La competencia importa
José Elías Romero Apis
Estamos en tiempos en los que los anhelos presidenciales tienden a incontrolarse. Esto no quiere decir que sea un error. Cada quien sabe el cálculo de su tiempo y sabe la oportunidad para empezar. Muchos espectadores ya empiezan a mencionar a los que les notan posibilidades. Hillary Clinton, Jeb Bush, Donald Trump, Margarita Zavala, Miguel Ángel Mancera y el permanente Andrés Manuel López Obrador.
Frecuentemente, los abuelos advertían que más valía perder que no jugar. Mucha razón había en ese consejo. Por ejemplo, en la infancia, ser invitado por los demás niños para incorporarse a una cascarita era más importante que el resultado del cotejo. En cambio, verse cortado del grupo y nada más quedarse viendo cómo juegan los demás, estaba muy mal. Ese consejo sirve para todo y es bueno para todos, que no nada más para los niños.
En el amor, esto es toda una sabiduría. Es preferible soportar los celos, la absorbencia, el interés o la insinceridad de una mujer que quedarse sentado en el salón de baile o plantado en las citas de amor. En la vida hípica se dice que ningún caballo ha ganado el gran Derby quedándose en la caballeriza y sin salir a la pista.
No se diga en la vida profesional y, muy particularmente, en la política. Estar dentro del juego es lo más importante. Claro está que es muy satisfactorio ganar a los demás. Pero no he sabido de nadie que reniegue de sus derrotas hasta el grado de haber preferido no meterse al juego. Todo aquél que ha fracasado en sus intentos de ser diputado, senador, gobernador o presidente, guarda como un alto honor el haber participado en el torneo.
Ya el hecho de haber sido integrado en una terna de candidatura presidencial justifica una vida política. Me atrevo, incluso, a justificarla con menos de eso. Una terna de gubernatura es más que suficiente. Aunque no se obtenga la victoria se obtiene un triunfo personal indiscutible e inalienable.
Porque, además, todos los grandes triunfadores han pasado por los momentos de penumbra propios de la derrota o del fracaso. Adolfo Ruiz Cortines vivió veinte años continuos de derrota antes de embarcarse en su camino victorioso hacia la Presidencia. Carlos Salinas, por más que se esforzó en ello, nunca pudo ser subsecretario. Ernesto Zedillo fue derrotado, en el primer destape, por Luis Donaldo Colosio.
Y en otros países los ejemplos abundan. A Jacques Chirac, su contrincante Francois Mitterand le asestó dos derrotas antes de que el lograra sus dos victorias presidenciales que lo llevaron al Palacio de El Eliseo. Al brasileño Lula lo derrotaron tres veces al hilo antes de llegar al Palacio de Planalto, la residencia presidencial en Brasilia.
Por eso, el que no quiere perder y, por ello, se abstiene de jugar la va a pasar muy mal.
@jeromeroapis
