Entre líneas, de Luis Granda


Ricardo Muñoz Munguía

El arte es una permanente búsqueda. Ello se constata por los diversos símbolos, sensaciones, perspectivas que arroja la obra de Luis Granda (Madrid, España, 1941), autor de la exposición Entre líneas, la que comprende cuarenta piezas entre óleos, técnicas mixtas y bronce. El artista plástico, egresado por la Facultad de Arquitectura de la unam, comenta que tituló así su más reciente exposición montada en el Museo de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público porque su propia obra le mostró una nueva apreciación, la que se confirmó al acompañar al público en una visita en la que se comentó sobre la obra expuesta pero “sin explicarla” pues el arte está más allá de encajonarlo en una sola opinión, así sea del mismo autor, sólo basta “acercarse a la obra y activar las lupas para encontrar símbolos, que nos ayudan a ver más lejos de lo que aparece a primera vista, a ver entre líneas”, comenta Luis Granda, con quien charlamos sobre su formación artística y su obra, la que ha sido expuesta individual y colectivamente en más de un centenar de ocasiones en galerías y museos tanto de Europa como de América, entre ellos Holanda, Bélgica, Portugal, España, Francia, Alemania, Estados Unidos, Venezuela, Puerto Rico y, por supuesto, México, donde reside gran parte del año.

Entre líneas abre un panorama en el que la figura humana parece predominar, sin embargo, “el arte tiene esa magia —abunda el autor—, que no se deja aprehender pues nunca terminaremos de verlo. Habrá intelectuales del arte que dirán una cosa y otra, ya sea para bien o para mal, pero la gente que la ve con su real esencia, que está hecho con alma, con espíritu, nunca la vamos a terminar de ver. Es revalorar el arte. Así sucede también con la vida, con el amor, pues podemos estar muy prendidos de alguien que, conforme el tiempo pasa, modifica la mirada y entonces decimos: qué lástima que me dejé con esta persona o, al contrario, qué bueno que nos dejamos. Eso es entre líneas, de manera sentimental. Así como vemos la vida, así también con la obra plástica, existen entre líneas que con el tiempo se harán notar”. Es así que Granda reafirma que su obra, como el arte plástico en sí, no debe ajustarse a una sola definición, por ello niega que, para los que vemos el predominio de las sombras en su obra, sea precisamente eso: algo que predomine, ni para él mismo. El quehacer creativo “es subjetivo y, por ende, no puede explicarse. Entonces, lo que podemos dar los que hacemos el arte plástico, son pistas. Sólo eso. No debemos intelectualizar el arte, por llamarle de algún modo, le estaríamos quitando su verdadera función porque el arte es una emoción y ello no debe explicarse por su individualidad. Vamos, para ti las sombras y la figura humana tienen una presencia importante y para mí puede acercarse a la esencia de las formas, sí, digamos que mi labor está en el territorio de las formas. Lo valioso, quizás, es que tales imágenes no se vuelvan un discurso sino que vayan más allá, a los sentidos. Eso ha conseguido interés en el público”.

La figura humana es uno de los recursos más importantes en la obra de un autor que intenta, como todo arte plástico, la presencia de lo real: “manejo el cuerpo y el rostro en mi obra, y ha sido de manera natural, nunca me he cuestionado el porqué de todo ello me atrae, y tampoco quiero cuestionármelo. Simplemente me gustaba ver a mis padres o a mí mismo, que era lo que tenía a la mano, de ahí tomo la forma humana, como todo artista cuando inicia y toma lo que tiene a su alrededor. Más tarde, cuando tomo conciencia de ello, reflexiono sobre el arte rupestre y veo que la historia de la humanidad está basada en lo que se encuentra en cavernas, por ejemplo, lo que se llama pictografía, como la que hay en Altamira (Tamaulipas) y en otros lugares, donde se ven hombres matando a un mamut. El arte siempre ha estado presente en el humano, ha sido su aliado. Por otro lado, también hay atracciones distintas a la figura humana, en mí digo que son deslices hacia lo abstracto, que tampoco debe dejarse de lado. La figura humana, de forma innata, fue apareciendo en mí, como al que le gusta coleccionar algo”.

Poesía y pintura tienen un rumbo paralelo en el lector/espectador que, asegura Granda, “en algún punto habrá de encontrarse este arte, pues la pintura, como una buena oración, es poesía. Lo que transmite el arte pasa por los mismos ductos donde atraviesa la poesía. Lo metafórico es lo que engrandece la pintura y la poesía porque la estética de ambos géneros aparece con la belleza que le impregna el artista y no como se pueda ver a simple vista, es decir, por ejemplo, que uno de los personajes de Picasso se levantara con su forma causaría espanto pues imaginemos su forma, con un ojo debajo de la nariz; así también con la poesía como si unos versos hablaran de la mujer con labios de diamante, imaginarla con los labios así sería horrible”.

