Bernardo González Solano
Después de casi 34 meses de negociaciones en Cuba —iniciadas en septiembre de 2012—, entre el gobierno de Colombia y los guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el presidente Juan Manuel Santos afirmó, el domingo 12 de julio, en Bogotá, en una declaración pública en cadena nacional que “empieza a ver la luz al final del túnel para la paz del país”, aunque fijó, por primera vez, un plazo de cuatro meses para decidir si el proceso negociador continúa o se suspende. No obstante, un día antes, en Medellín, el propio presidente colombiano dijo que la paz se conseguiría si los guerrilleros se comprometen “a dar el paso en materia de justicia” que es lo que traba las negociaciones en La Habana. El hecho es que el conflicto armado empezó en el país sudamericano en 1958, hace 57 años, casi seis décadas. Colombia está harta. Exige una solución, a como de lugar. El panorama a veces se ensombrece.
De lo contrario, agregó el titular del Ejecutivo colombiano, “tenemos las mejores fuerzas militares de nuestra historia, estamos preparados para continuar la guerra, pero el costo es altísimo. Y nos demoraríamos 15, 20, 25 años más”. Así, Santos exhortó al país para que se vuelva a “entusiasmar” con el proceso de paz que se desarrolla con las FARC desde hace casi tres años, pues “se requiere el apoyo del pueblo colombiano, el apoyo del empresariado, para lograr el más noble fin de cualquier sociedad que es vivir en paz”.
El mandatario se refería al plan que se dio a conocer en la capital cubana por negociadores gubernamentales y de las FARC “para reducir la intensidad del conflicto” y acelerar la consecución del resto de acuerdos que faciliten arribar a un cese el fuego bilateral y definitivo. Pese a su optimismo, reconoció que “muchos colombianos tienen miedo, rabia o pérdida de confianza” en el proceso por los ataques terroristas cometidos por las FARC desde el 22 de mayo último cuando suspendieron el alto el fuego unilateral declarado en diciembre de 2014, por lo que recalcó: “yo creo que no podemos tener miedo. A la paz no hay que tenerle miedo, a la guerra sí”, al tiempo que se preguntaba si la alternativa era levantarse de la mesa de diálogo “para que la guerra siga y botar la llave de la paz de una vez por todas”…”la respuesta es muy clara. Hay que acelerar las conversaciones para llegar cuanto antes al fin del conflicto. Y eso, precisamente, es lo que se acordó hoy en La Habana”.
Por último, Santos enfatizó; “Hay que comenzar ya a frenar las muertes, la destrucción y el dolor que deja cada día este enfrentamiento absurdo”; si las FARC suspenden “su ofensiva contra el país”, el gobierno también procederá a reducir la intensidad de sus acciones militares contra esa guerrilla. Si esta no cumple sus compromisos, “nuestras fuerzas armadas están listas para enfrentarlas con la determinación y contundencia con que siempre lo ha hecho”.
Aunque el ejecutivo colombiano se muestra optimista por el rumbo que llevan las negociaciones en Cuba, el representante oficial en las mismas, el exvicepresidente Humberto de la Calle, admitió, en una inusual entrevista que pidió se distribuyera a todos los medios del mundo que se interesaran en publicarla, que “el proceso de paz con las FARC se encuentran en su peor momento” desde que se iniciaron en 2012. Advirtió: “Yo les digo a las FARC, con toda seriedad, que esto se podría acabar. Es probable que algún día no nos encuentren en la mesa de La Habana”.
Resulta que desde que este proceso se inició, hace casi tres años, el detonante no está sobre la mesa de negociaciones, sino en las montañas colombianas donde continúa la guerra. Por ejemplo, el viernes 22 de mayo, el grupo terrorista –desde hace mucho tiempo coludido con grupos de narcotraficantes– anunció que suspendía el alto el fuego que mantenía desde cinco meses antes, después de sufrir, un día antes, un fuerte golpe en un bombardeo de la Fuerza Aérea colombiana en el que murieron 26 guerrilleros. Pese a todo, un observatorio independiente que sigue paso a paso el conflicto armado –que ya ha costado más de 200,000 muertos y aproximadamente seis millones de desplazados de sus tierras en más de 50 años–, la Fundación Paz y Reconciliación, asegura que antes de las negociaciones, la fuerza pública y las FARC se veían implicados en unas 180 hasta 200 acciones armadas mensualmente. En cinco meses de tregua de las FARC se contabilizaron 112. Algo es algo.
