Entrevista a Rodolfo Casillas/Investigador de la Flacso
Moisés Castillo
El miedo de los migrantes desaparece cuando piensan en un futuro mejor. Pero ese temor se vuelve eterno cuando caminan por México, una especie de “tumba clandestina”, como define el padre Alejandro Solalinde un país donde la sangre y la violencia son parte del paisaje. El horror se normaliza.
Ni los 11 mil secuestros de personas migrantes cada año, ni tragedias como la masacre de 72 migrantes en San Fernando, Tamaulipas, ni el drama de los niños migrantes, es suficiente para que las autoridades mexicanas actúen de forma responsable y eficaz. Las historias se repiten y triunfa la indiferencia. Tendríamos que estar obligados a saldar cuentas con la tragedia migratoria. ¿El gobierno federal no tendría que ser el obligado a preocuparse por salvar vidas?
Para Rodolfo Casillas, investigador de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales y experto en migración, el gobierno federal no sabe qué hacer con los flujos del sur, y el Plan Frontera Sur es un clara concesión a Estados Unidos.
¿Ha dado resultados el Plan de la Frontera Sur que puso en marcha el gobierno de Enrique Peña Nieto el año pasado?
Ese plan es una concesión, en el acuerdo que tiene el gobierno de México con Washington, para tratar de controlar el flujo migratorio centroamericano, en particular el que desea ingresar de manera indocumentada a Estados Unidos pasando por nuestro país. Este proyecto lo único que ha hecho es, por un lado, hacer invisibles los flujos; ciertamente se ha incrementado el número de eventos de detenciones en el último año, pero esto no quiere decir que todo el flujo haya sido contenido. Han sido capturados los migrantes que cuentan con menos experiencia, apoyos y recursos para transitar por México. Por el contrario, los que tienen más recursos transitan de manera invisible, se siguen pasando, aunque los costos y los riesgos se hayan incrementado.
La frontera cambió del Bravo al Suchiate
¿Podemos decir que Estados Unidos trasladó su frontera sur a Guatemala?
Escribí en 1994, cuando recién se creó el Instituto Nacional de Migración, que la frontera migratoria de Estados Unidos pasaba del río Bravo al río Suchiate. Lo que ocurre ahora no es ninguna novedad. Desde 1994 se dieron los primeros pasos, en la administración salinista, para que esto ocurriera y los gobiernos sucesivos lo que han hecho es irle dando el contenido específico, pero con los resultados visibles que el flujo migratorio se mantiene indocumentado y se ha ido incrementando en volumen en los últimos años.
El padre Solalinde asegura que el Plan Frontera Sur es una especie de muro virtual, ¿qué otros obstáculos tienen que enfrentar los migrantes a partir de este programa?
El problema más grave es que la ineficacia de las políticas gubernamentales tanto en materia de seguridad como en materia de migración han dado como resultado que los problemas de inseguridad pública que hay en el país han tocado los procesos migratorios, por eso han ocurrido los secuestros y los asesinatos masivos, tanto para los que son secuestrados y paguen un rescate, como para aquéllos que son secuestrados y son incorporados a las redes delictivas.
El Plan Frontera Sur trata de inhibir que los migrantes usen el tren llamado La Bestia, ¿cómo podrán lidiar los migrantes con esta situación?
Es como un juego de ping pong: la pelota puede estar en un lado pero de inmediato está en el otro. Vamos a ver quién se cansa primero, vamos a ver cuánto tiempo puede el INM, con apoyo de la policía federal, estar haciendo operativos todos los días para contener a la gente que se sube al tren. Es muy poco probable que el Instituto realice operativos en toda la ruta del tren, desde Chiapas hasta Tamaulipas o Baja California. Lo que están haciendo los migrantes es usar la misma ruta, los mismos transportes, pero no usan los mismos lugares de acceso, los lugares para subir al tren se van modificando durante la ruta.
¿Por qué para México y Estados Unidos el tema migratorio no es una prioridad? Vimos la tragedia de San Fernando, la crisis de los niños migrantes y pareciera que ambos gobiernos están paralizados. ¿Qué ha hecho Relaciones Exteriores para impulsar este tema regional?
Hay enfoques diferentes en los gobiernos en materia migratoria. Para el gobierno de Estados Unidos la migración es un problema interno. Para el gobierno de México la migración de nacionales a Estados Unidos es un problema bilateral. Y para los centroamericanos es un problema bilateral de los gobiernos centroamericanos con Estados Unidos. Son tres enfoques diferentes, que no por ser distintos debieran facilitar los acuerdos. Lo que ha ocurrido es que cada uno firma los documentos bilaterales o multilaterales, pero mantienen sus prácticas unilaterales en todo momento.
Entre autoridades y delincuentes
Los migrantes que participaron en el Vía Crucis Migratorio obtuvieron un amparo para su libre tránsito, pero ¿cuál es el futuro de los demás migrantes que prácticamente están a la deriva?
