A Dios lo que es de Dios y a César lo que es del César

 

Mireille Roccatti

Nuestra sociedad heredera de la tradición y religiosidad civilizatoria judeo-cristiana occidental, celebra esta semana la pasión, muerte y resurrección de Cristo, el hijo del Hombre y dado que la mayoría de nuestra población así lo creemos, se deben respetar sus creencias que resultan además un puente de comunicación y sirve de argamasa para unirnos y encontrar los nodos de la identidad nacional.

La llamada Semana Santa o semana mayor en la religión cristiana nos sirve para hacer una serie de reflexiones. En ella se conmemora la última semana de vida de Jesús, que inició con su entrada a Jerusalén montado en un burro nunca cabalgado por hombre alguno. Esta visita a la capital del Reino de Judea con motivo de la celebración de la Pascua Judía, obedece al cumplimiento de los designios de Dios establecidas en las escrituras sagradas.

Su estancia en la Ciudad Santa transcurrió con diversos episodios desde el lanzamiento de los mercaderes del templo, que motivó el aforismo de dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, la celebración de la pascua judía en la última cena, su detención, el enfrentamiento con los sacerdotes integrantes del Sanedrín, su comparecencia ante la autoridad romana, y posteriormente luego de lavarse ésta las manos para excluirse de la responsabilidad en cuanto a la sentencia contra Jesús, liberó a Barrabás de acuerdo con la tradición judía, Jesús fue martirizado sufriendo crueles torturas que finalizaron con su muerte en la cruz, junto a dos Zelotes: Dimas y Gestas.

Estos días, desde siempre en nuestro país, se han conmemorado por la comunidad cristiana, que representa 95 por ciento de la población, con un espíritu de reflexión, meditación e introspección, así como, con representaciones de la pasión de Cristo, algunas de las cuales son famosas en el mundo entero, como: la procesión silenciosa de San Luis Potosí, los penitentes de Taxco, la pasión de Iztapalapa en el Distrito Federal, la de Metepec o la de Tenango del Valle, en el Estado de México, por sólo citar algunas.

A la par de las celebraciones religiosas dentro de un “sincretismo religioso mexicanísimo” estos días se convierten en temporada de holganza, esparcimiento, diversión y hasta de excesos, de vacaciones en distintos lugares, en playas —quienes pueden— aunque algunos pueden con visita previa o posterior al Monte de Piedad, en suma tenemos nuestra propia tradición.

Hago estas rememoraciones porque creyente como muchos mexicanos, cumplimos con los principios y valores de nuestra religión, misma que hemos logrado se respete tanto en nuestra libertad de credo, como en cuanto a la celebración de culto, aunque lamentablemente, la jerarquía de nuestra Iglesia que no entiende de derechos y de la convivencia en un Estado laico, así como de los límites e impedimentos legales de no inmiscuirse en la política previsto tanto en la legislación de nuestro país, como en el propio Código Canónico, se empeña en violentarlos y llevarlos al filo de la navaja en la búsqueda de sus propios intereses particulares. Y ante la inminencia de los tiempos electorales hay que tenerlo presente.

A Dios lo que es de Dios y a César lo que es del César.