Norma Salazar
La portentosa obra literaria de Fernando Antonio Nogueira Pessoa (Lisboa 1888-1935), continúa asombrándonos en nuestros días, materia inagotable para sus lectores selectos y otros ocultos.
Escritura de rebeldía clásica y aristocrática del poeta portugués es desarticulada nítidamente en sus heterónimos: Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos; su semiheterónimo Bernardo Soares y el propio Pessoa, claro ejemplo, sus libros reconocidos; Drama en Gente, El Libro de Desasosiego, Cuidador de Rebaños, Autopsicografía, Oda Marítima entre otros. Muestran sus inclinaciones esotéricas, a su vez refleja un detonador de aquel modernismo luso donde aparecen múltiples proyecciones sin olvidar sus conocimientos que poseía Fernando Pessoa en psiquiatría que provenían de la escuela del psiquiatra italiano Lombroso y de su seguidor Max Nordeau. Pessoa impactado por estas teorías psiquiátricas de Lombroso y del libro de Nordeau, titulado La degeneración que mostraban características de una mentalidad de “fin de siglo”, un libro con temáticas del “egoísmo y el desprecio para los semejantes”, el “impúdico descubrimiento de los instintos inferiores”, la “liberación del dogma y la negación del mundo suprasensible” y el “deseo de experimentar vibraciones estéticas nerviosas”, la “desesperación del ideal en el arte y la importancia del mismo arte de provocar aún sensaciones recurriendo al auxilio de las antiguas formas estéticas”. El poeta lusitano no pudo liberarse de ciertas impresiones que le causó dicho libro, su inquietud por experimentar sus aflicciones y crisis emocionales no dudó en ningún momento en llevarlas a la praxis literaria. En una carta dirigida a su amigo Cortes-Rodrigues le transmite su preocupación emocional; sentimientos que incomodaba a su inteligencia-sensitiva. El bardo lusitano hace énfasis a su intelecto entrelazando al arte de la heteronimia, ilustra muy bien su triple concepción estilística que expresa una poesía clásica y fría, sacrificando la sensación o emoción, reflexiona con una postura racional: “El punto central de mi personalidad como artista es que/ soy un poeta dramático; tengo, continuamente, en todo/ cuanto escribo, la exaltación íntima del poeta y la/ despersonalización del dramaturgo”. El fenómeno heterónimo es, sin duda, uno de los aspectos más importantes y sugestivos de la obra. Pessoa utilizó la palabra heterónimo del griego hetero que significa otro y onyma que significa nombre, nombres diferentes de una misma persona, de ahí que convergen o mejor dicho conviven en el poeta personalidades formales y en diferente temperamento.
El primero de los heterónimos en manifestarse es Alberto Caeiro da Silva, mestre “maestro de los heterónimos” representa la contemplación del mundo, la naturaleza adversa, el devenir y exaltación de los sentidos, la percepción como única posibilidad real. Caeiro es el poeta-filósofo; su postura está en la contemplación asimismo una actitud de “aquello que succiona todos los sentidos” en el ser humano, en Cuidador de Rebaños, observamos: “Ser poeta no es una ambición mía,/ es mi manera de estar solo”. Al leer Cuidador de Rebaño reafirma una voz fina de sumisión, lo único que podemos saber es aquello que nos llega a través de nuestros sentidos. El segundo heterónimo poético es Ricardo Reis, amante del equilibrio de la perfección; un hombre sobrio, autor de 125 Odas, es evidente que en su obra imita deliberadamente a Horacio con un lenguaje latino adaptado al portugués contemporáneo con una estructura clásica, refinada a la cultura grecorromana, engrandeciendo la virtud y el espíritu austero. Temas por la vejez, por la muerte lo transmite como lo hubiera escrito Horacio. Lisbon Revisited: “¡Quítenme de aquí la metafísica!/ ¡No me enumeren sistemas completos, ni me presenten/ conquistas/ de las ciencias (de las ciencias, Dios mío, de las ciencias!),/ ¡de las ciencias, de las artes, de la civilización moderna!/ ¿Qué mal le hice yo a todos los dioses?/ Si tienen la verdad, ¡guárdensela!”. Aquí, divisamos una sentencia. El enfado como una ley que abarca a los dioses que pesa sobre ellos al igual que pesa en los hombres.
Álvaro de Campos es el de todos los heterónimos el que más expresa un interior agitado, su ser asocial, su hostilidad que explota la voluntad individual simultáneamente se interroga de la intimidad de su Yo, dice Pessoa en Álvaro Campos: “es en quien puse toda la emoción que no me doy ni a mí ni a la vida”. Oda Marítima ocupa un privilegio especial, es el poema mejor logrado: “¡Ah, el rocío sobre mi excitación!/ ¡La frescura nocturna de mi océano interior!/ Todo sucede en mí de repente ante una noche en el mar/ llena del enorme misterio humanísimo de las olas nocturnas./ Luna en el horizonte/ y mi infancia feliz despierta, como una lágrima en mí;/ mi pasado resurge, como si cada grito marino/ fuese un aroma, una voz, el eco de una canción/ que fuese a llamar a mi pasado/ por aquella felicidad que nunca volveré a tener”.
Pessoa es un caleidoscopio, una intersección de varios planos: objetivo/subjetivo, marítimo/terrestre, claridad/vaguedad, pretérito/presente y su contante escritura es indudablemente, el mar.