Entrevista a Tatiana Roa/Coordinadora CENSAT-Amigos de Colombia

 

 

 

 

La paz y la comida, justificaciones para construir

presas monumentales, dejaron un legado de control

centralizado sobre el agua, de violencia, hambre y sed (…)

y todavía se utiliza para justificar que grandes

corporaciones tengan el control sobre el agua.

Vandana Shiva

 Ofelia Alemán García

En el mundo tenemos una decena de cuencas transfronterizas en donde actualmente se combate una guerra por el agua. Más allá de los límites de la soberanía territorial, los países están peleando el recurso hídrico con medios diplomáticos y militares.

Tenemos el caso de la cuenca del río Jordán, que abarca Jordania, Israel, Siria, Líbano y parte del territorio palestino de West Bank. Militarmente Israel ha peleado por agua. Desde 1951 con la construcción del acueducto nacional israelí, ya se veía venir la dominación en la cuenca. De 1965 a 1967, durante “la guerra de los 6 días” Israel destruye un acueducto sirio y controla la cuenca; en 1978, en la “guerra con Líbano”, hay control de la cuenca en territorio libanés; en 1994 con la “declaración de Washington”, se firma la cooperación con Jordania menos en el agua, un “derecho difícil de negociar”. Además del petróleo, el segundo recurso más peleado en el mundo es el agua (Aquastat, Organización Mundial de Alimento y la Agricultura, FAO, por sus siglas en inglés).

Cito un discurso de Lyndon Johnson, expresidente de Estados Unidos, en 1966, referenciado por V. Shiva, “nos encontramos en una carrera hacia el desastre. O se satisfacen las necesidades de agua del mundo o el resultado masivo será la hambruna masiva (…) Si fracasamos, puedo asegurarles hoy que ni siquiera el poder militar sin precedentes de Estados Unidos podrá mantener la paz por mucho tiempo.”

Entonces empezaron las cruzadas estratégicas por el control de los recursos del futuro y la supervivencia del poderío comercial de las potencias en todo el globo. Pero ¿en qué momento nos permitimos perder el control del agua? “La globalización ha propagado la apropiación de los bienes naturales y una industrialización sin armonización con la naturaleza. En varias partes del mundo ya hay serios conflictos por el agua, ya no sólo es el fondo de la disputa por el control del suministro sino también por el agua, el recurso en sí, como dice Vandana Shiva”, refiere Tatiana Roa Avendaño, coordinadora de CENSAT Agua Viva-Amigos de la Tierra, una organización ambientalista colombiana para la comunicación, la educación, la investigación y la organización, cuyas acciones están dirigidas a fortalecer la capacidad de acción ambiental y social de los actores históricamente empobrecidos en nuestra sociedad.

“Hay una geopolítica del agua que ha venido generando una concentración del agua en sectores poderosos. Por ejemplo en las transnacionales. En el caso colombiano, en las industrias generadoras de biodiesel, o las compañías mineras. Estas empresas no solamente controlan el territorio, también el agua, y la destruyen por el mismo desarrollo de la minería, la contaminan. La industria eléctrica es uno de los grandes procesos de acaparamiento del agua.” Tatiana Roa refiere a un crítico norteamericano que argumenta sobre el desarrollo de la agroindustria internacional, construido sobre una burbuja de agua, el día que los acuíferos subterráneos ya no dispongan del recurso, entonces explotará.

Los ríos colombianos, mexicanos, africanos, eurasiáticos están en la mira de las grandes transnacionales que sólo consideran el agua como una mercancía, un producto que pueden usar para servicios ambientales. Esto sucede en todo el mundo.

 

Hay muchas formas de privatizar el agua

“La privatización más común y evidente son los procesos de políticas públicas que entregan el agua a las empresas privadas o multinacionales”, señala Tatiana. “Hemos notado muchas formas de privatización del agua y hemos trabajado mucho las políticas locales al respecto. Hay privatización por apropiación del agua. Este tipo de privatización se puede observar con las compañías mineras o las petroleras con la industria del fracking [técnica para extraer petróleo o gas de lutita o también conocido como shale]. El fracking es una forma de extracción muy agresiva con el medio ambiente, en consecuencia, han desaparecido acuíferos, y muchos territorios que antes tenían mucha agua, hoy están acabados, como el Mar de Aral.”

Tatiana Roa dice que otra forma de privatizar el agua es contaminándola. La gente ya no puede usar el agua que antes era limpia porque contiene desechos tóxicos.

 

Colombia, más de 5 mil niños muertos

El Mar de Aral ha desaparecido. Una cuenca transfronteriza que alimentaba Irán, Tayikistán, Turkmenistán, Afganistán, Uzbekistán y Kazajstán desde el inicio del siglo pasado, con 1.76 millones de kilómetros cuadrados, casi se secó. Ya no debe usarse esa agua porque está muy contaminada. En 1960 abastecía a 15 millones de habitantes, en 2004, la población creció a 46 millones; para 2010, el 90% de las poblaciones de Irán y Afganistán tenía acceso al agua del Mar de Aral.

El clima de la cuenca del Mar de Aral ha cambiado drásticamente. La baja precipitación, el uso extensivo del agua para riego, la construcción de plantas hidroeléctricas, la falta de mantenimiento a la cuenca (desalinización y drenaje), el alto contenido de metales tóxicos como estroncio, zinc y manganeso han causado serias enfermedades renales y cáncer en la población. La tasa de mortandad infantil es una de las más altas del mundo (Aquastat, FAO).

