Los adelantados del 18
Mireille Roccatti
Aún no termina formalmente el proceso electoral de 2015, conocido como elecciones intermedias, en el cual se renovó íntegramente la Cámara de Diputados, se eligieron nueve gobernadores, así como presidentes municipales y diputados locales, con poco más de 2000 cargos populares en juego, falta por declararse el final de los cómputos, los recuentos en algunos casos y que se resuelvan las impugnaciones en otros.
En ese escenario comicial, incompleto, en proceso, sin finiquitar, hemos conocido las aspiraciones de algunos actores políticos que han dado a conocer su ambición de participar como candidatos presidenciales en 2018. Para muchos es difícil entender o comprender las prisas, diría el dicho popular, porque se “les queman las habas” a personajes que anteponen y les importan más, mucho más, sus ambiciones, quizá legítimas y validas, que el futuro inmediato y de mediano plazo del país.
El porvenir inmediato debería ser la instalación de la nueva legislatura para procesar la Ley de Ingresos y el Presupuesto de Egresos de 2016, que permitirá —utilizando las herramientas fiscales y de gasto publico— recomponer la desalentadora situación económica con medidas internas que palien en lo posible el complicado entorno económico internacional, a través de correcciones y ajustes en la recaudación y ajustes severos pero planeados en el ejercicio del gasto con el anunciado presupuesto base cero. Y desde luego procesar legislativamente otras reformas pendientes y legislación secundaria para aterrizar las reformas constitucionales denominadas estructurales.
Lo que algunos actores políticos hacen —repito, de manera legítima y válida— es distraer de lo esencial, de construir consensos, de lograr acuerdos, de tender puentes de entendimiento con base en los nuevos equilibrios de fuerzas que dejó la elección y todo por empezar, en su sentir o su decir, a clarificar sus intenciones, a hablar claro a los electores, obviando y con total ceguera que después de la tormenta de spots y de las campañas de guerra sucia, lo que quiere la sociedad es darle la vuelta a la página. Solo las Nomenklaturas de los partidos han entrado en un vértice de ajuste de cuentas internas, señaladamente panistas y perredistas.
Así, por tercera vez, Andrés Manuel López Obrador ha anunciado que será nuevamente candidato presidencial y que la tercera es la buena, en buena medida envalentonado por los resultados positivos que indudablemente y sin regateo obtuvo Morena, sólo que olvida que su fuerza está localizada en el centro del país y, si antes ni yendo juntos con PRD, PT Y MC pudo ganar, yendo divido aumenta el grado de dificultad. Su ventaja es que tiene tres lustros en campaña, y su desventaja es su discurso desgastado.
Por el lado del PAN, a algunos, sólo a algunos, sorprendió la fuga hacia delante de Margarita Zavala, quien al sopesar la segura derrota que obtendría si competía por la presidencia del CEN panista, subió la baza y enturbio la sucesión panista de agosto al pedir una presidencia de equilibrio, buscando que se olvide que los resultados de la elección —que califico de “los peores en los últimos veinticinco años”—, en alguna medida, ella y su cónyuge son corresponsables del magro resultado, porque hicieron campaña por todo el país. Aunque también a nadie escapa que era una campaña paralela por la presidencia del PAN, que hoy dice desdeñar, por la candidatura presidencial.
Al respecto, mucho hay para el análisis, entre otras cosas, lo negativo que sería para su formación política el gobierno de su esposo, y su posible campaña presidencial se perdería en aclaraciones sobre muertos y desaparecidos, sin olvidar que alcanzar la candidatura del PAN “está en chino” cuando no fue capaz de lograr siquiera una candidatura para diputada, y mientras los grupos políticos que hoy dominan su partido cobran a su manera los agravios propinados por el “calderonismo”, no se ve cómo.
Finalmente, Miguel Ángel Mancera se decidió a externar casi ingenuamente su deseo de competir por la candidatura presidencial en 2018, después de rehuirla en repetidas ocasiones y en una situación de crisis del PRD, al que no pertenece y no se ve cómo pudiera aglutinar otras fuerzas, como los despojos del PT o MC, que siempre tienen su propio juego. Las denominadas izquierdas sólo juntas podrían ser competitivas, pero ya no está Manuel Camacho para hacerlos entrar en razón, y con AMLO, algunos de ellos no irían ni a la esquina.