Magdalena Galindo
Del mismo modo que se ha caracterizado al auge de la literatura en Nuestra América que se manifiesta a partir de la década de los sesentas, como el Boom de la literatura latinoamericana, bien puede afirmarse que también a partir de esas fechas se presentó un Boom de la ciencia social latinoamericana. Una pléyade de sociólogos, historiadores, politólogos, economistas, antropólogos, a lo largo y ancho del subcontinente empezaron a publicar ensayos que tenían como tema privilegiado los países en lo individual o la región como un todo y cuya principal característica es que dejaron de sólo adaptar, como en el pasado, las teorías surgidas en las metrópolis a los casos de nuestras naciones, como era frecuente al someterse al colonialismo cultural, para arriesgar sus propias hipótesis sobre la realidad latinoamericana. Los protagonistas de este Boom de la ciencia social en conjunto conforman lo que puede calificarse como un pensamiento social latinoamericano.
Dentro de ese movimiento, Eduardo Galeano es un caso singular, porque difícilmente podríamos decidir a cuál de estos dos Booms pertenece, si al de la ciencia social o al de la literatura. Sin duda, sus textos tienen tanto de ensayo social como de creación literaria. Aunque es un hecho que en las artes hay una tendencia generalizada a que los autores no respeten los cánones de un género determinado, el caso de Galeano es extremo en este sentido, porque no sólo mezcla los textos literarios, es decir el ensayo, el teatro, la poesía, el relato, sino que también borra los límites entre las disciplinas sociales. Si leemos, por ejemplo, Memoria del Fuego, encontraremos fragmentos que identificaríamos como pertenecientes a la antropología (sobre todo en el tomo I, titulado Los nacimientos, mientras otros son claramente de carácter histórico, otros pueden ubicarse en la Sociología o en la Ciencia Política, y otros incluso en la Economía. Y todo, sin dejar de ser literatura.
Aunque empieza a publicar desde principios de los sesentas, cuando apenas andaba en sus veintes, (y eso si descontamos las caricaturas que entregaba al periódico socialista Sol desde los 14 años), Galeano alcanzó la fama internacional con Las venas abiertas de América Latina, cuya primera edición aparece en 1971 a la que le seguirían más de 30 ediciones y que sería traducido a alrededor de veinte idiomas. Se trata de un libro que marcaría a varias generaciones, en el que en un tono más tendiente al ensayo, pero que ya muestra su inscripción en la literatura, y su ruptura con los géneros, realiza un recorrido por la historia de América Latina y denuncia el drama y la explotación a que han sido sometidos nuestros pueblos, por el colonialismo primero y el imperialismo después.
Esta opción, la de la denuncia, la de aportar al pensamiento latinoamericano un análisis profundo de nuestra realidad, la de tomar partido por los pobres, la de escribir una literatura militante, define no sólo sus textos, sino su vida personal. Desde aquellos alegres y combativos años sesenta, va a ser colaborador del legendario semanario Marcha, fundado por Carlos Quijano en 1939, con el fin explícito de combatir el fascismo que se entronizaba en Europa, y en cuya larga nómina se inscriben autores como Mario Benedetti, Ángel Rama, Juan Carlos Onetti y hasta el Che Guevara, quien ahí publica nada menos que su famoso ensayo sobre el hombre nuevo bajo el socialismo. A partir de 1961 y hasta 1964 Galeano, fue Jefe de Redacción de Marcha. En este último año pasa a ser director del diario Época, cargo que desempeña hasta 1966. Dirigió también las publicaciones de la Universidad de Uruguay de 1964 a 1973 y en este año, la Dictadura de Bordaberry, aparte de cerrar Marcha, además de otras publicaciones, obliga a Galeano a emprender el camino del exilio, primero a la cercana Argentina, donde funda el periódico Crisis, y luego a España, después de que las correspondientes dictaduras prohíben sus libros en el propio Uruguay, en Chile y en Argentina. Sólo regresará a su país, cuando cae la dictadura y llega al gobierno Julio María Sanguinetti.
Este compromiso social sostenido a lo largo de toda su vida, se expresa en sus textos en un estilo de alta literatura, que sin importar el tema o el género, mantiene siempre un tono a la vez épico y poético, que se deriva tanto de la selección de los fragmentos de historia, de mitos o de vida cotidiana, como de la forma de contarlos. Un luchador, pues, por América Latina que reúne en sus libros el compromiso a rajatabla con nuestros pueblos y el poder de la metáfora, de la imaginación, de la construcción literaria. Por eso a sucesivas generaciones nos ha estremecido al dar vida al drama de Nuestra América.


