Otto Becerril
El levantamiento de 2011 inició como una revuelta popular sin un liderazgo definido pero si con un plan de acción muy claro: un cambio de régimen en el que se respetaran las garantías de todos los ciudadanos del Estado. Las protestas se basaban en tres principios fundamentales: no a la violencia, no al sectarismo y no a la intervención.
A la par de que las figuras en el exilio o en la clandestinidad se agrupaban en un movimiento político que representara una alternativa pacífica y democrática al régimen de Bashar Al-Assad, se conformó un movimiento opositor armado integrado por desertores del ejército y ciudadanos que veían en la lucha armada la única opción viable para el cambio de régimen.
Así, la oposición se articuló con dos bloques disímiles, caóticos y con profundas fisuras organizativas desde el momento propio de su fundación. Los tres principios fundamentales de la revolución se desvanecieron rápidamente. La escalada de violencia le permitió al gobierno sirio justificar sus actos represivos afirmando que se trataba de grupos terroristas que buscaban desestabilizar la estructura multiconfesional del Estado patrocinados por intereses extranjeros.
Paulatinamente, el enfrentamiento entre la oposición y el gobierno se limitó exclusivamente a la lucha armada. Esto permitió la radicalización de los movimientos armados y la multiplicación de los mismos. A pesar de que se han hecho intentos de agruparlos bajo organizaciones sombrilla –Ejercito Libre Sirio, Frente Islámico y, el más reciente, Comando del Consejo Revolucionario– ninguno de estos esfuerzos ha rendido frutos para la oposición y, mucho menos, para el pueblo sirio.
Por su parte, el máximo representante de la oposición política, Coalición Nacional Para Las Fuerzas de la Oposición y la Revolución Siria, se encuentra completamente separada del terreno y enfrascada en luchas internas que la debilitan cada vez más.
La incapacidad de crear una plataforma política y una agenda de acción conjunta entre las dos principales vertientes opositoras así como la dependencia de recursos del extranjero, entre otras causas, han impedido que la oposición cumpla con su objetivo.
La oposición en Siria ha fracasado ya que no ha podido cumplir con las demandas esenciales del pueblo sirio que exigía una serie de reformas políticas que garantizaran la justicia, el respeto y ejercicio de los derechos fundamentales del pueblo –libertad de asociación, de expresión, de prensa, soberanía popular– principios básicos establecidos en la Constitución Siria pero claramente incumplidos. Asimismo, se exigía la derogación de las leyes de emergencia –en vigor desde 1963-, la liberación de los presos políticos y el pluripartidismo.
Sólo queda preguntar ¿qué Siria va a resultar de esta sangrienta guerra civil?
El Colegio de México, obcerril@colmex.mx