OBSERVATORIO DE CONFLICTOS
El conflicto armado en Siria está a punto de entrar a su cuarto año. Entre marzo de 2011 y lo que va de 2014, ha cobrado la vida de cerca de 200 mil personas. Al interior de un país cada vez más fragmentado, 6.5 millones de civiles desplazados se enfrentan todos los días a la violencia y a un sistema de salud y otro de educación deteriorados. En los países vecinos, la atención que reciben más de 3 millones de refugiados sirios ha provocado tensiones entre la población local y los recién llegados. Tanto dentro como fuera de Siria, la población más vulnerable es la infantil.
Antes de la guerra, Siria contaba con uno de los mejores sistemas de educación. La tasa de alfabetización era de 90%, y prácticamente todos los niños sirios asistían a la escuela. Después de más de tres años de conflicto armado, cerca de 3 millones de niños sirios han dejado sus estudios. Entre ellos se encuentran aquellos que no pueden acceder a niveles superiores de educación, pues los viajes hasta los centros de certificación son cada vez más peligrosos.
Algunas familias de refugiados sirios dependen del trabajo de sus hijos para sobrevivir. En Turquía y Líbano, por ejemplo, se ha vuelto común ver a estos niños vendiendo cigarros o dulces en las calles, recolectando basura para reciclaje o trabajando de manera irregular en la industria textil o de la construcción.
Además de verse forzados a trabajar para mantener a su familia, o, en el caso de las niñas, ser empujadas a matrimonios arreglados porque sus familias ya no pueden mantenerlas, los niños sirios se enfrentan a otros peligros. Entre ellos está su participación directa en la lucha armada.
Desde noviembre de 2012, Human Rights Watch ha detectado y denunciado la presencia de menores de 18 años en las fuerzas que apoyan al régimen sirio y las fuerzas de oposición. Estos niños cumplen diferentes funciones que incluyen labores de espionaje, asistencia a los heridos durante el combate y participación directa en los enfrentamientos. Algunos reciben cerca de 100 dólares al mes o pagos en especie, pero otros no reciben ningún salario. Muchos asisten a campos de entrenamiento militar.
Ante todo lo anterior, ¿cómo evitar lo que algunas organizaciones, como la UNICEF, han llamado “una generación perdida” de niños sirios? Esta es una de las preguntas que la comunidad internacional debe responder ante una crisis humanitaria que se encuentra en un momento crítico.
El Colegio de México, apaulinagil@gmail.com