Tatiana Roa dice que en Colombia tienen experiencias dramáticas del desarrollo minero en el norte del país, en la Guajira.La empresa minera El Cerrejón consume más de 17 millones de litros de agua diariamente mientras la gente tiene una tremenda sequía, y los ríos aledaños están contaminados. Algunas instancias del gobierno refieren que en los últimos años han muerto más de 5 mil niños de hambre y de sed. El habitante promedio de la Guajira tan sólo puede consumir menos de un litro de agua al día, mientras la empresa minera tiene derecho a consumir millones de litros al día básicamente para regar las vías del ferrocarril y para que el polvo del carbón no se disperse. Todo esto se hace de espaldas a la gente, se priva a la gente de un elemento esencial, un derecho humano como es el acceso al agua”, puntualiza Tatiana Roa.

El relato de la ambientalista colombiana es terrible, y pavoroso es cuando volteamos a ver la viga en el ojo propio. El río Sonora, el Bravo, la cuenca del Valle de México, así como la cuenca del Salween en Asia, son de los ríos más contaminados del mundo. Ésa es la realidad. En México también muere la gente por problemas de contaminación del agua.

El pasado 17 de marzo El Sol de México publicó que la Coalición de Organizaciones Mexicanas por el Derecho al Agua está unida contra la Ley Korenfeld, o también conocida como Ley de Aguas para México. Apenas iniciamos el camino que otros países ya han recorrido. “En Colombia, han venido implementando una serie de políticas neoliberales que buscan privatizar el agua. A lo largo de los años, se ha mostrado otra cara: la escasez” explica Tatiana.

 

Acceso al agua, pero cara

Estadísticamente, la mayoría de las poblaciones aledañas a las cuencas más importantes del mundo cuentan con acceso al agua. Pero si el agua tiene un precio, ¿podremos hacer uso efectivo del recurso?

Tatiana Roa señala que en Colombia sucede algo parecido. El 100% de la gente tiene acceso al recurso hídrico, “pero en Colombia hay muchas familias que están desconectadas del agua simplemente porque no pueden pagarla. Las conexiones, las llaves están puestas, el agua fluye pero la gente no la utiliza porque no tiene posibilidades de consumirla. Nosotros impulsamos del referéndum del agua porque queremos que el agua sea reconocida como un derecho fundamental”.

Aunque la nueva Ley de Aguas mexicana defienda soberanamente en el discurso los derechos al acceso del recurso, también lo limita a 50 litros per cápita diariamente. Qué tiempos vivimos en que tenemos que luchar para que el agua sea un derecho “fundamental”.

 

Nueva lucha: justicia ambiental

En palabras del economista español Joan Martínez Alier —dice Tatiana—,en el mundo hay muchas personas que luchan con un “racismo ambiental” en el que los basureros y las industrias más contaminantes se establecen en los sectores más pobres, marginados, sin acceso a los recursos básicos; los sectores afroamericanos, los migrantes latinos, las mujeres, por ejemplo. “La justicia ambiental reivindica a todas estas poblaciones y, en general, a los seres humanos con la naturaleza y viceversa”, añade.

Es que de verdad la comprensión de lectura es una ardua tarea. ¡Hasta en las Naciones Unidas se reconoce el uso desmedido sobre el agua de las transnacionales! Ban Ki Moon, secretario de esta organización suprema, abre el último reporte mundial del agua diciendo: “El agua y la energía están inextricablemente vinculadas. El agua es esencial para la producción, distribución y uso de la energía. Y la energía es crucial para la extracción y suministro del agua potable y para la manutención del agua misma. La gente del mundo —especialmente los más vulnerables y marginados— afronta grandes riesgos cuando el acceso al agua está limitado o comprometido.”

En este sentido, un ejemplo de organización social ligada a los movimientos sociales colombianos recae en CENSAT. “No es sólo la lucha por la justicia social o económica por la que han luchado los líderes mundiales en todas las épocas de la humanidad. Con la justicia ambiental buscamos una distribución equitativa de los recursos naturales para los seres humanos y para otros seres vivos del planeta. En este sentido, la justicia ambiental recoge gran parte de las luchas actuales de la gente por el territorio, el ambiente sano, la lucha por el agua. La justicia ambiental busca una nueva relación de los seres humanos, la cultura y la naturaleza”, concluye la ambientalista, también ingeniera petrolera.

 

Río de la Vida

En el mes de marzo se conmemoran las luchas de resistencia por los pueblos afectados por la construcción de hidroeléctricas y represas. CENSAT lanzó el pasado 14 de marzo la campaña “Somos el río de la vida” para denunciar las secuelas de la privatización de los ríos colombianos en especial, la privatización del Río Magdalena —el corazón de Colombia—, que corre de norte a sur. Las empresas transnacionales pretenden construir decenas de puertos e hidroeléctricas además de transformarlo en una autopista acuática para el transporte de mercancías, en especial el carbón, principalmente hacia el exterior. Se deteriorarán la pesca y la agricultura, y también las comunidades de toda la cuenca podrían verse muy afectadas y desplazadas. Más información en: www.censat.org o en el blog de Tatiana Roa Avendaño, www.totumasymaracas.wordpress.com

Con muchos líderes sociales de todo el país y la presencia de un importante escritor colombiano, William Ospina, la gente está despertando. Hoy domingo 22 de marzo, Día Mundial del Agua, algunos colombianos se movilizarán y le dirán al mundo “somos el río de la vida”. Y probablemente este fin de semana, en México estaremos más preocupados por si pasarán los Gallos Blancos del Querétaro, el caso de MVS-Aristegui, James Bond u otros menesteres. ¿Pesadilla? Se augura que México privatizará de alguna manera el agua este mismo año, es que viene en el paquete de reformas estructurales. Ojalá los diputados aplacen la ley indefinidamente, como señalaron. De todas formas, la guerra por el agua en México ya comenzó.

@ophelyas