Aprobado el sistema para combatirla
Creo en ver la realidad directamente
a los ojos, y, luego, en negarla.
Garrison Kueller
José Fonseca
Cuando en una entrevista periodística el presidente Enrique Peña Nieto apuntó la posibilidad de considerar que la corrupción, por las razones que fuera, podría ser un asunto de cultura, quienes lo entrevistaban se echaron al drama, tanto que hasta la fecha mantienen una suerte de hostilidad hacia la figura presidencial.
Quienes se indignaron pareciera que no viven en el México real. No parecen vivir en el México donde, así como hay policías honestos, hay quienes buscan el menor pretexto para crear las condiciones para que el ciudadano los soborne.
Quizá nunca se han formado en las larguísimas filas para algún trámite, filas que algunos ciudadanos se ahorran mediante el pago a algunos malos servidores públicos. Los ciudadanos de a pie reconocen que la corrupción es una realidad, pero también cada vez es menos tolerada, lo cual da sustento para combatirla enérgicamente.
Quien esto escribe tiene que reconocer que se equivocó al suponer que los intereses electorales prevalecerían sobre la exigencia social para la aprobación de la iniciativa del sistema anticorrupción que recibieron los senadores de la Cámara de Diputados.
Conste, empero, que pese a todo algunos panistas y perredistas hicieron esfuerzos de última hora para retrasar la aprobación, mediante la introducción de enmiendas que hubieran forzado a devolverla a la Cámara de Diputados.
Dicha devolución habría cancelado la posibilidad de aprobar el sistema anticorrupción, porque entre las enmiendas que pretendieron introducir fue la cancelación del fuero presidencial, tema que exigiría más días de discusión de los que faltan para que termine el periodo ordinario de sesiones.
Como sea, este espacio insiste: me trago mis palabras, la mayoría de los senadores privilegiaron el interés ciudadano y aprobaron el sistema anticorrupción.
Faltan, claro, las leyes secundarias, pero ya se dio el primer paso de una jornada largamente pospuesta por todas las fuerzas políticas. Y este primer paso es trascendente.
Ojalá y a la hora de discutir las leyes reglamentarias se reconozca la realidad: la corrupción, efectivamente, por las razones que sea, es un asunto que no sólo permea, sino que ya infecta amplios sectores de nuestra sociedad.
Si prevalece el realismo a la hora de diseñar las leyes reglamentarias habremos empezado, ahora sí, a construir el entramado jurídico indispensable para que prevalezca el Estado de derecho.
Que así sea.
jfonseca@cafepolitico.com
