Eve Gil
Julian Assange debe haber sido un joven pre-universitario en la época en que se ambienta Número cero ([Traducción del italiano: Helena Lozano Miralles] Lumen, México, 2015; 217 pp.), la más reciente novela de Umberto Eco. Es el mes de abril de 1992. Colonna, el protagonista, es un looser de cincuenta años, penosamente divorciado de una mujer convencida de que es un bueno para nada y un solitario que saca provecho a sus múltiples conocimientos para realizar trabajos free-lance. Para los lectores, este fracasado puede resultar mucho más interesante que para quienes lo rodean en la ficción y, como en la vida real, miden el éxito o la felicidad por la fortuna acumulada. El propio Colonna lo dice, casi con orgullo: “el placer de la erudición está reservada a los perdedores”.
Pero la noticia de los talentos de Colonna —que domina el alemán como pocos, entre otras virtudes— llega a oídos de un siniestro personaje llamado Simei que, según Eco, posee un rostro que puede pertenecer a cualquiera. Ni siquiera se molesta en otorgarle un rasgo sobresaliente, lo cual, inevitablemente, siembra en mí la sospecha de que Simei representa a ese racimo de sombras que, en la actualidad, se parapeta tras la información que nos llega vía Internet. Simei, en efecto, pretende dirigir un nuevo periódico… no uno convencional, por supuesto: uno que se adelantará a todos los demás a través de deducciones detectivescas, ingenio, suposiciones coherentes, observación y, sobre todo, reciclaje de noticias del pasado, bajo la premisa, supongo, de que “Quien no conoce su historia, está condenado a repetirla”. O, utilizando palabras del propio Simei: “No son las noticias las que hacen al periódico, sino el periódico el que hace las noticias”. A Colonna, nuestro simpático perdedor, le ofrece el puesto de redactor en jefe del flamante diario que habrá de llamarse Domani.
La experiencia parece novedosa, emocionante, aunque Simei le confía a Colonna que detrás de este diario se parapeta un fantasmal magnate de los medios de comunicación, asombrosamente parecido a Berlusconi, y que Domani es, explicado, por supuesto, con términos mucho más elegantes, un método no tan indigno para lavar dinero. Pero el único que conoce este detalle es Colonna. El resto del equipo seleccionado por Simei, se entrega con singular entusiasmo e ingenuidad al proyecto. La idea de Simei, que ve en Domani una especie de laboratorio de nuevo periodismo, es que mientras la susodicha publicación no acapare la atención de una cantidad de lectores que sobrepase la de los diarios “convencionales”, aparezca numerado con ceros. Es decir: el primero en salir a la venta llenará simplemente el Número Cero; el posterior será Cero uno, y así consecutivamente. Inicia una efervescente actividad en la redacción del futuro periódico. Cada integrante del equipo expone ideas frescas, entusiastas, ingeniosas… pero por alguna misteriosa razón el propio director del incipiente diario parece decidido a sabotear todas y cada una. En algunos casos no se limita a desecharlas con discursos que chorrean lealtad perruna al dueño y a los hombres de poder a cuyo núcleo pertenece, sino que, como en el caso de la enternecedora Maia, opta por ubicarla en la página de los horóscopos para silenciar sus brillantes propuestas. Mientras Simei disfraza de menosprecio su temor por la desproporcionada inteligencia de la joven, Bragadoccio, el más cercano a Colonna y el de mayor colmillo como periodista, desdeña abiertamente a la muchacha a la que diagnostica como “autista”… lo cual resulta ser verdad.
Nada de eso impide que Colonna empiece a sentirse atraído por la joven cuyo gran intelecto contrasta con su entusiasmo de niña pequeña. Graduada en periodismo, Maia nunca ha obtenido un trabajo a la altura de sus expectativas (y habilidades), pero no pierde la esperanza de que tras lo que pareciera un castigo —encargarse de los horóscopos— su jefe termine por valorarla como profesional. Colonna y Maia empiezan una amistad de tipo intelectual, en la que embonan a la perfección, lo cual abre el camino al enamoramiento, pese a la diferencia de edades (Maia es veinte años más joven que Colonna).
El esperado Número Cero no termina por salir a la luz, y es justo entonces que la incansable inventiva de Bragadoccio encuentra piezas sueltas en un acontecimiento que se remonta al pasado: la masacre del dictador Mussolini y su amante, Claretta. Confía a Colonna su descubrimiento. El rompecabezas, que abarca acontecimientos muy posteriores al término de la Segunda Guerra y se dispersan por el Vaticano y la dictadura Argentina, parecen indicar claramente que el hombre destazado en la vía pública no era el verdadero Mussolini, sino un doble del que disponía el Duce para librar circunstancias difíciles. La reconstrucción de esta alucinante historia, que por cierto abarca una cuarta parte de la novela, no admite las dudas de Colonna. Su autor tiene una respuesta para todo. No ha dejado resquicio por donde se filtre la mínima contradicción. El propio Colonna termina convencido de que Bragadoccio ha realizado un descubrimiento insólito que tambaleará las estructuras sobre las que se han cimentado la historia, la política y hasta la religión de todo un país. La certeza se incrementa tras el asesinato de Bragadoccio, cuando la nota ni siquiera ha sido aprobada por el intransigente Simei en el Número cero que cada día parece más mítico y lejano.
Un thriller periodístico; metáfora del periodismo en la era de Internet, sátira de los manejos subterráneos de la información, a conveniencia de los titiriteros aferrados al Poder… pero también un símil de lo que llegaría a ser la figura del hacker, ese oscuro personaje entre heroico y perverso gracias al cual, muchas veces, se destapan las cloacas más hediondas. “El manual de comunicación de nuestro tiempo”, apunta el joven y perseguido periodista Roberto Saviano. Los seguidores del autor de El nombre de la rosa no quedarán defraudados en lo absoluto, pues si bien se trata de una novela completamente distinta a las que suele escribir este notable autor italiano, nacido en Alessandria en 1932, tiene en común con las demás una gran erudición, un magistral manejo de los hilos del suspense y personajes entrañables y hábilmente construidos.


