El futbol, ¿deporte o negocio?

Alí Babá, y los 40 ladrones

Bernardo González Solano

La FIFA es un acrónimo que todo mundo entiende o que cree saber a qué se dedica. Fundada en 1904, la asociación internacional que maneja el “jogo bonito” (como  se denomina publicitariamente al futbol, actividad deportiva que rinde pingües ganancias a Brasil porque los cariocas son los principales exportadores de futbolistas en todo el planeta y, según los expertos, seguirán siéndolo), se ha convertido en la “organización criminal perfecta”, lucrando con la pasión que despierta este ¿deporte? casi en toda la Tierra.

Aunque no gozo de los placeres futbolísticos como prácticamente el resto de los mortales, no dejo de advertir que alrededor del futbol se dirimen prestigios nacionales e internacionales, incluso han originado “guerras” entre “países” centroamericanos que dan risa pero que han sido reseñadas por periodistas como el polaco Kapuscinski. El “deporte del hombre”, dijera un cronista deportivo mexicano, también tiene sus bajos fondos que naturalmente están en la cúspide, como lo cuenta magistralmente el autor escocés Andrew Jennings, en su libro Omertá: la FIFA de Sepp Blatter, familia del crimen organizado.

EL hecho es que el futbol ha dado, desde ya hace muchos años, el salto de los estadios a las cavernas donde Alí Babá y sus 40 ladrones —símil de los gerifaltes futbolísticos repartidos por todo el planeta— encubren sus fenomenales ganancias no sólo por las competencias en sí, sino por toda la “industria” que han generado los campeonatos futbolísticos de todo tamaño, pero especialmente en la Copa Mundial y otros encuentros internacionales.

De tal forma, dice Miguel Ángel García Vega en su interesantísimo reportaje titulado “El fútbol es infinito”: “El fútbol —pese a las tarascadas, como el escándalo de corrupción destapado esta semana en la FIFA— es una industria  que genera en el planeta esperanza y 50 mil millones de dólares (48 mil millones de euros) La cifra llega de la consultoría Repucom. Es un espacio donde las entidades financieras se han  convertido en los máximos inversores y donde la fiebre del fútbol hace tiempo que traspasó Europa y América Latina. Ahora el negocio se expande a China y los países árabes en busca de los mil 600 millones de aficionados que hay en el mundo. Nadie escapa a su influjo. Los multimillonarios árabes y rusos adquieren clubes de las ligas europeas mientras las grandes marcas han visto un Edén para sus intereses. Da igual que la inequidad, ese alquitrán oscuro y viscoso de nuestro tiempo, se derrame separando clubes muy ricos, donde militan jugadores y agentes poderosos, yequipos y deportistas que apenas sobreviven. Es la desigual forma en la que gira hoy el planeta fútbol…El año pasado los clubes profesionales —acorde con la FIFA—, gastaron 3 mil 600 millones de dólares (3 mil 277 millones de euros) en traspasos para hacerse con los servicios de jugadores internacionales”.

Esas sumas ingentes de dinero son las que indignan a la humanidad en general, en un mundo donde hay pobres que logran sobrevivir con un dólar diario. Por cierto, en una gran mayoría de esos pobres, hay infinidad de fanáticos del futbol y miles y miles de sus hijos famélicos practican el “jogo bonito” —como dice la publicidad de un fabricante de zapatos de futbol— con la esperanza de que que algún cazador de talentos los contrate para un equipo local o internacional. Como fenómeno social, el fútbol tiene diversidad de variantes.

Por eso el más importante agente británico de contratación de jugadores, Jonathan Barnett, defiende los altos estipendios de sus “talentos” y dice: “mis jugadores deben retirarse sin necesidad de volver a trabajar; cuando se retiren trabajen porque quieren, no porque lo necesiten. Los días de montar un pub o una tienda por 50 libras se han terminado”.

Así las cosas, la inaceptable y escandalosa trama de corrupción destapada el miércoles 27 de mayo último, por la fiscalía del Tío Sam, la Federal Bureau of Investigation (FBI) y la agencia tributaria estadounidense —basados en que las operaciones fraudulentas se hicieron desde bancos de EU—,  puso en la picota la credibilidad de la FIFA, la federación internacional que gobierna desde hace 111 años los destinos del futbol mundial. Siete de los más cercanos directivos del presidente de la organización, Joseph “Sepp” Blatter, fueron detenidos por la policía cantonal de Zürich, Suiza, acusados de 47 cargos, entre los que sobresalen el soborno, el chantaje, el fraude y el blanqueo de dinero. Para llegar a este punto, tuvieron que transcurrir 12 años de investigaciones. Loretta Lynch, la nueva fiscal general de la Unión Americana, en una conferencia de prensa en Nueva York, fue tajante y clara al presentar las acusaciones: es una trama con “raíces profundas” que ha operado al menos durante 24 años. En suma, el futbol mundial ha vivido en un ecosistema corrupto durante más de dos décadas. Y lo que falta. Así de fácil o de complicado. Como usted guste.