En tales circunstancias, Humberto de la Calle dijo en la entrevista que “el gobierno está dispuesto a reanudar el alto el fuego bilateral con las FARC siempre y cuando la guerrilla acepte responsabilidad judicial por su papel en la violencia en el país y termine el tráfico de drogas”. Por cierto, el cultivo de coca en Colombia está a la alza, según un reciente informe de la ONU. Aunque el proceso de paz continúe en tierras cubanas, De la Calle admitió que “la tarea más difícil será la de convencer al pueblo de que ratifique el pacto en un futuro referéndum”. “La dura verdad es que los colombianos no creen en el proceso de paz”, agregó, al tiempo que explicaba que “la oleada de ataques de la guerrilla ha mermado el apoyo al diálogo y hace que cunda la desesperanza en el pueblo”, de ahí que, repitió, “nosotros tenemos que tener la honestidad de decirles que el proceso de paz está en el peor momento”.
La sinceridad de De la Calle va de la mano con el respaldo de la opinión pública colombiana a una salida negociada del conflicto. Dicho apoyo cada día es menor. Por primera vez desde 2012, cuando se iniciaron las negociaciones de paz en La Habana, ahora la ciudadanía es más partidaria de una solución militar (46%) que de un acuerdo con la guerrilla (45%), según una encuesta de Gallup realizada a fines del mes de junio. Con el margen de error que conllevan este tipo de auscultaciones, tan cerrado porcentaje arrojaría un empate técnico entre ambas posiciones.
En febrero último, el 53% de los colombianos consideraba que las negociaciones eran una oportunidad definitiva para poner punto final al conflicto. Actualmente solo el 53% lo hace. Hace cinco meses, el 72% de los encuestados era favorable a la negociación con la guerrilla. A fines de junio, ese porcentaje cayó al 54%.
El camino en busca de la paz en Colombia no es fácil de recorrer. En 2012 el gobierno encabezado por Juan Manuel Santos y los dirigentes guerrilleros de las FARC iniciaron un proceso de paz para terminar con el añejo conflicto. Las negociaciones continúan pese a los continuos tropiezos. De acuerdo a los datos del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE) en 2014, la confrontación ha provocado “220,000 víctimas, de las que el 81.5% eran civiles, 25,000 desaparecidos y 27,000 secuestrados” desde 1958. Y, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), en un informe del año que corre, señala que el país sudamericano suma ya seis millones de desplazados internos.
Entre 2002 y 2005, durante la presidencia de Alvaro Uribe –que ha sido crítico del actual proceso entre el gobierno de Santos y las FARC en la capital cubana–, se iniciaron negociaciones de paz con las Autodefensas Unidas de Colombia, que finalmente fueron desarticuladas. Varias agrupaciones en defensa de los derechos humanos señalaron la inutilidad de ese proceso. Y, en un informe de la discutida Human Right Watch (HRW), en 2014 denunció que “los grupos sucesores de paramilitares” cometen “abusos generales contra civiles incluidos asesinatos, desapariciones, violencia sexual y desplazamiento forzados”.
¿Cuánto más durarán las negociaciones en Cuba?, se le preguntó a Humberto de la Calle, a lo que contestó: “Poco”, responde sin vacilar. “No soy capaz de darle un plazo porque esa es la pregunta del millón de dólares, pero sí me parece claro que el proceso está llegando a su fin, por bien o por mal. Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la recta final de los temas de fondo. O por mal, si como está ocurriendo, la paciencia de los colombianos se agota. El riesgo es real…Realmente lo que está ocurriendo es insoportable para los colombianos”. Ojalá el conflicto ya termine, por bien de todos. VALE.

