Las elecciones en Gran Bretaña
BERNARDO GONZALEZ SOLANO
Que el sistema democrático occidental está en crisis ya es un lugar común para la mayoría de los analistas y teóricos políticos del Viejo y el Nuevo Mundo. Sobre todo, de la “democracia” que tiene lugar por medio de los anquilosados partidos políticos (de izquierda y de derecha). Antiguos y de nuevo cuño. Ni que decir de las compañías encuestadoras –uno de los mejores negocios del mundo, equiparable a las actividades ilegales de la modernidad que rinden pingües ganancias–, que frecuentemente se equivocan (¿a apropósito?, pregunta que ya obligó al British Polling Council (BPC), el organismo supervisor de las encuestas en el Reino Unido, a ordenar la apertura de una investigación para determinar las razones del fiasco masivo de los sondeos en los comicios que tuvieron lugar el jueves 7 de mayo) en sus pronósticos que al final de cuentas eso son las encuestas: pronósticos que no se cumplen a pie juntillas. Error humano, dicen los encuestadores, para tratar de exculpar lo que puede ser una malvada (e interesada) maniobra partidista. En política, como en todo lo humano, nada puede descartarse.
Lo que acaba de suceder en la Gran Bretaña obliga a reflexionar en el proceso democrático que está en pie desde el fin de la II Guerra Mundial y que se remonta al tiempo de la Grecia antigua; sistema que ahora incluye repúblicas presidenciales; monarquías parlamentarias, y hasta dictaduras “democráticas”, ¡válgame Dios!, barnizadas de un izquierdismo ñoño que pretenden justificarse con elecciones amañadas que siempre les granjean la mayoría. Por ejemplo, Cuba, Venezuela, Nicaragua. Los teóricos políticos tienen la palabra.
De todas suertes, el primer ministro tory, David Cameron, se convirtió el viernes 8 de mayo en el gran triunfador de las elecciones parlamentarias del Reino Unido de la Gran Bretaña. Influenciados por las encuestas, nadie esperaba una victoria tan incuestionable del Partido Conservador en los pasados comicios. Fallaron todas las encuestas y, con ellas, los “análisis” sobre los que se desarrolló la campaña electoral. A lo largo de la misma las encuestadoras mantuvieron un “empate técnico” entre conservadores y laboristas. Al final, el mandatario conservador, de 48 años de edad, que muchos británicos no identifican como “a man of the people” –“un hombre del pueblo”–, rompió todos los pronósticos y cosechó una amplia mayoría absoluta que le permite ahora un segundo –y según parece el último, porque anunció que no se presentará a un tercer periodo– mandato sin necesitar de apoyos de otros partidos, como sucedió en los comicios de 2010. La última vez que un ejecutivo británico incrementó de forma tan apabullante el número de escaños (ha ganado 25 asientos) fue en 1983, hace 32 años, con la “dama de hierro”, Margaret Thatcher al frente. De los 650 escaños que componen el Parlamento británico en 2015, el reparto es el siguiente: 331, conservadores; 232, laboristas; 56, el SNP, escocés; 8, los liberales; 1, los Verdes; 1, el UKIP, y 19 otras formaciones. Más claro, ni el agua.
Los otros grandes triunfadores de la jornada electoral fueron los dirigentes y votantes del Partido Nacionalista Escocés (SNP), que se convierte en la tercera fuerza política del Reino Unido. Desde su fundación, en 1934, el SNP nunca había tenido tanto poder en Westminster. La exultante Nicola Sturgeon declaró: “Se han movido las placas tectónicas de la política escocesa, es un resultado sin precedentes…Ni en mis sueños más salvajes podía haber imaginado el avance arrollador de mi partido”. Sorprendente resultado porque hace tan solo seis meses el SNP perdió el referéndum independentista y ahora cambia el mapa político al norte de la frontera. Este triunfo abre una etapa difícil para David Cameron, sobre todo porque muchos británicos temen ahora que se ponga en riesgo la “unión” del reino: las relaciones entre Londres y Edimburgo ya quedaron muy tocadas tras el plebiscito de secesión de septiembre de 2014, en el que un 55% del electorado votó por la unión, tras dos largos años de intensa campaña por parte de ambos bandos.