Entre los acusados están dos vicepresidentes de la FIFA, el caimanés Jeffrey Webb, y el uruguayo Eugenio Figueredo; además, el ex presidente paraguayo de la Confederación Sudamericana (Conmebol) Nicolás Leoz. Otros son el costarricense Eduardo Li, el nicaragüense Julio Rocha, el venezolano Rafael Esquivel, el brasileño José María Marín, el trinitense Jack Warner, y otro caimanés Costas Takkas.  Todos ellos hombres de confianza de “Seppo”. En el momento de la detención, por agentes de la Policía Cantonal de Zürich que actuaban de común acuerdo con la Fiscalía de EU, estos personajes dormitaban en sus cuartos de hotel, excepto Leoz y Warner. Algunos incluso estaban en pijama. Después de 12 años de investigaciones, se empezaban a ver los primeros frutos.

Las detenciones que pusieron de cabeza a la dirección del futbol mundial tuvieron lugar 24 horas antes de que comenzara el 65 Congreso de la FIFA, en el que Joseph Blatter —”salpicado” aunque no acusado, hasta el momento—, pese al escándalo y a las presiones de muy alto nivel, incluso del primer ministro de la Gran Bretaña recién reelegido, David Cameron, que abiertamente pidió la renuncia del casi octogenario (cuenta con 79 años de edad) el dirigente, fue reelegido como presidente del organismo “deportivo” por quinta ocasión. Estará en el cargo, si no surgen mayores contingencias, hasta el año 2019. Increíble, pero cierto. Nada se lo impidió. Ni siquiera la petición de la UEFA el mismo día, cuyo Comité Ejecutivo se reunió en Varsovia —donde se celebraba la final de la Europa League—, donde pidieron bajo sugerencia de Michel Platini, que la votación del presidente de la FIFA se aplazara por seis meses. No fue posible y Blatter salió adelante. Eufórico, muy a su manera, Joseph Blatter, exultante, dijo: “No necesitamos una revolución, sino una evolución. Asumo la responsabilidad y estoy dispuesto a seguir adelante”.

En tanto estos directivos eran detenidos, otros agentes de la policía suiza escudriñaban las computadoras de la FIFA en su sede central debido a otra investigación paralela que trata de averiguar cómo se asignaron a Rusia y a Qatar los Mundiales de Futbol de 2018 y de 2020 respectivamente. Todo indica que estas investigaciones se originaron debido a denuncias de la propia FIFA. Un tremendo berenjenal.

No es posible en un reportaje dar todos los pormenores del operativo que pone en claro la corrupción mundial del futbol profesional. ¿Cómo funcionaba la trama? La fiscal estadounidense, Loretta Lynch, acompañada del director de la FBI, James Comey, lo sintetizó así: “Estos individuos usaron el soborno para decidir quién iba a televisar los partidos, dónde se iban  a celebrar y quién iba a presidir la organización. Usaron sus posiciones para solicitar sobornos por los derechos comerciales y lo hicieron una y otra vez, año tras año, torneo tras torneo”. Alguno de ellos ingresó en su cuenta personal 20 millones de dólares (sucios) en 19 años.

De tal suerte, el comienzo de la corrupción en la FIFA no se puede precisar con exactitud, aunque cronológicamente se señala en la asignación del Mundial de Sudáfrica 2010, que se designó en 2001, y afecta a la Copa América de 2016 e incluso a la cuarta reelección de Blatter, en 2011. En concreto, no parece haber una elección limpia en la FIFA desde hace dos décadas. Blatter  llegó a la cúspide de la organización futbolística mundial en 1989. Su antecesor, y protector, Havelange, estuvo 24 años. ¡Ah, bárbaro!

Así, véase como se quiera ver, la reelección de Blatter al frente del organismo “deportivo” es una mala noticia para los que “aman y quieren al futbol”. Como dijo la vieja gloria del futbol portugués, Luis Figo, que pocos días antes del congreso retiró su candidatura a la presidencia de la FIFA: “este es un día negro para el futbol mundial”. Solo Vladimir Putin, el mandamás ruso, defendió al septuagenario líder, declaró que el Mundial de Rusia es “intocable”, y acusó a EU de intervenir en los asuntos de otras naciones. Lo que el miércoles 27 de mayo era un conflicto deportivo, el viernes 29 del mismo mes se había convertido en otro episodio de un enfrentamiento geoestratégico. Y lo que falta.