijo de Bachelet
La Fiscalía chilena incautó hace dos semanas en el palacio de La Moneda, sede del gobierno, una computadora y un teléfono celular utilizados por Sebastián Dávalos, hijo de la presidenta Michelle Bachelet, investigado por tráfico de influencias y uso de información privilegiada, quien renunció a su cargo tras salir a la luz el negocio inmobiliario que Caval, una pequeña empresa de la que su esposa, Natalia Compagnon, es una de las propietarias, hizo en la localidad de Machalí, en la región de O’Higgins.
Fuentes gubernamentales validaron la incautación, incluida la propia mandataria, quien reiteró que el Gobierno ha entregado a la Fiscalía toda la información que ha requerido.
La diligencia de hace dos semanas fue ordenada por el fiscal de Rancagua, Luis Toledo, pero tanto el ministerio público como el Gobierno habían mantenido hasta ahora en reserva la incautación, realizada por agentes policiales en la Dirección Sociocultural del Gobierno, que Sebastián Dávalos encabezó hasta el pasado 13 de febrero.
Cientos de miles gritan: Fuera Dilma
Los centenares de miles de personas que salieron este domingo a protestar en Sao Paulo y otras ciudades brasileñas (algunos los cifran en un millón, otros los elevan a dos) corearon un eslogan claro: “Fuera Dilma”.
Más allá de las cifras, la respuesta de la población, en su mayoría perteneciente a clase media y urbana, fue masiva e inesperada, un síntoma de que la presidenta brasileña atraviesa su peor momento, con una popularidad que va en picada: sólo un 23 por ciento consideraba, según una reciente encuesta hecha antes de la protesta, que la gestión de Rousseff es buena, en un tiempo récord y a tres meses y medio de haber tomado posesión de su segundo mandato.
Este lunes, en un acto institucional en Brasilia, la presidenta aseguró que la obligación del gobierno “es escuchar la calle. Yo soy la presidenta de todos los brasileños. Tenemos que oír y dialogar, pero también mantenernos firmes en lo que consideramos que es esencial, como la lucha contra la corrupción y el ajuste fiscal”.
Desde el Partido de los Trabajadores, formación a la que la presidenta pertenece, ya han expresado críticas: el senador Walter Pinheiro, personaje histórico del partido, denunció al gobierno por no saber reconocer los errores y escuchar a la sociedad.
Además, una parte del partido de Rousseff y de Lula critica, de una manera más general y desde hace tiempo, que la presidenta haya asumido desde el principio las teorías económicas del ministro de Economía, Joaquím Levy, proclive a un ajuste fiscal, a la subida de impuestos y a la contención de gasto.
El partido aliado del gobierno, el PMDB (Partido do Movimiento Democrático Brasileiro), de ideología poco clara, tampoco es un aliado fiable; varios de sus miembros están en el gobierno, entre ellos el vicepresidente, Michel Temer, pero la lista hecha pública hace dos semanas de implicados en la corrupción de Petrobras, entre los que se cuentan el presidente del Congreso, Eduardo Cunha y del Senado, Renán Calheiros, ambos de este partido, han afectado y desgastado esta relación.
El mismo Lula, mentor de Rousseff, referencia del PT (y de la izquierda brasileña), la persona que la eligió para el cargo y que en la última y decisiva parte de la campaña electoral puso su esfuerzo electoral al lado de la candidatura de Rousseff; ahora permanece ahora callado y ausente.
Develar cómo se llevan Rousseff y Lula es un capítulo interminable de la política brasileña contemporánea, debido a que las relaciones entre el fundador del PT y la presidenta siempre han sido complicadas: caracteres distintos, dos egos poderosos frente a frente, intereses a veces encontrados, falta de confianza en ocasiones por las dos parte, entre otras situaciones.
El PT ganaba en las calles, ahora ya no; la multitudinaria protesta de este domingo, la más numerosa en la reciente democracia brasileña, con un millón cuando menos de manifestantes por todo Brasil, hace aminorarse la marcha de apoyo a Rousseff que se convocó el viernes, con 40 mil seguidores e insultos al ministro de Economía.
Quienes conocen a Rousseff la describen como a una persona solitaria, desconfiada, poco amiga a reconocer errores y tendente a establecer entre el mundo y ella una capa protectora o aislante.