“Veo un México con hambre y sed de justicia”

 

 

Estos tiempos nuestros son graves y calamitosos,

pero todos los tiempos son esencialmente iguales.

Ralph Waldo Emerson

José Fonseca

El pasado lunes 23 se cumplieron 21 años del asesinato de Luis Donaldo Colosio y este 6 marzo se cumplieron también veintiún años de aquel discurso en el cual el malogrado político sonorense reprochaba:

“Yo veo un México con hambre y sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.

Aunque las nuevas generaciones, con toda razón, no recuerden aquel discurso, pues muchos jóvenes, o no habían nacido o eran demasiado pequeños para que se fijara en su memoria.

Pronunciado en la explanada del PRI, en el aniversario de la fundación del partido, para muchos fue un reproche al gobierno en turno. Las leyendas urbanas dicen que irritó mucho al presidente Salinas. La verdad es que irritó más a algunos miembros de la clase política y a no pocos del gabinete, pues entonces, como ahora, suelen aislarse demasiado.

Insisto, es razonable que las nuevas generaciones desconozcan aquel discurso, pero los mayores de 35 años sí debieran recordarlo. Y recordarlo muy bien, pues a pesar de los 21 años transcurridos desde que fue pronunciado, el discurso de Luis Donaldo Colosio mantiene viva actualidad.

Si no, leamos otras líneas: “Veo a ciudadanos angustiados por la falta de seguridad, ciudadanos que merecen mejores servicios y gobiernos que les cumplan; veo un México convencido de que ésta es la hora de las respuestas; un México que exige soluciones”.

Nunca sabremos si Luis Donaldo Colosio hubiera sido el gran presidente que muchos de sus fieles creyeron que sería. Si hubiera podido acercarnos al México que soñaba. Mario Aburto Martínez se encargó de impedir que lo averiguáramos. Así que nos quedaremos con el siempre ilusorio hubiera.

Sin embargo, al releerlo, uno se queda con la sensación de que, a pesar de que ya ocurrió la transición democrática, a pesar de la alternancia en el poder de la república, para la mayoría de las mexicanas y los mexicanos de que hablaba Colosio el tiempo no ha pasado, se ha congelado.

Si no, leamos estas otras líneas: “Es la hora de reformar el poder, de construir un nuevo equilibrio en la vida de la república; es la hora del poder ciudadano; es la hora de hacer de la buena aplicación de la justicia el gran instrumento para combatir el cacicazgo, de combatir los templos de poder y el abandono de nuestras comunidades”.

O éstas: “Es la hora de cerrarle el paso al influyentismo, a la corrupción y a la impunidad; es la hora de ser fuertes todos haciendo fuerte a México; es la hora de reafirmar valores que nos unen. Es la hora del cambio con rumbo seguro para garantizar paz y tranquilidad a nuestros hijos”.

Cualquiera de los políticos en campaña este 2015, de cualquiera de los partidos, aun de los más intransigentes, podrían repetir este discurso y, paradójicamente, sería muy, pero muy actual. Quizá porque, como dijo el escritor francés Paul Ambrose Valèry: “lo malo de nuestro tiempo es que el futuro ya no es lo que era”.

       jfonseca@cafepolitico.com