Luego de un aplazamiento de seis semanas, Nigeria enfrentará este sábado una de las elecciones presidenciales más disputadas de la historia. El actual mandatario, Goodluck Jonathan, y su principal rival, Muhammadu Buhari, un antiguo dictador que ha prometido acabar con la grave corrupción que afecta el país, están en empate técnico.
Corrupción incide en crisis
A pesar de su producción de cerca de 2,5 millones de barriles de crudo al día, ante la ausencia de refinerías eficientes, Nigeria importa prácticamente la totalidad del combustible que consume, sobre todo, desde Estados Unidos; además, la caída del precio del petróleo ha contribuido a una depreciación de la moneda.
“Nigeria necesita que los precios por barril sean superiores a los 100 dólares para que las finanzas del Ejecutivo no se hundan en el déficit (el petróleo representa más de un 70% de los ingresos del Gobierno)”, ha reconocido el consultor financiero Rodger Ekemini.
Al respecto, estudios del Deutsche Bank y el Fondo Monetario Internacional establecen en 123 dólares el precio necesario para que Nigeria equilibre sus cuentas; la crisis local no es provocada sólo por el descenso generalizado de la valía del crudo, el año pasado, el gobernador del Banco Central de Nigeria, Lamido Sanusi, acusó a la compañía nacional del petróleo local -NNPC- de saquear de forma sistemática los ingresos del oro negro.
Durante una comparecencia ante el comité de finanzas del Senado, Sanusi aseguró que, de 67 mil millones de dólares vendidos de petróleo entre enero de 2012 y julio de 2013, 20 mil millones continúan “perdidos”; Sanusi al final fue apartado de su cargo.
Ahora, es uno de los más críticos con la gestión del Gobierno, gracias a su elección como emir de Kano, la segunda figura más importante del islam en la región (tras el sultán de Sokoto, Alhaji Muhammad Sa’ad Abubakar), que resulta determinante.
Los efectos se dejan ver en la población; en la actualidad, según el Servicio Nacional de Estadísticas, cerca del 69 por ciento de los nigerianos (112 millones de personas) viven por debajo del índice de la pobreza y una cuarta parte se encuentra desempleada.
La geografía es notable, con la crisis más evidente en el norte del país, de amplia población musulmana. En el Estado de Sokoto, por ejemplo, el 81.2 por ciento de sus residentes viven con menos de un dólar al día, mientras en el sureño Osun, tan solo lo hace el 38 por ciento.
Ofensiva para resguardar elecciones
Los comicios ya fueron aplazados el pasado 14 de febrero, por la incapacidad de las Fuerzas Armadas para garantizar la seguridad durante el proceso, entonces Sambo Dasuki, consejero en materia de seguridad del todavía mandatario, Goodluck Jonathan, aseguró que para el 28 de marzo, fecha en la que se celebrarán las votaciones, el Ejército nigeriano habría destruido la totalidad de los bastiones del grupo armado.
En las últimas semanas, por ejemplo, Fuerzas de Chad y Níger iniciaron una ofensiva definitiva contra Boko Haram, mientras el propio gobierno nigeriano reconoce que empresas de seguridad privada de Rusia, Corea del Sur y Sudáfrica se encuentran en el terreno para capacitar a sus tropas; diversas fuentes aseguran que la participación extranjera no se limitaría sólo a labores de entrenamiento.
Al mismo tiempo, la Unión Africana ya ha aprobado la creación de una fuerza internacional para frenar el avance del grupo yihadista; el contingente, formado por soldados de cinco países (Nigeria, Camerún, Chad, Benín y Níger), deberá ahora ser ratificado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para su despliegue en territorio africano.
También es cierto que, después de seis años del intenso conflicto, con más de 13 mil muertos y 3,3 millones de desplazados internos, la pretensión de acabar con el grupo terrorista en apenas unas semanas se convierte en una utopía, por lo que conforme se acerca el día 28, cualquier anuncio sobre Abubakar Shekau, líder de Boko Haram, podría incidir en la balanza electoral a uno u otro lado.
En días recientes, dos aliados clave del mandatario Jonathan se han vuelto hacia las filas de su rival político, Muhammadu Buhara: Rabiu Kwankwaso, gobernador del estado norteño de Kano, y Rotimi Amaechi, dirigente del estado de Rivers.
Las deserciones sugieren un serio golpe para las aspiraciones del actual presidente, sobre todo, en el segundo caso, mientras que en Kano la derrota de Jonathan era previsible (difícil que un sureño cristiano sea elegido en un estado mayoritariamente musulmán).
La región de Rivers se ha convertido ahora en uno de los principales campos de batalla de los comicios, como Adamawa o Gombe; la suerte electoral parece decantarse por Buhari y su Congreso de Todos los Progresistas (APC).
En su último análisis, el Eurasia Group concedía al líder opositor un 60 por ciento de posibilidades de victoria.
Información de ABC, España