No menos complicado será para Cameron gestionar el referéndum sobre la pertenencia de su país en la Unión Europea (UE). El primer ministro conservador –al que la reina Isabel le pidió inmediatamente formar gobierno– defiende la liga de Londres con Bruselas, pero bajo nuevas condiciones sobre todo en materia económica o de justicia. Al respecto,
las autoridades de la UE el propio viernes 8 de mayo le tendieron la mano al premier, aunque le recordaron las líneas rojas de las inminentes negociaciones: la política común de inmigración (el talón de Aquiles de Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial) y la libre circulación ciudadana. El horizonte para la “pérfida” Albión y el continente se avizora brumoso, sobre todo porque no deja de crecer el número de euroescépticos en las filas tories. Esto complicará aun más las cosas.
De tal suerte, en su primer discurso tras renovar su mandato, y en un guiño al ala dura de los tories, David Cameron enfatizó y reiteró su promesa de celebrar la consulta para continuar o no en la UE en 2017. Este anuncio creó inquietud en Bruselas y se interpuso en la felicitación expresa que le envió el presidente Barack Obama, que le reiteró el deseo de ver al Reino Unido como parte de la Unión Europea. Una vez conocidos los resultados, Cameron acudió rápidamente con la reina Isabel II en Buckingham para que le ordenara formar nuevo Gobierno. Tras asistir a los actos del 70º aniversario del Día de la Victoria, cuando los países aliados derrotaron completamente a las fuerzas del Eje, el premier convocó a su vieja guardia en Downing Street para enviar los británicos un mensaje de continuismo.
En el número 10 de la famosa calle londinense no hubo cambio de sábanas, continúa la misma ama de casa, Samantha, con sus tres hijos (dos niñas y un niño), educados a la manera del abuelo materno, un baronet –eslabón inferior a barón en la escala de títulos honoríficos–, que fue un rico terrateniente aristocrático. David, por su parte, continúa siendo clasificado como un toff, miembro de la superélite británica que cursó sus estudios en la escuela privada más exclusiva del Reino Unido, Eton College, y los estudios superiores en la Universidad de Oxford.
David Cameron y su mujer vivieron un episodio que los modernizó y los emparejó con el pueblo llano. El primer ministro ha reivindicado los cuidados que recibió en la sanidad pública su hijo Iván, enfermo de parálisis cerebral fallecido en 2009. En la campaña dijo: “Con mi querido hijo tuve que ir muchas veces al hospital y siempre tuve allí el cuidado y la atención necesaria; la sanidad pública está muy en el fondo de mi corazón”. Cameron prometió destinar 11,000 millones de euros para reforzar el presupuesto del Sistema Nacional de Salud, aunque no especificó de dónde saldría ese dinero.
Como sea, David Cameron, con 43 años de edad fue el primer ministro más joven en 2010 desde 1812. Su padre, Ian Cameron, fallecido el mismo año en que su hijo subió al poder, fue un stockbroker (corredor de bolsa) que amasó una buena fortuna. Su madre, una juez de primera instancia jubilada le acompaña en los congresos del Partido Conservador.
Cameron ya pasó a la historia en su país. Sin duda su triunfo electoral supone un espaldarazo a las políticas económicas que implantó en su primer mandato. Ahora podrá continuarlas. El Reino Unido despunta en crecimiento económico en Europa, pero la subida del PIB se estancó en el 0.3% en el primer trimestre de 2015, poniendo en evidencia la fragilidad de la recuperación. Además, la estrategia de austeridad continuará los dos próximos dos años por lo menos, con recortes anunciados de 15,500 millones de euros. Para entonces, la historia conocerá otros derroteros. VALE.

