Oportunidad única en 2016
Mireille Roccatti
La decisión recientemente anunciada de continuar el ajuste al gasto publico iniciado en este ejercicio fiscal 2015, con una cirugía mayor para el siguiente año, mediante un presupuesto base cero, constituye una gran oportunidad para instrumentar cambios de fondo a las políticas publicas, que impliquen ajustes al modelo de desarrollo, y la utilización del gasto como herramienta redistributiva y paliar la enorme desigualdad social.
Los ejercicios presupuestales de los últimos años han sido en su totalidad inerciales y han consistido esencialmente en mantener el gasto corriente indexando inflación y realizando ajustes menores o reorientando algunos subsidios y manteniendo una ecuación diferencial respecto a gasto de inversión muy desigual.
En el contexto de evolución de la política de gasto, habrá que recordar que la última cirugía mayor se realizó en los inicios de los años ochenta, concretamente en el 82, al inicio del régimen delamadridista cuando, al agotarse el modelo de desarrollo compartido 1970-1982, se desmontó la política de subsidios indiscriminados, se vendieron las empresas públicas, se realizó una ingeniería a la administración pública central y descentralizada, con despidos masivos, que se conoció como “redimensionamiento del Estado”.
Todo ese proceso implicó una nueva construcción del gasto, que se ahondó en los siguientes regímenes de Salinas y Zedillo, en los cuales con “fe de conversos” se implantó el modelo neoliberal que hoy arroja sus consecuencias negativas con los millones de pobres y la más alta concentración de la riqueza en la historia de nuestro país. El presidente Salinas terminó de rematar las empresas públicas y sustituyó las políticas de subsidios por programas de desarrollo social, los cuales con ligeros ajustes subsisten hasta hoy. El presidente Zedillo, tras el “error de diciembre” que ocasionó el quebranto del sistema financiero, se concentró en ajustar y estabilizar los indicadores macroeconómicos en un mecanismo que denominó el “blindaje de la economía” y que generó una estabilidad que aun hoy disfrutamos.
En el año 2000, con la alternancia, Zedillo entregó la novena economía del mundo, hoy después de dos sexenios panistas, somos la décima cuarta. En ese periodo, se mantuvo y profundizaron las políticas neoliberales y se dejó en manos de la tecnoburocracia hacendaria el manejo de las finanzas públicas y se continuó privilegiando la estabilidad macroeconómica y el achicamiento del Estado.
En esos primeros años del nuevo milenio se tuvieron ingresos extraordinarios por la venta de crudo, tanto por los altos precios del barril de petróleo en los mercados mundiales, como por la plataforma de extracción del orden de tres millones de barriles diarios. Ésa es la buena noticia; la mala es que ese océano de dinero se fue a gasto corriente y el aparato público y sus correspondientes estipendios crecieron desorbitadamente, sobre todo en los cuadros medios y altos niveles de la administración.
El primer año de la actual administración 2013 funcionó con el presupuesto de egresos elaborado por el gobierno saliente con ligeros ajustes; el de 2014 tuvo modificaciones tanto por la reforma financiero fiscal como por las primeras variaciones a la baja del precio de crudo y, sobre todo, por la baja en la plataforma de exportación de petróleo por el agotamiento de nuestros yacimientos en el golfo de Campeche. La crisis de ingresos que hoy enfrentamos obedece a ambos factores y se complica por la revalorización del dólar y la posible alza de las tasas de interés de la reserva federal estadounidense.
Por todos esos factores, es muy importante y trascendental que el gasto de 2016 se construya con una visión de futuro, con una evaluación seria de las políticas públicas en materia de desarrollo social, salud, educación y generación de empleo. Quizá con una reingeniería del aparato público, con ajustes severos al capítulo 1000, y al gasto corriente en su conjunto. Se debe privilegiar el gasto de inversión y apostar fuerte en construcción de infraestructura para orientar la reactivación del aparato productivo. Es una oportunidad generacional única, no la desaprovechemos.