Sus restos fueron descubiertos en 1978 en excavaciones realizadas en la Ciudad de México, en las que afloraron huesos que, “por su nivel, estructura y medidas, así como lo que quedaba del medallón”, se supuso que pertenecían a la poetisa novohispana Sor Juana Inés de la Cruz (1651-1695).
Actualmente la identidad de Sor Juana no está confirmada en su totalidad, ya que no se pudo realizar una prueba de ADN, sin embargo sí hay indicios, como un análisis comparativo del cráneo, que apuntan a que los restos sí pertenecen a la autora, una de las figuras más destacadas de la literatura novohispana.
Estos restos ahora tienen un nuevo lugar de descanso. Resguardados dentro de un ataúd coronado por el rosario con el que fueron encontrados, los restos fueron llevados hasta el Coro Bajo del Antiguo Convento de San Jerónimo, cumpliendo así con la voluntad expresada por la autora antes de su muerte.
Rodeados por rosas rojas y protegido por un cristal, fueron depositados bajo los versos “Triunfante quiero ver al que me mata, y mato a quien me quiere ver triunfante”, que escribió la propia Sor Juana.
En la ceremonia, señaló la rectora de la Universidad del Claustro de Sor Juana (UCSJ), Carmen Beatriz López-Portillo Romano, se ha realizado para “honrar” a la poetisa y a las monjas profesas de San Jerónimo que fueron encontradas en las excavaciones realizadas en el antiguo templo entre los años 1974 y 1981.
Después de las palabras de López-Portillo se escuchó una grabación con la oración fúnebre que el hoy extinto poeta Octavio Paz compuso para Sor Juana, y que recitó en el 300 aniversario de su fallecimiento.
Para recordar la pasión que la autora de obras como “La carta Atenagórica” y la “Respuesta a Sor Filotea” sentía por la música, el evento cerró con algunas melodías del Ensamble Barroco de Solistas de la UCSJ.


