El caso de David Korenfeld
El que no quiera vivir
sino entre justos,
viva en el desierto.
Séneca
José Fonseca
Hay, como debe ser, mucha gente con la que tengo diferencias de opinión, pero tengo un gran respeto por su lucidez e inteligencia, porque aun en los debates públicos más acalorados y apasionados contribuyen a que, pese a todo, prevalezca la racionalidad, con lo cual contribuyen a formarnos como ciudadanos, a acostumbrarnos a coexistir con tantos y contradictorios puntos de vista como hay en esta república nuestra.
La lucidez y la inteligencia facilitan que los debates públicos se mantengan en los límites de la argumentación racional y razonable, de la civilidad que nos obliga a reconocer que quienes piensan distinto no son nuestros enemigos, sólo compatriotas que no comparten nuestros puntos de vista.
Cuando los debates públicos se mantienen dentro de esos límites se fortalece cualquier democracia.
Por eso me ha sorprendido que tantas y lúcidas inteligencias se hayan dejado arrebatar por los prejuicios, los malos humores y la sinrazón de la política en el caso del exdirector de la Conagua David Korenfeld.
Esas lúcidas inteligencias constituyeron un coro unánime que exigía, demandaba que el exfuncionario fuera sometido a un juicio sumario, porque ya había sido juzgado y sentenciado por la amorfa tribuna de la opinión pública, a la cual dicen representar, cuando en realidad tratan de moldearla a sus puntos de vista.
Me sorprendió que tantas lúcidas inteligencias democráticas rechazaran tajante e impacientemente que el exfuncionario fuera sometido al proceso legal a que tenía derecho, como lo tenemos todos.
Quizá políticamente debió dejar rápidamente el cargo, para no empeorar el asedio a que tienen sometido a todos los servidores públicos tantas almas puras indignadas por lo sucio de la política.
Me escandalizó que las indignadas almas puras exigieran olvidarse de los pasos legales necesarios para que la ley se aplique con la imparcialidad que todos desearíamos que se nos aplicara a nosotros.
Los juicios sumarios no constituyen parte del debido proceso que todos ambicionamos sea la regla en nuestro sistema de justicia. Los juicios sumarios suelen terminan en linchamientos.
Ni la indignación de las almas puras, ni las demandas de castigo por razones políticas, justifican que no se respete el debido proceso, porque hoy sería el exdirector de la Conagua, mañana podría ser cualquiera de nosotros.
Recordemos la terrible lección de estas palabras: vinieron por el judío y nadie dijo nada; vinieron por el socialista y nadie dijo nada; vinieron por el cristiano y nadie dijo nada, y cuando vinieron por mí, nadie dijo nada.
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