Norma Salazar
La narrativa tijuanense desde hace treinta años es observada. Tijuana es un nuevo campo de reflexión entrelazado al ejercicio crítico ya que su expansión literaria despliega una marcada y confinada disciplina social o humana, diferentes lenguajes ante la actual situación. Surge la necesidad de reinterpretar el papel de la literatura de frontera en el caso concreto del género narrativo y a la región norte de México. Un canon literario particular que se ha implantado con sus propuestas en el ámbito literario nacional e internacional, algunos escritores de agraciadas plumas como son Élmer Mendoza (Culiacán, Sinaloa), Luis Humberto Crosthwaite (Tijuana, Baja California), Daniel Sada (Mexicali, Baja California), Heriberto Yépez (Tijuana, Baja California), Gabriel Trujillo Muñoz (Mexicali, Baja California), Rosario Sanmiguel (Delicias, Chihuahua), Federico Campbell (Tijuana, Baja California) entre otros. Desde un enfoque del escritor zacatecano Humberto Félix Berumen; la literatura de frontera es aquella que muestra alguna trama fronteriza y da recuento específico de la vida social en cualquiera de las cunas o ciudades del norte del país. Por otro lado la vecindad cercana con California, Estados Unidos, y el hincapié de una identidad mexicana que lucha contra el trecho, respecto al centro del país han producido discursos interesantes que se cuestionan desde diferentes disciplinas acerca de lo que implica ser norteño, ser una sociedad fronteriza, es decir, ser tijuanense tiene constantes de identidad que inevitablemente toleran una hibridez.
Con este breve preámbulo y orden de ideas, descubrimos una nueva novela escrita por Guillermo Arreola Fierros bajo el agua, publicada bajo el sello de Joaquín Mortiz, que (d) escribe no desde una perspectiva lineal, turística, el testimonio, sino todo lo contrario revitaliza el discurso fronterizo. “Y he intentado imaginar cómo serán los fierros que están bajo el agua, los fierros de los que tanto hablaba Sebastián. ¿Sabes?, ahí está la advertencia todavía. Hay un letrero en el límite entre Tijuana y San Diego que dice: ‘Peligro, fierros bajo el agua’, y también en inglés: Danger! Objects under water”.
Asimismo encontramos otra gran preocupación del escritor y pintor Arreola y, es que con su narrativa quebranta la construcción de un México que odia y rechaza los ambientes homofóbicos, situaciones que se cuentan en las diferentes ficciones de la novela, ambientes y ámbitos sociales en la vida cotidiana: trabajo, familia, vía pública, escuela. La potencia del prejuicio y la propulsión destructiva someten por encima de toda racionalidad y principio ético, donde se convierte en elemento del autoritarismo, intolerancia y destrucción. “Pero regresé porque la persistencia de otros recuerdos me obsedía: los de la época compartida con un amigo veintitrés años atrás; pero en particular, los recuerdos sobre el suceso que puso fin a su vida. Cas Medina se llamaba”.
Se trata de una ciudad muy compleja culturalmente hablando por lo que el pintor Arreola no sólo escribe, dibuja a través de su narración la búsqueda del personaje protagónico Cas Medina en un espacio sórdido asimismo la compañía de las otras artes humanísticas entrelaza un escenario cauteloso donde se toma su tiempo para embellecer y mostrarnos una Tijuana metafórica con pinceladas de desamor, pasión y crudeza inevitablemente. “El cadáver estaba atestado de hirvientes criaderos de larva. Lo hallaron adentro de una bolsa de basura color verde refulgente. Lo habían tirado en una cañada”.
Otro punto importante es que Guillermo Arreola sabe enlazar a sus personajes y la ciudad Tijuana como un personaje más. Esta segunda novela encabezando por el título poético y visual Fierros bajo el agua tiene una creatividad intuitiva atribuida a ciertos encuentros y conversaciones y, por supuesto, el contexto de peligro.
Los pasajes de la migración, el crimen, la homofobia, el narcotráfico, la pobreza, el amor, la prostitución, son temas que podemos ver en este libro que son la preocupación del escritor en una década específica, me refiero a la década de los ochenta, Guillermo Arreola muestra una novela de investigación e intriga y, lo que marcó al paso de los años en ese tiempo en tierra tijuanense de la cual es originario, dice el autor: “La ciudad es un personaje que habla a través de los personajes de carne y hueso”, para este escritor lo determinante es mostrar exactamente los recuerdos de aquellos tiempos, su paisaje tan desolador y hostil. “En Tijuana hice todos los trabajos imaginables. También morí de algún modo. También me mataron, eso llegue a sentir”.
El protagónico Cas Medina, es un sexópata adentro de la narración que se va compenetrando con el resto de los personajes de una forma de sobrevivencia resquebrajada y nuestro escritor Arreola siente la necesidad de narrar, reflejar su “naturaleza humana”, en una ciudad tan convulsionada, como Tijuana.