Están expuestos tanto a los operativos de migración como a los operativos de las redes delictivas. Es decir, la vulnerabilidad de los indocumentados no se beneficia con este hecho que simbólicamente es importante, pero es aislado.
¿México qué les puede ofrecer a los migrantes que buscan quedarse aquí? ¿Existen políticas públicas en la materia?
No hay nada. El gobierno de México no tiene claro qué hacer con los flujos del sur. Lo único que tiene claro es contener el paso migratorio y detenerlo lo más cercano a la frontera sur para que sean más económicos los traslados de deportación. Pero fuera de eso no hay una política de desarrollo. Por ejemplo, el total del comercio de México con Centroamérica es del 1.3% desde 1990. La relación de México con Centroamérica no pasa por la economía formal, y esta tendencia la tenemos con y sin tratados de libre comercio. Mientras no haya estímulos para la actividad productiva económica y comercial en el sur-sureste mexicano y en Centroamérica, pues esta situación de crisis que hay allá difícilmente se podrá contener sólo con medidas duras.
Luego de la guerra contra el narco que lanzó Felipe Calderón, ¿han cambiado las rutas de los migrantes hacia Estados Unidos?
No, siguen siendo las mismas rutas. Son dos básicamente: la más popular, que es la que usa la gente de bajos recursos y la del tren. Las más utilizadas desde siempre son las carreteras, ésas siguen siendo transitadas tanto por las autoridades públicas y la delincuencia, y pareciera que hay una gran sincronización entre unas y otras para nunca encontrarse.
¿Los peores enemigos para los migrantes son los agentes mexicanos migratorios? ¿Migración requiere reformarse para ofrecer un trato humano?
Son varios problemas. Por un lado, por mandato legal los únicos que pueden detener a los migrantes son los agentes migrarorios con la coadyuvancia de la policía federal. En este sentido, para el migrante ésos son los agentes que extorsionan y golpean, pero esto no quiere decir que la delincuencia común, que es la que se ha incrementado de manera exponencial desde 2007, no deje de causar daños a los migrantes. En algunos otros momentos los actores delictivos con los actores corruptos trabajan de manera coordinada.
De tal suerte que en muchas ocasiones el migrante dice que el que le pegó, asaltó, es la persona física que ve enfrente, pero no ve el operativo que está atrás para apoyar estratégicamente al que da la cara delictiva.
Las redes delictivas crecen
Digamos que la corrupción y la complicidad se encuentra en todos los niveles de gobierno.
Qué es lo que tenemos como resultado: el caso de San Fernando. Es algo que las autoridades gubernamentales de aquel entonces nunca lo quisieron decir y las actuales tampoco lo mencionan: en ese asesinato de 72 migrantes, uno de ellos era de origen hindú. Ésta es la mejor demostración de que las redes de tráfico de migrantes centroamericanas estaba trabajando ya de manera coordinada con redes de traficantes de Asia y África. Esa matanza fue la primera evidencia física de que había una mezcla de nacionalidades, las redes delictivas están creciendo en su labor y comienzan a compartir eslabones en terreno. Los programas posteriores, como el Plan Frontera Sur, que se aplica desde el año pasado, no nos dan noticias de cuántas redes de tráfico han detenido, pero sí nos dicen la cantidad de migrantes deportados. Pareciera que el peligro son los migrantes que buscan empleo y no las redes delictivas que llegan a secuestrar y matar.
Los migrantes siguen pagando la cuota más alta: con su vida o los escasos recursos con los que disponen.
Es un problema complejo, no sólo estamos hablando de tráfico de personas sino de trata de personas, los migrantes son obligados a ingresar en las filas del crimen organizado, el tráfico de órganos, etc.
Una cosa es el circuito del tráfico de migrantes y hay otro circuito pero de trata de migrantes. No son los mismos, son dos actividades delictivas distintas que en ocasiones tienen zonas grises compartidas. En ese sentido, ninguna de las dos prácticas independientes ni combinadas han sido afectadas por ninguno de los operativos nacionales o internacionales que se aplican en México. Lo que sí seguimos teniendo presente es que los migrantes siguen pagando la cuota más alta: con su vida o los escasos recursos con los que disponen.
¿Qué escenarios se le presentan a los migrantes para evitar que ocurran tragedias como la de San Fernando y dramas cotidianos en su paso por México?
Mientras el gobierno de México no deje de seguir desarrollando una política de amplia concesión a Estados Unidos, difícilmente la tendencia se va a modificar. La distancia entre los procesos sociales y la actuación de los gobiernos cada vez se irá abriendo más, irán por rutas paralelas y nunca habrá encuentro. Eso tiene efectos negativos, porque los procesos migratorios internacionales cada vez más inciden en la política interna, por una razón: los migrantes cuando pasan por México van teniendo interacción no sólo con quienes los están llevando a Estados Unidos, sino con gente del comercio informal. Por ejemplo, van a comer a los mercados populares, van a farmacias a comprar medicinas, hoteles baratos, usan transporte público inseguro.