Las fronteras en el arte no existen, y sobre ello comenta Granda: “Los seres humanos somos distintos pero el arte es uno, el arte es el gran diálogo, es el único idioma que hablamos todos, como el famoso idioma que se quería fuera universal: el esperanto. El único sitio que tiene el arte es nuestro planeta, así lo he visto en los distintos públicos a los que ha llegado mi obra, por ejemplo Alemania o en Estados Unidos o Puerto Rico, España o Venezuela o México, en Italia o en los países nórdicos… Y, sobre todo, que con esos públicos he dialogado y llego a la conclusión que lo que vale o se destaca es el sentir en cada individuo. Mi arte ha contado con esa amplitud, lo local se refleja mejor en la música folklórica o en las artesanías pero el arte es universal. Por ejemplo, no creo que el arte del Renacimiento sea únicamente para los italianos”.

¿En qué momento queda terminada una obra?, se le pregunta a Luis Granda: “Una obra de arte la finalizo cuando me complace pero la obra, en sí, nunca se termina porque pareciera que algo nos incita a continuarla pero, entonces, perdería la frescura con que se originó. Es dejarla como a la impronta, como le llaman los italianos, ese primer momento, esa parte gestual mediática le da ese vigor necesario”.

Sobre el enfrentamiento con el lienzo, le cuestionamos al artista plástico si en cierto modo es como el escritor con la página en blanco, dice: “con la diferencia que en mí no existe premeditación porque iniciaría un trabajo de antemano insatisfecho, pero sí la seguridad de ir trazando calidad en una obra. Llego a la tela y en algunas ocasiones me quedo mucho tiempo sin hacerle nada o, incluso, la dejo hasta que aparece el instante, el que es inexplicable, cuando se inicia el trabajo, es como pararse en medio de ese algo y el lienzo, ser simplemente el ducto entre lo que está en algún lado y lo que aparecerá en la tela. Sin embargo, existe en mí una intención por mostrarla en el cuadro, quizá la búsqueda de la identidad de nosotros mismos. Es trabajar con el subconsciente hasta que aparece el consciente. Si trato de pensar el tema y lo fraguo en la mente y le entro a la pintura pues en la mayoría de las veces no me resulta. Creo mi obra dejándome llevar. El acto creativo nos lleva a cosas que no se esperan”. Por otro lado, la atmósfera que nos rodea debe tener una consecuencia en el trabajo creativo, y para Granda, quien pasa una parte del año en México y otra parte en otros países, lo que le influye son las sociedades. “Es una mezcla de las sociedades lo que sí aparece en mi obra. Tal influencia se refleja en mi exposición Entre líneas, ahí hay obra que está tomada o muy cercana al mundo urbano, tanto al graffiti como a la moda y así es como lo reflejo. Son los vasos comunicantes con el gran abanico de los sitios en los que he estado”. El tiempo se refleja, y como muestra son estas piezas de la exposición, que “abarcan desde los años noventa para acá, en donde se ve un recorrido con los cambios que ha habido, si bien no en el estilo, sí en la búsqueda, en el concepto, en  personajes temporales que nos ubican en el mundo del momento, por su posición o por su vestimenta. También hay obras atemporales por la desnudez en que aparecen, con una serie de fondos donde se dan ciertos mensajes ocultos, la lectura del graffiti, de símbolos, y luego una cosa que me motiva: la obra matérica, no es la pincelada blanda es más bien los elementos de texturas, de telas, de grafiados, de cortar o de rasgar, de quitar o de poner. Una obra con mensaje matérico, además de cromático, donde se ve que hasta una tela es una pincelada, es decir, la tela que sustituye la pincelada, un juego interesante. Esto hace que la obra, vista tanto de cerca como alejada, permite distintos mensajes visuales como elemento matérico. La materia siempre ha sido para mí muy atractiva pero a la vez una preocupación porque con ello están las maneras de experimentar. Un ejemplo de ello es un cuadro de gran formato —tamaño de la mayoría—, que me motivó un pintor que admiro y falleció hace poco, él hace un cuadro de flores y yo lo retomo para crear un cuadro que está hecho en dos partes: las flores por un lado y el fondo por otro, después las junté para formar una sola obra. Esto es parte de lo que hay en la exposición, hay temáticas que van cambiando hasta llegar a las obras de ahora, hay un recorrido de cómo se va transfigurando estos mensajes y luego los intemporales del hombre de los pensamientos… en fin. También aparece un grupo de rock inglés que no es retrato sino que los retomo y los transfiguro y les dejo la esencia del rock en la obra plástica y esto no significa que pinto para jóvenes o adultos mayores, yo pinto para todos. Así que cualquier tipo de gente que va se podrá identificar con varios de los temas ahí expuestos. Por eso digo que el arte no tiene un sitio ni es para alguien en específcico sino para todos, muy incluyente hasta para niños con los grafitis, hasta Bugs Bunny aparece. La idea de la obra no es intelectualizar, que no sé si se me permita tal palabra, pero es más bien divertir en el sentido hermoso del arte”.