La decisión de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de declarar constitucional la evaluación educativa y de considerar el interés de los niños por encima del capricho magisterial, tendría que abrir el camino para proceder legalmente contra los jerarcas de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).
También se quisiera ver a organizaciones como Human Rights of Children, siempre tan activas y ruidosas cuando se trata de reprobar al gobierno mexicano en materia de derechos humanos, emitir un informe sobre los sistemáticos abusos que cometen los líderes de la CNTE en contra de los derechos de los niños, las escuelas y los maestros.
Las lista de violaciones es larga e indignante, de acuerdo con lo que se ha publicado. A la manera de un cártel o una mafia, se castiga a quienes se niegan a participar en marchas y movilizaciones. Sanciones que se aplican tanto a los profesores como a los padres de familia y a los estudiantes.
Los verdugos de la CNTE niegan recursos a las escuelas más pobres para su mejora, condicionan derechos sociales a los maestros rebeldes, niegan tabletas electrónicas, internet, uniformes, cuadernos y todo tipo de beneficios que por ley debe entregar un sindicato a sus afiliados.
Está de más agregar que el aumento salarial, la promoción, la contratación o recontratación se encuentran totalmente supeditadas a la disposición que tenga cada maestro para someterse a los dictados de la CNTE.
Cada día se sabe más de las fechorías cometidas por los líderes, lo que lleva a deducir que Elba Esther Gordillo —la exdirigente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación— no debió haber ido sola a la cárcel sino que, a la misma hora y el mismo día, debieron de haberse aprehendido también a los capos de la CNTE.
La reforma educativa, ni ésta, ni cualquier otra que se apruebe, servirá al país si el gobierno mexicano no decide, de una vez por todas, qué quieren hacer con los sindicatos magisteriales.
¿Deben seguir formando parte del control político electoral? ¿Y deben, por ello, seguir pervirtiendo la naturaleza de la educación?
No se ha visto que en estos días aciagos para la educación alguien ponga el tema sobre la mesa de discusión. Cuando menos no públicamente.
Los legisladores desaprovecharon, por ello, la comparecencia del secretario de Educación Pública, Emilio Chuayffet. En lugar de estar preocupados por tratar de linchar al funcionario debieron de llevar el debate a un nivel superior.
La evaluación magisterial es uno de los ejes de la reforma educativa, pero ésta no agota su futuro y sus alcances solamente en la medición, sino en la construcción de un modelo educativo capaz de provocar una verdadera revolución de la capacidad intelectual, en la calidad ética del ciudadano y en la conciencia nacional.
La escuela —como está— no sirve. Los niños y jóvenes no aprenden. No egresan capacitados para transformar sino para replicar los vicios y lastres de una sociedad que tampoco se corresponsabiliza con la educación.
Vuelvo a escribir aquí lo que hace algunos meses se publicó en este mismo espacio. A la reforma educativa, además de evaluaciones, metodología y tecnología moderna, le hace falta una mística.
El expresidente de Francia Nicolás Sarkozy fue capaz, pese a su frivolidad, de hacer pública una carta dirigida a los padres y maestros de su país para decirles: “todos somos educadores” y de todos depende sentar los principios de una nación que, a través de la educación, necesita formar parte del siglo XXI.